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Pablo Hermoso demostró su grandeza ayer en La México

Cuando caballo y jinete se vuelven uno solo e interpretan el arte de Marialva en toda su grandeza, surge el toreo bueno, ese que sólo el mejor rejoneador del mundo puede lograr y de qué manera.

Cuando caballo y jinete se vuelven uno solo e interpretan el arte de Marialva en toda su grandeza, surge el toreo bueno, ese que sólo el mejor rejoneador del mundo puede lograr y de qué manera.

Pablo Hermoso de Mendoza salió con Curro, caballo sobre el que inicio la colocación de rejones de castigo, para después cambiar a Chenel que le sirvió en banderillas y para lidiar por todo el circuito del redondel, llevando encelado a Peluquín de Los Encinos, toro que abrió plaza y que tuvo calidad y recorrido.

Con Ícaro puso banderillas y para culminar su obra de por sí magistral, realizó la suerte del tercio de banderillas cortas y más florituras montado en Pirata, caballo alazán y mexicano con el que también intentó colocar el rejón de muerte, mismo que desgraciadamente dejó desprendido y trasero para saludar en el tercio al término de su labor.

Con Doble Letra, otro ejemplar de Los Encinos, que además de calidad y recorrido tuvo nobleza, inició sobre las ancas de Saramago para los rejones de castigo y debutó a Manolete, que mostró el sello de la casa al torear casi por sí solo.

El regreso de Paranegra, valiente corcel que fue cornado en Las Ventas y sobre el que puso banderillas al quiebro, lo realizó de forma espectacular, llevó encelado al burel y de paso logró que la montura diera tres vueltas en redondo frente a la cara de su enemigo y hasta se dio el lujo de repetir la suerte.

Para poner fin a su labor, nuevamente sacó a Pirata, sobre el que malogró la colocación del rejón mortal.

Rodolfo Rodríguez el Pana y Pepe López no tuvieron material a modo. El Pana no se confió nunca, su primero estaba reparado de la vista, casi ciego y fue devuelto luego de rematar en un burladero y despitorrarse.

El primer reserva de la ganadería de Ordaz salió soso y terminó por rajarse, lo cual evidenció las carencias técnicas y físicas del sexagenario matador. Con su segundo nuevamente abrevió y la gente se metió duro. Pepe López enfrentó un manso peligroso y al final saludó en el tercio. Con el segundo, otro burel sin bravura, abrevió para escuchar palmas.

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