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Las elegidas del futbol
¿Sabías que la Selección Femenil Mexicana fue finalista del Campeonato Mundial en 1971? El Economista charló con las jugadoras que lograron la hazaña fuera de los reflectores y con los recursos que podían obtener.
El día que la selección mexicana de futbol llegó a la final de un mundial había más de 100,000 aficionados presentes. Fue en el Estadio Azteca en 1971. Las imágenes de aquel día muestran el lugar colmado y, a lo lejos, diminutas, las 11 jugadoras con su uniforme verde.
“Somos las elegidas de la naturaleza, o de Dios”, dicen convencidas en su hazaña. Son las mujeres que de adolescentes ganaron para México un subcampeonato mundial de futbol. El agridulce clímax de aquella proeza fue el 5 de septiembre de 1971.
Pero sus historias comenzaron años antes, en las calles, en los llanos y con los niños. “¿Con quién quieres que juegue, si las niñas no le entran?”, replicaba Alicia Vargas cuando su madre la reprendía por andar con “puro escuincle”.
Alicia Vargas fue apodada la Pelé, comparándola con uno de los más grandes jugadores del mundo. Aunque ella, por sí misma, es una de las tres mejores del siglo XX, según la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Futbol (Concacaf, por su sigla en inglés).
Debutó a los 14 años en el club Guadalajara, formado en Ciudad de México. Aquel día entró casi al final del clásico contra el América, sin calcetas y con tenis prestados. “Me decían: ‘¡hey, tú, regresa, que eres defensa!’”.
Y en una de esas subidas “burlo a una, a otra, la conecto con Irene y ¡pa’dentro!”, contó con la energía de una quinceañera. Por ese tanto el equipo ganó y ella conquistó su ingreso al Chivas.
Ahora tiene 65 años, y está sentada junto a otras de sus cómplices en un café de la capital del país. Irma Chávez, Yolanda Ramírez, Lourdes de la Rosa y Vargas van de una anécdota a otra, armando el rompecabezas de los recuerdos. Todas iniciaron de niñas, jugando con sus hermanos o los amigos de la cuadra.
A De la Rosa la mandaban por las tortillas en su barrio de Iztapalapa, pero llegaban frías porque aprovechaba para echarse una cascarita. Chávez jugaba sin el permiso de su papá, en el pueblo La Colmena, Estado de México. Ramírez jugaba siempre en la portería, “quesque para que no me pegaran”, se burló.
Luego llegaron a diferentes equipos de la primera Liga femenil, formada a finales de 1969 con 16 escuadras. Entre ellas, el América, “la más organizada”, pero a la que Yolanda Ramírez se resistía a entrar, porque para jugar primero tenía que ser porrista del equipo de hombres.
Los uniformes que usaban a veces eran del equipo varonil. “Nos dejaban algunas playeras usadas que ya no querían”, narró Irma Chávez. Ella por muchos años jugó con tenis porque a su papá no le alcanzaba para comprarle unos tacos, la mayoría de ellas dependían económicamente de sus padres.
Los zapatos de futbol Manríquez, una empresa fundada en 1966, eran de los más económicos, comentó Alicia Vargas.
“Costaban unos 200 pesos, que para ese entonces no era barato. Pero otros valían 400, 500 pesos”, afirmó.
Las estrellas anónimas
Sus vidas iban entre la escuela, o el trabajo, los entrenamientos y los partidos del primer campeonato amateur. Era 1970. Y cuando en México se preparaban para recibir el mundial de balompié varonil, la Federación Internacional Europea de Futbol Femenil (FIEFF) organizaba el propio en Italia.
Ese torneo, al margen del oficial, el de la FIFA, fue el primero a nivel selecciones nacionales para mujeres. Pronto iniciaron las pruebas para elegir a las 16 futbolistas que representarían a México en la Coppa del Mondo.
“Mi papá estaba contento porque me escogieron, pero no me daba permiso de ir porque no tenía dinero. Aunque nos pagaban todo, pues, por cualquier emergencia”, relató Irma Chávez. Entonces, sus vecinas organizaron una tardeada y le juntaron 200 pesos para que llevara al viaje.
“¡Uy, entonces ibas lanuda!, ¡yo ni eso llevaba!”, la interrumpió la Pelé con una jovialidad de campeonato. Las 16 seleccionadas partieron casi en el desconocimiento total de la afición, con uniformes donados minutos antes de tomar el vuelo, y volvieron convertidas en estrellas. Traían el tercer lugar, tras derrotar a Inglaterra 3-2 en Turín.
Los reporteros se aglomeraron en el aeropuerto para recibirlas y tener la primera declaración de las futbolistas, algunas casi niñas. La menor tenía 14 años y las dos mayores 20. Las asediaban en sus casas, por teléfono, en los entrenamientos.
El éxito incentivó a empresarios para que al año siguiente, 1971, México fuera sede del segundo mundial. Las míticas adolescentes Pelé, o María Eugenia la Peque Rubio ya tenían un gran peso en la selección, pero se hizo una nueva convocatoria. “Nos dieron la oportunidad de demostrar que había más futbolistas capaces”, recuerda Lulú de la Rosa.
Tenía 16 años y mucha ilusión de jugar junto a sus heroínas. “En el último partido de las eliminatorias nos tocó contra ustedes”, les confiesa pestañeando como para enfocar el recuerdo. “Llevaba mi cuaderno para que me lo firmaran”. Las demás sonreían halagadas y La Pelé soltó: “¡Oh, ps pa’ que veas!”.
