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Economía

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Jackson Hole, una oportunidad para los bancos

Ofrece una plataforma para romper con el pasado reciente y sentar las bases de una política monetaria menos generosa.

¿Cuál es el pez más importante en la banca central? La trucha. A principios de la década de 1980, la Reserva Federal (Fed) de Kansas intentaba atraer a los economistas a su conferencia anual y se le ocurrió la idea de celebrarla en Jackson Hole, Wyoming, porque la perspectiva de una pesca de trucha excelente podría atraer al entonces presidente de la Fed, Paul Volcker (un aficionado a la pesca). La estrategia funcionó, y desde 1982 la conferencia de la Reserva Federal de Kansas se ha celebrado en Jackson Hole, una ciudad de apenas 9,000 habitantes.

La conferencia es famosa a nivel internacional, atrae a numerosos banqueros centrales y muchas de sus declaraciones son seguidas de cerca por los mercados. Sin embargo, si Volcker asistiera a la conferencia de este año que empieza el jueves, es muy posible que mirara con recelo las acciones de los banqueros centrales contemporáneos.

Volcker trituró la inflación, subió las tasas de interés a 20% y podemos sospechar que creía que los inversionistas y las economías tenían que asumir las consecuencias de sus actos. Es muy posible que él y otros dijeran que la suavización constante de los mercados con la expansión cuantitativa y sus consecuencias (es decir, las tasas de interés negativas) están empezando a crear riesgos y desequilibrios en los sistemas económicos financieros y políticos. También podrían señalar que aunque la inflación no es evidente en el precio de los servicios, sí lo es en el de los activos.

Los mercados financieros prestarán gran atención al estado de ánimo y a las declaraciones que se hagan en Jackson Hole.

La principal cuestión será la sensación que den los bancos centrales sobre todo la Reserva Federal, El Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de Inglaterra de que se están dirigiendo conjuntamente hacia el final de la expansión cuantitativa. Si ocurriera esto, un cambio coordinado aunque gradual en las mentalidades de la banca central, probablemente subirían las rentabilidades de los bonos y la volatilidad general del mercado aumentaría de forma continua con respecto a los bajos niveles actuales. En general, los inversionistas estarían más dispuestos a proteger las ganancias obtenidas a principios de año y las acciones estadounidenses serían vulnerables.

Esta medida de los banqueros centrales también podría ser una prueba de que están dispuestos a dejar que los gobiernos, en lugar de sus propios balances, asuman los riesgos políticos y geopolíticos. Pero debido a las elevadas tensiones con Corea del Norte, a los problemas comerciales crecientes entre China y EU y, sobre todo, al debate sobre el techo de la deuda en Washington, los banqueros podrían posponer cualquier forma de normalización hasta que la costa esté despejada.

El evento de Jackson Hole constituye una oportunidad para establecer una estrategia más firme que dé lugar a que los políticos electos en lugar de los tecnócratas lleven a cabo la labor de la formulación de políticas.

Pero si los banqueros centrales no presentan una visión aparentemente coordinada, el centro de atención de los mercados podría recaer en Mario Draghi. Dado que el riesgo político está disminuyendo en Europa y que el BCE ha declarado el fin de la deflación la tendencia en los mercados de divisas ha sido comprar euros dado que el BCE no ha tomado medidas para frenar su alza. Pero si el dólar sigue débil, Draghi y su equipo podrían preferir la pesca de la trucha en Jackson Lake que ser interrogados por los medios.

Aunque la conferencia de este año ofrece a los banqueros centrales una plataforma para romper con el pasado reciente y sentar las bases de una política monetaria menos generosa, también podría constituir un punto de inflexión en el cambio de guardia en la banca central. A principios del próximo año es probable que la Fed tenga un nuevo presidente. Sea quien sea, tal vez tenga que admitir que una política monetaria más vinculada a reglas sea el precio político a pagar por su nombramiento.

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