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El Empresario

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¿Cómo ser innovador en la nueva normalidad?

La nueva normalidad que ha dejado la pandemia del Covid-19, obligó a las empresas a transformarse de forma radical y sobre todo, a innovar como nunca lo habían hecho, pero ¿cómo hacerlo ante las circunstancias que vivimos?

La nueva normalidad que ha dejado la pandemia del Covid-19, obligó a las empresas a transformarse de forma radical y sobre todo, a innovar como nunca lo habían hecho, pero ¿cómo hacerlo ante las circunstancias que vivimos? Lo principal es comenzar por la digitalización de la empresa.

Víctor Esquivel, socio director general de KPMG en México y Centroamérica, explica que el cliente y sus preferencias han modificado sustancialmente distintos mercados, convirtiéndose en el catalizador la transformación digital.

“Si bien en diversos sectores la revolución digital venía manifestándose desde años atrás, para una gran cantidad de modelos de negocio que se habían limitado a realizar mejoras marginales para seguir operando, la pandemia favoreció que se enfocaran en el ambiente totalmente digital”, detalla.

En este sentido, como parte de la transformación, cada empresa necesita incorporar la tecnología más adecuada para lograr sus objetivos estratégicos, modificando o replanteando su modelo de negocio para concentrarse en las necesidades del cliente.

La mejor forma de sortear la incertidumbre consiste en fortalecer los esquemas de innovación y seguir incrementando la rapidez con la que el negocio se adapta a la nueva realidad. De hecho, durante la pandemia se aceleró la transformación digital mediante la adopción de nuevas tecnologías en nueve de cada diez empresas (87%).

Dichos esquemas innovadores, añade, contemplan actividades estratégicas como la implementación de nuevos marcos de gestión a gran escala; mejoras en los modelos de operación; mayor enfoque en las fuentes alternativas de ingresos y en la experiencia digital del cliente, tendencias que se observan al exterior de las organizaciones y que la Alta Dirección debe tener en cuenta para asegurar el crecimiento de la empresa a corto y mediano plazo, así como una mayor participación de mercado.

“El liderazgo de la empresa tiene la responsabilidad de ser cada vez más ágil y resiliente, pues en la nueva realidad deben evaluarse continuamente las estrategias de negocio y mantener una gran apertura para redefinir constantemente las prioridades”, resalta Esquivel.

Por ello, más que nunca, es necesario un enfoque de pensamiento exponencial, reconociendo que la pregunta no es “¿Cómo volver resiliente tal o cual modelo de negocio?”, sino reconocer que si una determinada pauta está expuesta a demasiados riesgos que podrían comprometer su sostenibilidad, es necesario prever cuál sería un mejor camino y realizar los cambios necesarios en la agenda para mejorar las expectativas de éxito.

¿Se acabó la planeación?

La apertura y la flexibilidad conducen a emprender acciones estratégicas, susceptibles de adecuarse a las condiciones cambiantes del mercado.

Esquivel resalta que en el pasado, los planes se basaban en la rigidez y la claridad sobre el rumbo que debía tomarse. Actualmente, las organizaciones se enfocan en cómo gestionar lo que está por venir en los meses más inmediatos, aprovechando las oportunidades y sorteando los retos conforme se van presentando, pues tanto las amenazas como las coyunturas favorables van moldeando la planificación.

“¿Estamos ante el fin de la era de la planeación? No de la planeación, pues siempre es necesaria una mínima previsión del futuro, por más disruptivo que sea; pero sí de los planes rígidos, anclados en logros del pasado, que no se atreven a cuestionar los supuestos sobre los cuales podría sostenerse una nueva estrategia”.

Las organizaciones que se limitan a reaccionar a los cambios incrementan sus posibilidades de perecer. Por ello, es necesario desactivar el piloto automático y tomar el control de la nave, evaluando constantemente qué funciona y qué no.

En el pasado, los factores exógenos o externos a la organización permanecían constantes durante más tiempo. Esto permitía que el rumbo estratégico definido por el liderazgo de la empresa se mantuviera sin cambios y la fuerza laboral pudiera enfocarse en la ejecución de tal directriz.

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