Las protestas y huelgas que marcaron a Brasil

Recife, Brasil. Brasil es un país acostumbrado a las protestas y manifestaciones de su gente en los últimos años. Michel Temer, vicepresidente de este país, explicó en mayo, tras una de tantas protestas por la organización del Mundial, que la razón de que cada vez sean más frecuentes este tipo de movimientos se debe a que en la última década cerca de 35 millones de personas se incorporaron a la clase media.

Ellos comenzaron a exigir servicios públicos y privados , explicó el gobernante. Sociológicamente es cierto el argumento de Michel, pero sin duda después de que el país anfitrión del Mundial comenzó a organizar el torneo fue cuando vinieron las manifestaciones más fuertes en la última década.

Las máximas muestras de inconformidad se habían dado en 2004. Abril Rojo fue el movimiento en el que se intensificaron las protestas del grupo denominado Sin Tierra, en el que 400,000 campesinos exigieron al gobierno cumplir su promesa de darles tierras para trabajar. Además, en esta manifestación se recuerda la matanza de 17 agricultores, en 1996.

Este tipo de protestas no se daba en tal magnitud desde hace poco más de una década cuando los miembros del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, descontentos por la reforma agraria, ocuparon el rancho de la familia del presidente Fernando Henrique Cardoso.

Ahora lo que desató el malestar en Brasil fueron los 11,500 millones de dólares que se ocuparon para organizar la copa. En junio del año pasado se registró la que fue denominada por las mismas autoridades la mayor huelga de la última década , en la que se involucraron 600,000 funcionarios públicos.

Tan sólo en Sao Paolo se contabilizaron a 70,000 inconformes en un movimiento que incluyó a 400 ciudades del país. En esa movilización, que duró 20 días, bautizada como Día Nacional de Lucha, tenía como objetivos la reducción de la jornada de trabajo y cambios en la ley sobre tercerización, así como reajustes a las pensiones de los jubilados, entre otras demandas, como los gastos excesivos para organizar el Mundial y el aumento de las tarifas del transporte público, que tras las protestas tuvieron que echar para atrás.

Un año atrás las voces que se habían escuchado iban en contra de la reforma política y de la corrupción. Esta segunda razón de descontento se manifestó el 7 de septiembre, día de la independencia de Brasil, en 58 ciudades.

En medio de las olas de protestas, que si bien por momentos no han sido tan intensas no han desaparecido, la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, quien en su campaña prometió luchar por los más pobres en el país, para que todos tuvieran las mismas oportunidades, mediante un anuncio por televisión criticó a quienes no apoyan la organización de la copa del mundo.

Los pesimistas que no apoyaban la organización de la copa ya entraron perdiendo a este partido. Fueron derrotados por el trabajo y la lucha de quienes nunca se rindieron , sentenció Rousseff, quien pidió a su pueblo apoyar y disfrutar el Mundial. Lejos de ello, una encuesta del Pew Research Center reveló que 72% de los habitantes brasileños están desilusionados con el Mundial .

El descontento hacia el gobierno de Dilma Rousseff se debe al alto costo que se pagó por albergar la copa del mundo, y a que en ciudades -como Natal y Brasilia- donde no hay equipos de primera división se han gastado hasta 900 millones de dólares en un solo estadio, como es el caso de la primera sede. Al final costó casi el triple de la cifra que se habían planteado en primera instancia.

Pese a la molestia de Rousseff, y aunque la justa mundialista transcurre sin episodios qué lamentar, ha sido imposible erradicar las protestas que han alcanzado a empañar la copa.