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La trampa de rodearte de "personas de confianza"
"Esta falsa creencia de que la lealtad debería ser el principal criterio de promoción es tentadora y hasta romántica, pero ¿es la mejor decisión para tu organización?"
Cuando se trata de promover a alguien a una posición de liderazgo, a menudo nos encontramos atrapados en la encrucijada entre la lealtad y la capacidad. Muchas veces, sin darnos cuenta, caemos en la trampa de colocar en posiciones de liderazgo a las personas no adecuadas debido a la falsa creencia de que son "personas de confianza".
Esta falsa creencia de que la lealtad debería ser el principal criterio de promoción es tentadora y hasta romántica, pero ¿es la mejor decisión para tu organización? ¿O es la razón que está limitando el crecimiento de tu equipo por la falta de talento?
Diversos estudios indican que el talento y los buenos colaboradores abandonan a los malos líderes, pero no se cuestiona cómo llegan estos líderes a sus posiciones. Según un estudio de Penn Schoen Berland y la Universidad de Georgetown, 56% de los jefes tiene un "favorito" para un ascenso antes de iniciar el proceso formal. Ahora, dejando los datos duros de lado, te cuento cómo me tocó vivirlo.
Recuerdo que cuando me promovieron a mi primera dirección de ventas tuve que decidir quién asumiría la gerencia que dejaba y que me reportaría. Siguiendo mi filosofía de desarrollar personas, elegí a alguien que ya me reportaba y que operaba una de las regiones más grandes. Su personalidad me funcionaba y hasta éramos amigos.
Me conté la historia de "estoy desarrollando a mi equipo; además, no me arriesgo”, omitiendo que estaba limitado en sus habilidades de liderazgo y estrategia. Al principio me despreocupé porque estaba a cargo mi “persona de confianza”, pero no pasó mucho tiempo para el surgimiento de los focos rojos.
Tras una revisión a detalle me di cuenta de que me había equivocado. Los resultados eran desastrosos. El equipo perdió dirección y motivación, nadie me decía nada porque sabían de mi amistad con él y eso empeoraba la situación. Finalmente, el proyecto fracasó.
La culpa fue mía, porque sabía desde el inicio que la persona en cuestión no tenía las tablas y no hice lo que pensé: ayudarlo. En lugar de eso, lo abandoné porque me era cómodo. Por suerte, los resultados en las otras áreas en las que me había enfocado venían tan bien que me permitieron compensar el hueco, pero perdimos tiempo, hubo desgaste y hasta se perdió la amistad.
Esta experiencia me enseñó que la lealtad, aunque importante, no puede ser el único criterio de promoción, y que la “confianza” que buscamos es una falsa seguridad que nos da comodidad porque al fin encontramos a “alguien que no me roba”, “que es una tumba”, “que no refuta”, “que obedece ciegamente” y que “hasta es mi psicólogo en los momentos de crisis”.
Por eso, cuando hallamos a esta “joya perdida”, la metemos al negocio y casi siempre la promovemos a posiciones de liderazgo. Olvidamos que promover a líderes basándonos en la lealtad o en atributos que nos dan seguridad, en lugar de la capacidad, limita el crecimiento y eficacia del equipo. Esta práctica perjudica al negocio y la moral de empleados capacitados, quienes perciben que su progreso depende de su amistad o lealtad hacia el jefe, y no de su verdadero talento.
Por lo contrario, entendí que promover a individuos basándonos en capacidad y potencial garantiza un equipo competente y preparado; y que líderes capacitados inspiran confianza, toman decisiones informadas y fomentan un entorno productivo.
También sé que modelar un equipo es crucial, y eso implica la selección de líderes. Es esencial implementar evaluaciones objetivas de habilidades y potencial de liderazgo. Considera utilizar herramientas de evaluación del rendimiento y el potencial, y busca feedback de múltiples fuentes antes de tomar una decisión.
Recuerda que ignorar la capacidad a favor de la lealtad puede llevar a una falta de innovación, baja moral entre colaboradores con alto potencial y una pérdida de competitividad. A largo plazo, puede resultar en una fuga de talento y en el estancamiento de la organización.
Te reto a que reevalúes tus criterios de promoción. Pregúntate: ¿estoy eligiendo a líderes por su capacidad para guiar y crecer, o solo por su lealtad? Considera el impacto a largo plazo de tus decisiones y cómo afectan el futuro de tu equipo y organización.
No dejes que la lealtad nuble tu juicio. Promueve a las personas correctas, aquellas que tienen la capacidad y el potencial de llevar a tu equipo al siguiente nivel. Transfórmate en un líder de impacto que sabe reconocer y valorar el verdadero talento. ¡Hasta la próxima!