Cuando se vio en la lista no lo podía creer, cumplía un primer sueño. Luego vinieron otros antes de despertar. Ya en el mundial, las mexicanas vencieron a Argentina y de nuevo a Inglaterra. Según la prensa, volvieron locas a las italianas al dejarlas fuera de la final. El último partido lo disputarían con Dinamarca.
Las entradas se agotaron, como en los partidos anteriores. Había patrocinadores, hacían comerciales, firmaban artículos que los fans debían comprar, los afiches de Xóchitl, el personaje del mundial, y otros recuerdos se vendían como pan caliente.
Pero de eso, ellas nada veían. Bueno, “nos dieron tenis y uniformes decentes”, comentó irónica Irma Chávez. Aunque en realidad muchos eran los que sobraban de las categorías juveniles de hombres, a decir de la Pelé.
Sistema deportivo 1, mujeres 0
Alicia Vargas bajó el tono festivo que había tenido y dijo que los futbolistas Ramón Peña e Ignacio Basaguren, quienes “intentaban organizar un sindicato de jugadores, nos aconsejaron que era el momento, por el éxito que teníamos. Pedimos 1 millón de pesos para nosotras y el cuerpo técnico. Veinte personas en total”.
Y la respuesta fue “no dejarnos entrenar la semana previa a la final. Diario nos citaban a las 6 de la mañana y nada. Al llegar, nos veían y nos decían “regrésense”, lamentó Chávez. Encima, los reporteros les reclamaban por hacer esas peticiones siendo amateurs y lo peor: mujeres. “Pero las del show éramos nosotras y otros cobraban”, defendió la Pelé.
En el punto máximo de esta historia, las mexicanas llegan a la final del mundial con Dinamarca. En el desenlace, pierden 3-0. México, subcampeón.
“Hicimos mucho con lo que había”, afirmó Lourdes de la Rosa. “No es pretexto, pero no pudimos entrenar”, agregó Irma Chávez. A eso hay que sumar el ánimo que les había provocado tanta crítica.
Acostumbradas a los comentarios sin razón estaban. “El futbol no es para mujeres”, “su lugar es la cocina”, “consíganse marido”, “marimachas”, son algunos de los que cacharon. Porque en realidad ni los oían. “Nomás veíamos y escuchábamos futbol”, dijo Alicia Vargas.
Pero esta vez era diferente, era ir contra un sistema deportivo que, si no les reconocía derechos a los varones, mucho menos a las mujeres. “Nos tundieron, luego hasta (Víctor Manuel) Meléndez, el director técnico, dijo que jugábamos mal”, sostuvo De la Rosa.
Lo cierto es que las selecciones de Argentina, Alemania, Italia y Estados Unidos “comían de nuestra mano”, dice ufanada Yolanda Ramírez. “Dejamos una semilla que los directivos no aprovecharon”. Leonardo Cuéllar, quien dirigió a las mexicanas en dos mundiales y unos Juegos Olímpicos, “nada hizo por el futbol femenil”, opinó Chávez.
En diciembre del 2016 se creó la Liga Femenil de Primera División. “Pero no se pueden ver grandes resultados futbolísticos, ni de afición, porque la tuvieron abandonada tanto tiempo”, afirmó Ramírez.
“Es imposible que muchas puedan vivir del sueldo en sus equipos”, consideró Alicia Vargas. Si bien grandes empresas han comenzado a pagar patrocinios, “es un apoyo que queda muy corto para la situación económica que padecen”, agregó Irma Chávez.
Y los horarios en los que televisan los partidos son otro obstáculo para generar dinero, señaló. La brecha salarial que afecta a los hombres es peor para ellas, detalló la Pelé. Por ejemplo, un jugador que debuta en primera división puede ganar, “fácil, unos 50,000 pesos. Ni en sueños las muchachas podrían empezar con eso”.
Si vuelvo a nacer, lo volvería a hacer
Era todo para ellas, dice Alicia Vargas, la Pelé, ahora frente a una cancha en el deportivo Santa Cruz Meyehualco, en Iztapalapa. Sentada en las gradas vacías narró que después del segundo mundial hicieron giras, como selección, a diferentes lugares del país. Igual, sin percibir un salario.
Poco tiempo después ella se separó de ese grupo y regresó a su equipo, el Guadalajara. Y “los pocos que nos apoyaron nos olvidaron. Algunas seguimos jugando en la Liga, pero la prensa ya no nos cubría. Nos perdimos”. Y con ellas, el auge del futbol femenil.
Tomó algunos cursos para ser preparadora física y dio clases por 28 años en el deportivo de la alcaldía Azcapotzalco. Hace algunos años que está jubilada. “Me dediqué a trabajar y viajar”. Desde muy joven decidió no casarse.
Tenía 19 años cuando su novio José Luis, un ingeniero, le propuso matrimonio. “Él quería una casa, hijos. Y yo me sentía en plenitud, joven. Atarme a un hogar no era para mí”. Quizá era que no estaba lo suficientemente enamorada, sopesó. Pero luego volvió a la misma conclusión: “Es que el deporte te da otra mentalidad, otra forma de ver la vida”.
A cada una el futbol le dejó grandes satisfacciones, insistió. “Si nos preguntan a qué época nos gustaría remontarnos, sin pensarlo, repetimos la dosis. Era nuestra vida, todo lo demás pasaba a segundo término”.
Y aun con las dificultades que pasaron, “volveríamos ahí”, afirmó Lourdes de la Rosa. “Fuimos escogidas por la naturaleza, o por Dios, no sé”. Miró la cancha, luego las gradas, como si viera a los aficionados y oyera sus gritos. “Si hay reencarnación, que nos toque ser futbolistas otra vez”.