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Capital Humano

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El 70% de las personas con discapacidad, sin empleo, ¿qué de las otras exclusiones?

La discriminación en el trabajo puede ser por diversos motivos, entre ellos, raciales, étnicos, de género, por discapacidad, por edad y diversidad sexual. Ésta es la historia de una mujer que se ha resistido a dos de esas barreras.

Rubí Gudiño siempre supo que era una chica. A los 16 años, al adentrarse al mundo oyente, descubrió en la Zona Rosa de la Ciudad de México, en el bullicioso ruido de los colores, que había diferentes maneras de expresarlo. Trans es ahora el sufijo que abrevia su identidad de género, pero para dar una mayor precisión se nombra mujer trans sorda.

Esta noche, entre el final de su jornada laboral y las lecturas pendientes de la universidad, encuentra un espacio para conversar. La charla se da con la ayuda de Daniel Martínez, intérprete de Lengua de Señas Mexicana, en el marco del Día Nacional por la Inclusión Laboral.

Hace seis años que trabaja en el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex). Terminar el bachillerato, obtener un empleo y entrar a la universidad “lo he hecho sola, he tenido que esforzarme. Quiero ser una mujer completa y que mis estudios me den para vivir y hacer lo que quiero hacer”.

En su familia del lado materno y paterno la mayoría son personas sordas. “Yo soy la cuarta generación, pero somos cinco” con esa condición. “Mi papá ha tenido suerte con los trabajos y también otros familiares. Fácil no ha sido, debemos trabajar mucho para mantenerlos porque es complicado encontrarlos”.

Algunos de sus primos sordos “no tienen un trabajo estable ni con seguridad social porque no estudiaron”. Y algunas de las mujeres de la familia han tenido que lavar y planchar ropa ajena.

De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2020, en México más de 6.1 millones de personas tienen algún tipo de discapacidad. El promedio de escolaridad es de 4.7 años, según la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (Endid).

“Esto se ve reflejado en la tasa de participación económica”, señala el Programa Nacional de Trabajo y Empleo para las Personas con Discapacidad 2021-2024. Apenas el 30% de este grupo de la población tiene un empleo.

La tasa para las mujeres es mucho más baja, sólo el 18% participa en el mercado laboral, “frente a 42.3% de hombres con discapacidad y 35.5% de sus homólogas sin discapacidad”.

Ante esa realidad no resulta extraño que una de cada dos personas con discapacidad se encuentre en situación de pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). Y que el 10% viva en pobreza extrema.

Por otro lado, de acuerdo con el Diagnóstico Nacional sobre Discriminación hacia personas LGBT, el 29% de las mujeres trans ha tenido dificultades para encontrar trabajo. Éste es el porcentaje más alto dentro de las diferentes poblaciones de la diversidad sexual.

De la escuela al trabajo

“El secreto está en acercarnos a los lugares donde dan trabajo y que los empleadores se den la oportunidad de conocernos. Se requiere paciencia y tiempo de ambas partes”, dice Rubí Gudiño.

Pronto será la primera licenciada de su familia, cuando termine la carrera de Investigación Criminalística. Casi todas y todos llegaron a la primaria. “Nunca fui una excelente estudiante, recuerdo recibir muchas reprimendas de mis maestros, sobre todo en la primaria”, rememora.

La verdad es que no se trataba de sus capacidades. Incluso dentro del Centro de Atención Múltiple (CAM), en un grupo para personas hipoacúsicas, su situación era muy diferente. “Querían que hablara y por más que les explicaba que mi familia es de sordos, que nadie hablaba en mi casa”, parecía que no lo comprendían.

Desde sus bisabuelos y bisabuelas, las señas han sido la lengua materna de la familia, hasta para sus hermanos menores, quienes sí escuchan. “Por un año vivimos en la casa de una tía oyente y ella le dijo a mis papás que también debía aprender la lengua oral, así que me empezó a hablar y hablar. Pero leer los labios no es fácil”.

Esa no fue la única dificultad. “Nadie podía ayudarme a hacer las tareas porque no estudiaron. Ahora me doy cuenta que los procesos de mi familia han sido lentos”, dice con un suspiro.

El siguiente reto fue el bachillerato, en el Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica (Conalep) era la única persona sorda. Fue la primera vez que se enfrentó de lleno al mundo oyente que no escucha sus necesidades.

“Empecé a conocer más el español, pero batallaba mucho con mi gramática. Algunos maestros creían que es así como escribe la gente sorda, así que me ayudaron”.

Al terminar el Conalep, hizo el servicio social en el Sacmex. Llegó a las oficinas y les escribió en un papel que era sorda, pero que se podía comunicar de esa manera. Tardaron 15 días en darle una respuesta, pero le recibieron. Y al final, se quedó a trabajar ahí, luego de concursar por una plaza definitiva en el área de amparos.

Planes y programas de vinculación

A partir de este año, la Pensión del Bienestar para personas con discapacidad, un apoyo de 2,800 pesos bimestrales, incluirá a mayores de 30 años y hasta los 65. Al inicio del sexenio, estuvo destinado sólo para menores de 29.

