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CDMX arrancará programa piloto para tener dispensadores rellenables

Se trata de una visión transformadora desde la oferta y la demanda para la reducción de contaminantes plásticos. “Es regresa a lo básico, romper la ley del menor esfuerzo, tampoco es inventar el hilo negro”, asegura Cynthia Méndez, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

Está por consolidarse un programa piloto para la introducción de envases reutilizables y rellenables en supermercados de la Ciudad de México, esto con la finalidad de que estas opciones se vuelvan verdaderamente masivas. Lo anterior es gracias a la alianza entre el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), el Foro Económico Mundial y la empresa chilena Algramo, quienes unieron esfuerzos para mitigar la contaminación por plásticos en la capital mexicana.

La alianza de estos tres organismos es impulsada por la Asociación para el Crecimiento Verde y los Objetivos Globales 2030 (P4G por sus siglas en inglés) quien apoya la incubación de asociaciones sociales-público-privadas innovadoras para impulsar un crecimiento económico sostenible.

Para hablarnos con mayor detalle, Cynthia Méndez, coordinadora de ciudades sustentables en WWF México, platica a El Economista que se trata de un proyecto que busca transformar totalmente lo que producimos y consumimos.

“El problema del plástico se ha vuelto una verdadera crisis, durante los últimos años se han documentado estas olas de plástico que en el mar son muy evidentes, pero también nuestros otros ecosistemas se ven afectados, tan solo en los tiraderos a cielo abierto hay un efecto negativo en la contaminación de suelos, agua y calidad del aire; el impacto en la salud humana, en los ecosistemas y la pérdida de biodiversidad es severo y desgraciadamente no estamos atendiendo de forma integral”.

Dijo que lo importante es entender que es un problema global y deberíamos estarlo tratando de esta misma forma, es por eso que este proyecto busca a través de la iniciativa No Plastics in Nature (no más plásticos en la naturaleza) evitar que haya fugas de plástico a los ecosistemas naturales, eliminarlas por completo para 2030, “esto nos deja solo 8 años para llevarlo a cabo, es muy poco y complicado, pero por ello se buscan proyectos transformacionales”.

“Lo que estamos fomentando es que existan estos servicios para poder rellenar las botellas muchas veces”. Esa es una de las cosas más importantes, porque tampoco se trata de ver a las botellas de plástico como el enemigo, pues  se trata de un material muy durable y es precisamente esa característica la que no estamos explotando.

La idea es llevarlo además a gran escala, donde las grandes marcas verdaderamente  transformen su forma de producir y vender. “Ellas son quienes tienen mayor impacto, hay ciertos mercados que ya lo hacen, pero está limitado a ciertos mercados y a un impacto menor. Con este proyecto buscamos atraer a las grandes empresas para que verdaderamente transformen su forma de vender ”.

Hay que entender también que el éxito de este proyecto depende mucho de la demanda, que como consumidores estemos dispuestos a llevar nuestra botella para rellenarla, “recordemos que hoy estamos pagando el costo de las botellas que acaban en la basura y con efectos adversos”. Este proyecto entonces se vuelve una forma de exigir y colaborar con el sector privado, para que nos vendan el producto que necesitamos y no el contenedor. “Aquí es donde entran las grandes marcas y empresas distribuidoras, grandes supermercados”.

Otra ventaja es que las botellas que se pretende utilizar son moldeables y cuentan con un chip que da información a los productores, pero también a los consumidores, para saber cuántas botellas de plástico se han ahorrado, es decir, el impacto positivo hacia el medio ambiente y el gasto de bolsillo, incluso se pueden generar incentivos después de tantas recargas. “Hoy toca demostrar que todo esto es económicamente viable y para ello se está arrancando este piloto”. La empresa que alojará este proyecto piloto es Walmart.

El ejemplo chileno

Algramo es una empresa emergente chilena que desarrolló la tecnología para poder cambiar la forma en la que consumimos algunos productos, es decir, que nuestro shampoo, crema o jabón, tengan envases que normalmente son de un solo uso no se vayan a la basura.

Este proyecto surgió como una iniciativa social que buscaba ayudar a la gente de menores recursos, los creadores se dieron cuenta de que la gente que compraba en volúmenes más pequeños pagaba más, es decir por gramo, de ahí el nombre.

La idea fue crear máquinas dispensadoras para las tienditas de la esquina (las tiendas de barrio), ahí se expendían productos de la canasta básica. Luego salió a la luz el beneficio ambiental, lo que los llevó a pensar en otra escala.

Hoy tienen pilotos ya en supermercados de Chile y ya trabajan en el tema regulatorio para que este tipo de estaciones sea obligatorio en los centros comerciales, también se busca extender los beneficios a otras latitudes, esto ya existe en Estados Unidos, Indonesia y próximamente en Reino Unido y México.

Méndez concluye que esto no es promover una marca, sino el sistema y la forma de consumir. Incluso toca políticas públicas, pues en la Ciudad de México se trabaja junto con el gobierno para impulsar la Ley de Economía Circular y que se incluya en los reglamentos los sistemas de refil como una alternativa, incluyendo incentivos para las empresas que los adopten.

nelly.toche@eleconomista.mx

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