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Capital Humano

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Reforma laboral y T-MEC, los reactivos tras la nueva efervescencia sindical en el país

En los últimos años ha aumentado el número de conflictos sindicales impulsado, principalmente, por la creación de nuevas agrupaciones, el proceso de legitimación de contratos colectivos que marca la ley y la mayor injerencia del gobierno de Estados Unidos a través del acuerdo comercial de la región.

Ilustración EE: Nayelly Tenorio

Ilustración EE: Nayelly TenorioIlustración EE: Nayelly Tenorio

No es que antes no hubiera movimientos sindicales de democratización o emancipación, es que la mayoría eran apagados al primer chispazo. Investigadores y líderes gremiales coinciden en esa idea y en que la reforma laboral reactivó la efervescencia sindical en los últimos años.

Desde 2019, la formación de nuevos sindicatos, la caída de viejos líderes, la posibilidad de huelgas en sectores impensables, así como mayor vigilancia internacional, principalmente de parte de Estados Unidos, han sido constantes. Aunque no todos los dirigentes estén de acuerdo en que el nuevo modelo de justicia laboral y sindical sea el mejor.

El Tratado entre México Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que en realidad es el antecedente de la reforma, también está influyendo en el sindicalismo mexicano. La muestra es las tres quejas laborales interpuestas en menos de un año por Estados Unidos por posible violación de derechos de libre asociación sindical en las plantas de General Motors en Silao, Guanajuato; de Tridonex, en Matamoros, Tamaulipas, y de Panasonic, en Reynosa, Tamauilipas, todas ellas del sector automotriz.

Estamos viviendo “tiempos inéditos”, dijo hace unos días Luisa María Alcalde Luján, titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), en gira por Nuevo León. La reforma revolucionó la relación entre sindicatos, trabajadores y gobierno, señaló.

Pero en este nuevo escenario hay quienes no saben bien dónde pararse. “Al menos en General Motors (GM) Silao, es a la empresa a la que le está costando adaptarse y negociar, ahora sí, con los trabajadores”, dice Alejandra Morales, líder del Sindicato Independiente Nacional de Trabajadores y Trabajadoras de la Industria Automotriz (SINTTIA).

Esa organización surgió después de la reforma. Comenzaron rechazando la legitimidad de su Contrato Colectivo de Trabajo (CCT), cuya titularidad estaba en un sindicato afiliado a la Confederación de Trabajadores de México (CTM). Dicho proceso no existía y no todos los sindicatos están pasando la prueba. 

El SINTTIA es ahora el titular del contrato en Silao, en abril estuvo a punto de irse a huelga, pero al final logró la mayor parte de su pliego petitorio.

“Lo de GM Silao fue más político”, sostiene Ángel Celorio Guevara, coordinador jurídico nacional de la CTM. Desde la gestión de Donald Trump surgió un movimiento para que el capital se quedara en Estados Unidos y no viniera a México, y se señaló que “acá los sindicatos no protegen a los trabajadores”.

En Silao el personal repudió a su sindicato local “por el veneno que propagaron por todos lados contra la CTM”. Eso mismo pasó en Matamoros, Tamaulipas, “con el Movimiento 20/30”, asegura.

En Matamoros, en 2019, después de huelgas en varias maquilas, se formó el Sindicato Nacional Independiente de Trabajadores de Industrias y de Servicios (SNITIS). Además de la planta de Tridonex, ya ganó la titularidad del contrato colectivo en Panasonic.

El miércoles pasado, la Comisión del Trabajo y Previsión Social de la Cámara de Diputados aprobó un dictamen de reforma para sancionar a las empresas que obstaculicen la formación de sindicatos minoritarios o independientes. La propuesta es de la diputada Susana Prieto (Morena), abogada y cofundadora del SNITIS.

El desafío de los nuevos sindicatos

La “paz laboral” que presumían los gobiernos priistas escondía la represión, dice Cirila Quintero, académica del Colegio de la Frontera Norte (Colef) y estudiosa de los movimientos laborales. Pero las maquiladoras, la industria automotriz, minera y ferrocarrilera, entre otras, formaron una gran resistencia contra el control del Estado y las empresas, subraya.

“A finales de los años 80, con el proyecto neoliberal, la influencia del Estado disminuyó y la de los capitales subió. La ventaja competitiva para el país fue la mano de obra barata y los sindicatos no lo pudieron impedir. Eso y la falta de democracia demeritaron la imagen” de las organizaciones gremiales, dice Francisco Hernández Juárez, secretario general del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM) desde 1976.