En junio de 2021, la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) publicó el programa de empleo para esta población. Una de las acciones que plantea es poner a su disposición la Red Nacional de Vinculación Laboral, creada para quienes tienen condiciones de menor empleabilidad.

Algunos de los servicios que proporciona dicha red son consejería, evaluación de habilidades y aptitudes laborales, talleres y asesorías para encontrar trabajo.

La STPS también se compromete a impulsar que los centros de trabajo levanten registros estadísticos sobre inclusión laboral. Así como promover el uso del Sistema de Muestras de Trabajo Componentes Valpar.

Dicho instrumento evalúa las habilidades de personas con discapacidad y adultas mayores, identifica qué actividades pueden realizar acorde con su condición y establece un perfil laboral. De esa manera las empresas pueden empatar sus vacantes.

En el programa se señala que, a través del Distintivo de Responsabilidad Laboral, que la STPS está diseñando, fortalecerá las buenas prácticas. Para obtenerlo, las empresas deberán recibir una verificación y cumplir con uno de estos tres requisitos: inclusión laboral, igualdad laboral y corresponsabilidad o prevención y erradicación del trabajo forzoso e infantil.

Para el caso de inclusión laboral deben contar con espacios accesibles y ergonómicos que cumplan con la Norma Oficial Mexicana NOM-034 sobre las condiciones de seguridad para el acceso y desarrollo de actividades de trabajadores con discapacidad, entre otros aspectos.

Una medida de seguridad para personas sordas, explica Rubí Gudiño, es el uso de un chaleco con un color llamativo para que el resto del personal sepa que esa persona no escucha y debe acercarse, y quizá tocarle el hombro, para comunicarse.

Pero la inclusión laboral abarca otras condiciones o situaciones de vulnerabilidad. La discriminación y exclusión en el empleo y otros espacios es interseccional, puede ser por motivos raciales, étnicos, de género, por edad o por diversidad sexual. Es importante que los centros de trabajo tengan esto claro.

Rubí y sus transiciones

“Mira, éste era yo”. Rubí Gudiño me muestra la fotografía de un niño de poco más de un año, con pantaloncito y sudadera, que ya se sostiene de pie. Cerca de él, sentada en el sillón de la sala, su mamá lo observa.

“Primero creyó que era cuestión de niños, pero luego ella y mi papá se dieron cuenta que yo prefería las muñecas y las barbies”. Recibió varios regaños por eso y le ordenaban que “jugara como niño”, lo que sea que eso signifique. Pero el insistía y tomaba el maquillaje de su mamá, verse con labial y rubor le causaba felicidad.

En sexto año, “estaba muy enamorada de un niño”. Fue entonces cuando comenzó a cuestionarse por qué no le gustaban las niñas, como se suponía que debía ser. “Cuando entré a la secundaria tuve que guardar el secreto porque empecé a recibir bullying de los compañeros. Tú sabes que los adolescentes son difíciles”.

El bachillerato le mostró otras formas de vida. A los 16 años se vio inmerso en un ambiente confuso, donde la gente a su alrededor hablaba y oía pero, al mismo tiempo, lo comprendía en una dimensión: la de su sexualidad. “Tú eres gay”, le informaron. “Yo no sabía qué cosa era eso, no conocía sobre identidades de género”.

Una noche, con su nueva comunidad, salió a la Zona Rosa, en la colonia Juárez. En el viejo barrio queer Rubí Gudiño vio a “hombres vestidos de mujeres” y de inmediato se identificó. Es lo que yo quiero, me dije”, pero sus amigos le insistieron en que él era gay.

Terminó el Conalep, entró a trabajar, se quedó sin empleo un tiempo y luego volvió a Sacmex a dejar sus papeles. A la par de su proceso laboral Rubí libraba otro, el de su identidad de sexual. Mientras, el movimiento LGBT+ seguía ganando espacios, reconocimiento de derechos y haciendo llegar más información a la gente.

Todo eso Rubí lo fue reflejando poco a poco en su manera de vestir los fines de semana de paseo y, luego, también en el trabajo. “Empecé a probar y me ponía vestidos o blusas, me maquillaba. Hace cuatro años tomé la decisión de iniciar un tratamiento hormonal. Y cuando empezó la pandemia hice legal mi transición”, y cambió su nombre e identidad de género en su acta de nacimiento.

En el trabajo, sus compañeras y su actual jefe le han brindado apoyo. “Él es muy joven y, desde que llegó, me entendió super bien. Cuando me estaba recuperando de la operación del busto me dejó tareas que no me implicaran un riesgo para mi salud”.

Rubí Gudiño destaca que lo que ha logrado ha sido con mucho esfuerzo. “Las personas empleadoras tienen prejuicios o a lo mejor no saben cómo tratarnos y también tienen miedo de acercase, y eso impide que fluya una relación”.

Aclara que el avance requiere de ambas partes. “No es obligación de las otras personas aprender todo, nosotros también debemos acercarnos, por ejemplo, a pedir trabajo porque no somos menos que nadie, estamos al mismo nivel. Yo comparto lo que sé para que ustedes, que no tienen esta discapacidad, entiendan. Ojalá que podamos tender un puente entre comunidades para trabajar mejor”.

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