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El Empresario

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Emprendedores de la cultura

Es vital apuntalar el talento artístico y cultural del país, como valor agregado único en su tipo.

Como lo describió por primera vez Adam Smith, la riqueza de las naciones estuvo vinculada desde tiempos inmemoriales al crecimiento económico que logra una nación a través de la división del trabajo, mediante la producción de bienes con valor de cambio que pueden ser intercambiados con otras naciones.

Posteriormente, David Ricardo perfeccionaría la tesis de Adam Smith y crearía la teoría de las ventajas comparativas en la que definía como factores cruciales la abundancia de recursos naturales y una adecuada dotación de factores de la producción. Ricardo sostenía que si el país A produce un bien con un menor costo que el país B, entonces al país B le convendrá más comprar ese bien que producirlo.

A lo largo de la historia conocimos numerosos ejemplos de países que gracias a sus ventajas comparativas dominaron el comercio y la industria de determinados productos. La seda china, las alfombras persas, el marfil de la India y la plata mexicana son algunos ejemplos de dichas ventajas, que en su momento reportaron fuertes ingresos para los países productores.

Construyendo ventajas

Con el tiempo, las naciones aprendieron incluso a ir construyendo ventajas en productos y sectores en los que la madre naturaleza no les había dado una ventaja natural en relación con los demás países.

Esas ventajas se construyeron con base en la tenacidad, la especialización, el incremento de la productividad y la capacidad de innovar y mantenerse a la vanguardia de la producción de ese tipo de bienes.

Nacieron así las ventajas competitivas, con las cuales las naciones pudieron competir y aventajar a otras gracias a una mayor especialización. Hoy, las ventajas comparativas han perdido relevancia, sobre todo ante las grandes ventajas competitivas que los diversos países han desarrollado y fortalecido.

Alto valor agregado

La vocación de los países avanzados, gracias a esas ventajas competitivas, se sitúa, sobre todo, en los bienes de alto valor agregado. La manufactura ha decrecido su importancia y son ahora las industrias del conocimiento, llamadas también limpias, las que han aumentado fuertemente su importancia.

En ese contexto y ante la competencia global actual deberíamos volver los ojos hacia las ventajas comparativas originales de México. No me refiero al petróleo o la plata, sino al patrimonio artístico, cultural, histórico y natural del país, una ventaja comparativa contra la que no tenemos rival.

La herencia

La herencia cultural de México es reconocida en el mundo, al igual que su capacidad para atraer turismo gracias a su privilegiado patrimonio histórico y natural.

Transformar a los emprendedores culturales en una fuerza innovadora capaz de generar crecimiento económico es uno de los retos más interesantes de México en los próximos años.

Ningún otro sector o industria puede igualar el potencial que presenta este renglón para el crecimiento económico de México y que hasta el momento es casi virgen.

Busquemos pues impulsar emprendedores culturales, no perdemos nada y podemos ganar mucho. Ellos podrían ser quienes finalmente ayuden a México a recobrar el posicionamiento y la competitividad perdidos.

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