Llegó la pandemia y “los sindicatos se sumieron en la inactividad”, considera Pedro Villegas, director del Centro Nacional de Promoción Social (Cenpros). Esa asociación está dedicada a la formación sindical.

Venían lidiando con la reforma laboral de un año antes, así que, en la crisis, “fueron coadyuvantes de la situación. No podían conquistar nuevos derechos”, sino medianamente conservar los ganados y, sobre todo, mantener las fuentes de empleo, agrega.

Con la reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) de 2019, “los trabajadores tenemos más herramientas para elegir qué sindicato queremos que nos represente o formar uno nuevo”, dice Alejandra Morales, secretaria general del SINTTIA.

“En estos momentos, los sindicatos son más necesarios y si no existen, hay que fundarlos”, apunta Pedro Villegas. Pero si quieren distinguirse y sobrevivir, deben “desarrollar conciencia de clase y conciencia política, alejándose del viejo sistema. Sólo los que informen, formen y organicen tendrán éxito”. 

Pero para Cirila Quintero, “la reforma laboral se construyó desde arriba, entonces, “la balanza sigue en favor de los empresarios”. Las organizaciones jóvenes se enfrentan a viejas estructuras e intereses y “no todos los dirigentes tienen experiencia o no tienen trabajo de base. ¿Cómo le harán para sumar a quienes querían estar con el antiguo sindicato?”.

Al generalizarse el actuar de los sindicatos se han borrado sus logros; peor, se ha alejado a la gente, dice Cirila Quintero. “No se puede hacer borrón y cuenta nueva, lo que se necesita es reconfigurar el sistema actual, que ha sido muy de líderes”.

“Si no se recuperara la credibilidad, difícilmente se aumentarán las membresías y no se podrá fortalecer al sindicalismo”, dice Francisco Hernández Juárez. Actualmente sólo una de cada 10 personas trabajadoras está afiliada a un sindicato, según el Observatorio del Trabajo Digno, por lo que la mayoría está en una mayor indefensión laboral.

Los profesionales de la mañana, como los califica Ángel Celorio, les han dejado “una fama pésima”. Aunque “no puedo negar que algunos (líderes cetemistas) se dedican a lo malo, vendiendo placas y extorsionando a empresas”.

Pero por la CTM, y otras centrales, “existe el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), el Infonavit, contratos colectivos con salarios dignos, e incluso el hecho de que las juntas de conciliación y arbitraje fueran tripartitas, algo con lo que la reforma laboral acabó”.

Relevos gremiales a la vista

La reforma laboral de 2019 ha sido “la mejor de los últimos 100 años”, dice Francisco Hernández. Se impulsó en el gobierno de Enrique Peña “por el interés del ingresar al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica”, que al final se frustró, y por el T-MEC. “Si no fuera porque la gente votó por este gobierno” la reforma no se hubiera concluido, considera.

“El nuevo gobierno federal respeta al sindicalismo, no tiene preferencia, cuando menos evidente”, dice el cetemista Ángel Celorio. Sin embargo, no coincide en que la reforma fue la mejor porque no se continuó con el sentido tripartita.

“La tutela del trabajador pasó al Poder Judicial al ser el que resuelve las controversias”. Con la progresiva desaparición de las juntas de conciliación y el nuevo modelo de centros de conciliación se deja fuera a los sindicatos, lamenta.

Para Pedro Villegas, por sí sola la reforma no creará democracia, pero “da la pauta para consolidar una lucha en los movimientos sociales. Será la organización de los trabajadores la que haga el resto”.

“Estoy absolutamente convencido de que el fortalecimiento de los sindicatos pasa por aplicar a plenitud las prácticas democráticas. Tengo demasiado tiempo en la dirigencia, es hora de un cambio. Hay cuadros suficientes y no será difícil sustituirme”, concede Francisco Hernández.

La reforma laboral prohíbe que los y las dirigentes se eternicen en el puesto. Pero los 46 años que lleva en la secretaría general, afirma, “han sido por voto universal y secreto, los compañeros me han dado su respaldo porque he cumplido con la misión que me encomendaron”.

Hace unas semanas, el STRM estuvo a punto de iniciar una huelga, no lo ha hecho desde 1985. Una manera de medir a los dirigentes es qué tantos abusos se han evitado de las empresas, qué salarios y prestaciones se han conseguido, dice. “Los telefonistas tenemos uno de los mejores contratos colectivos, una de las mejores jubilaciones, los promedios salariales más altos”.

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