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Prohibir vapeadores en lugar de regularlos no es la solución, opinan especialistas
Con la prohibición, el Estado está renunciando a su responsabilidad de reducir el riesgo y que cada quien se rasque con sus propias uñas, ante la incapacidad de regular”, dice el doctor Luis Fernando Hernández Lezama, psicólogo, experto en Derecho, regulación y normas sanitarias.
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Recientemente la Cámara de Diputados avaló incluir en la Constitución la prohibición de dispositivos electrónicos, vapeadores y fentanilo. Este enfoque prohibicionista, que fue heredado del gobierno anterior de Andrés Manuel López Obrador, ha sido criticado por diversos sectores que buscan su regulación. El dictamen aprobado por mayoría calificada en la cámara baja, adiciona diversas disposiciones a los artículos 4° y 5° de la Constitución en materia de protección a la salud.
La presidenta Claudia Sheinbaum también defendió la prohibición constitucional de los vapeadores y cigarros electrónicos; pidió que tanto la Secretaría de Salud y el Instituto Mexicano del Seguro Social expongan los daños de estos productos para defender la reforma, sin embargo fue puntual “se va a aprobar”. Ahora toca al Senado de la República discutir el dictamen y emitir el veredicto final.
Mientras tanto, más de 600 médicos mexicanos revelan que "anualmente 63 mil personas (173 por dı́a1) mueren en el paı́s por enfermedades atribuibles a este hábito de fumar y han solicitado la regulación específicamente de los productos de vapeo a través de una carta enviada a los legisladores, en la que aseguran que la prohibición de los vapeadores o cigarrillos electrónicos no es el camino para eliminar el hábito y piden al Estado y sus poderes asumir su papel como formadores de políticas públicas.
En el documento dirigido a la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados y presentado por la Asociación Mexicana de Médicos Familiares y Médicos Generales, aseguran que "evidencia científica sólida e independiente ha logrado demostrar que al eliminar la combustión del consumo de nicotina los productos alternativos al cigarro representan una fraccion mı́nima del daño ocasionado por fumar y por ende ofrecen una oportunidad para mejorar la salud pública”.
Argumentan que países como Reino Unido han logrado disminuir el tabaquismo de 20.2% en 2011 a 12.9% en 2022, gracias a los vapeadores y a una política de Estado para regularlos. “Los cigarros electrónicos ayudan a las personas a dejar de fumar con mayor efectividad que cualquier otra terapia tradicional de reemplazo de nicotina, como parches y gomas de mascar”, sostienen.
El doctor Alejandro Macías, infectólogo, comisionado de Salud en la pandemia de gripe A (H1N1) y ex subdirector de Control de Infecciones del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición "Salvador Zubirán", compartió con El Economista que primero, no hay ninguna necesidad de mezclar este tema con el fentanilo, pues con ellos se corre peligro de “trivializar el uso del fentanilo, una droga sintética mil veces más peligrosa que cuando hablamos de vapeo, el fentanilo básicamente tiene el poder de matar gente”. En segundo lugar, dijo que meter en la Constitución el tema del vapeo no parece la forma adecuada, “esto no sucede ni con el alcohol, ni con el cigarrillo”.
Agrega que la discusión en el Congreso ha sido pobre, pues además “se parte de premisas falsas que se han escuchado de los diputados, como decir que vapear es peor que fumar, y eso es falso, por orden de magnitud es peor fumar que vapear; incluso los daños del vapeo siguen sin ser contundentes a pesar de que se ha utilizado por mucho tiempo”. Aclaró que nadie puede decir que el vapeo sea bueno y de entrada se debe decir “no lo hagan”, pero quienes usan el vapeo para dejar de fumar, están eligiendo por el menor de los dos males y eso está bien.
Dijo que es importante mencionar que a esas personas las vamos a dejar sin opción de comprar insumos de manera regular, además de estarlas criminalizando. Recalcó “la gente que vapea, va a seguir vapeando, de eso no tenemos duda, la prohibición sabemos que no funciona, lo que sí va a crecer es el mercado informal donde el gobierno va a perder toda capacidad de regulación, se venderán productos cada vez más peligrosos, adulterados y con suministros de vapeo que pueden incluso explotar en la cara del usuario”.
Comparte que hasta ahora las muertes asociadas al vapeo ha sido por el uso de sustancias irregulares, pues en el manejo clandestino se adulteran las sustancias con aceites que han causado neumonías, trombosis pulmonares y cerebrales. Esto además podría fomentar grupos de crimen organizado o desorganizado, que estarán en el mercado negro y que será muy redituable.
Por último, mencionó que en México la regulación del alcohol y el tabaquismo ha funcionado “razonablemente bien”, se tienen datos de que ha habido reducciones de consumo con medidas como cobro de impuestos, regulación de la venta y de publicidad, “esto contra la historia de las prohibiciones que no han dado resultados, ni se tiene control de los datos. Si en la medicina tenemos que buscar la evidencia, no veo por qué en la promulgación y autorización de las leyes no lo hacen los legisladores”.
Somos fumadores históricos y eso hay que considerarlo
Por su parte, el doctor Luis Fernando Hernández Lezama, psicólogo, experto en Derecho, regulación y normas sanitarias, comparte a este medio diversas reflexiones. Primero, que el hábito de fumar está presente en la sociedad mexicana particularmente desde antes de la Conquista, “el origen del tabaco es propiamente de la zona mesoamericana y nosotros estamos ahí asentados. Tenemos una historia de fumadores muy antigua a pesar de que en el pasado esta historia estaba mucho más relacionada con actos de carácter religioso. Se trata de una conducta y hábito de mucho tiempo por lo cual todas las estrategias que de pronto tomamos para reducir propiamente la conducta de fumar, han tenido en esencia poco éxito”. No obstante, entre los fumadores del mundo la región es la segunda con menor cantidad de fumadores, es decir, somos fumadores históricos pero en una región con relativamente pocas tasas de incidencia.
Ahora, tradicionalmente los jóvenes tienden a imitar conductas de los adultos y fumar, hacia los 12 o 14 años es bastante común, ya sea por sentirse mayores o por desafiar la autoridad de los mayores, “lo importante es entender que esto es natural y no se va a quitar, por lo que hay que tomarlo en cuenta a la hora de diseñar políticas”. Dijo que afortunadamente de la gran cantidad de jóvenes que empiezan a consumir tabaco a edades muy tempranas, más o menos a los 27 a 30 años la mayoría dejan de hacerlo, “esa sería la dinámica de la conducta en general y es importante saber que esto está relacionado con ciertas características del cerebro”.
¿Usar o no los vapeadores?
Hernández Lezama comparte que una de las características importantes del ser humano, es que desarrollamos conocimiento y tecnología para estar mejor, por ello las innovaciones que se hacen a partir de que hemos encontrado que los cigarros en todas sus formas no son mejores, se han buscado opciones. “En 2003 se desarrolló en China, un producto alternativo para aquellos que no pueden dejar de fumar o que no quieren dejar de llevar nicotina a su cuerpo. Ahí surgen los vapeadores que además un poco simulan la conducta de fumar, es decir, llevarse algo a la boca y aspirarlo, que no es lo mismo que un chicle o un parche”.
Después de este contexto, dijo que tener diferentes opciones es importante, ahora, ¿qué le toca a las autoridades? Gestionar el riesgo, es decir hacer más estrecho el rango de las posibilidades del riesgo y la mejor manera desde el punto de vista médico y científico es regulando sus componentes, quiénes pueden tener acceso a ello, los contenidos máximos de nicotina, qué no se puede usar, dónde se pueden distribuir y comprar, quién los puede comprar, “esta regulación permitiría que haya un menor riesgo y control de las acciones a través de instrumentos del Estado”.
Hace hincapié en que hoy existe amplia evidencia de que todas las prohibiciones han fracasado, “no hay prohibiciones exitosas salvo con dos condiciones: Que tengamos alternativas y que sean más baratas y fáciles de adquirir, además de que quienes generen productos de menos y más riesgo estén convencidos e involucrados en la regulación, por ejemplo, los aditivos y colorantes para alimentos o medicamentos”.
“El problema de fumar es un sistema complejo y como tal debe ser atendido así, es decir no hay una sola solución o disciplina que pueda arreglar el conflicto, inclusive hay que generar diferentes acciones al mismo tiempo y seguir analizando las características de diferentes grupos poblacionales. Con la prohibición el Estado está renunciando a su responsabilidad de reducir el riesgo y que cada quien `se rasque con sus propias uñas´ ante una incapacidad de regular”, conluyó el especialista.