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Se lo llevó el viento: atractivo de México para la inversión de Iberdrola se esfumó
Por el contrario, en el último lustro la inversión global de la compañía creció 82% y en algunos mercados, como el brasileño, incluso se cuadruplicó.
La desinversión de casi 80% de sus activos en México solo representó para Iberdrola el epítome de una tendencia que se consolidó en los últimos tres años: la pérdida paulatina de protagonismo del país en sus planes de inversión.
De acuerdo con su último Informe Integrado, la empresa energética española realizó desembolsos de capital en México por 257 millones de euros en el 2022, cifra que equivale a apenas 2.4% de la inversión bruta global de la firma ese año, su mínimo de cuando menos una década.
La cifra resulta lejana al récord de los 1,018 millones de euros que desembolsó en el 2017, que contribuyeron con 17.3% del gasto de capital de la compañía en el mundo en ese momento.
También lo es de los casi 900 millones de euros gastados el año siguiente, el 2018, cuando la participación mexicana todavía fue significativa, con una cobertura de 16.9% en el portafolio geográfico de inversiones de la firma.
De ahí en adelante, el declive inversor fue notorio:
- 486 millones de euros en el 2019
- 449 millones en el 2020
- 244 millones en el 2021
- 257 millones el año pasado.
La caída acumulada desde el 2017 es de 75%, período en el cual, por el contrario, las inversiones globales de la empresa crecieron 82 por ciento.
En algunos de sus mercados, como Brasil —donde esta semana la compañía anunció de la mano del presidente Lula da Silva una inversión de 5,800 millones de euros para los próximos tres años— las inversiones se cuadruplicaron para llegar a 1,858 millones de dólares.
El declive mexicano coincide con el cambio de la política energética del actual gobierno, que pasó de un enfoque de expansión de la capacidad de generación con criterios de mercado a uno centrado en favorecer la participación de la empresa dominante estatal, en este caso la Comisión Federal de Electricidad (CFE).
Esto se tradujo en medidas como la cancelación de las subastas eléctricas, un mecanismo a través del cual empresas generadoras —como Iberdrola— competían por contratos de venta de energía de largo plazo con suministradores eléctricos (principalmente la CFE), ofreciendo los menores costos de generación posibles.
O como las negativas de la Comisión Reguladora de Energía (CRE) de otorgar permisos para la migración de centrales de generación que trabajaban bajo el esquema de autoabasto eléctrico, al régimen del mercado eléctrico mayorista (lo cual ocasionó que quedaran paralizadas algunas plantas de Iberdrola).
Sin olvidar la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica del 2021, que estableció un nuevo orden de despacho eléctrico que da prioridad a la carga de electrones producidos por la CFE y eliminó la regla de que la energía más barata se despacha primero, lo cual perjudica a generadores con costos de generación bajos, como los de tecnología solar, eólica o de ciclos combinados eficientes.
Porque si bien estos cambios legales se mantienen frenados debido al trámite de controversias ante el poder judicial, han ocasionado un clima de incertidumbre jurídica que ha desalentado la inversión privada en el sector eléctrico, lo cual puede verse en el desplome de los indicadores que dan cuenta de la construcción de nueva capacidad de generación.
Desde su pico en el 2016, el valor de la producción del sector constructor en el ramo de electricidad y telecomunicaciones —medido en pesos constantes del 2013— se redujo 73%, al pasar de 32,411 millones a 8,724 millones de pesos en el 2022, de acuerdo con cifras de la Encueta Nacional de Empresas Constructoras del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (Inegi).
El sol se ocultó
En poco tiempo, el entorno para la inversión privada en el sector eléctrico se nubló. “La reforma energética (del 2013-2014) es un horizonte de oportunidades para México”, decía un optimista Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, en un post en la web del World Economic Forum (WEF) en octubre del 2016, un año antes de que la empresa registrara en el país su inversión histórica.
En ese texto, Sánchez Galán celebraba la agenda reformista del expresidente Enrique Peña Nieto y daba cuenta del impulso de la reforma eléctrica para la descarbonización y el cumplimiento de los compromisos de los acuerdos de los acuerdos de París, celebrados recién un año antes.
“México progresa en esa dirección. La reforma energética anunciada por el presidente Peña Nieto en 2013 –incluida en una amplia y ambiciosa agenda reformista que comprende diferentes áreas sociales y económicas– es un ejemplo único de transformación ágil e integral de un sector energético”, decía Sánchez Galán.
Casi siete años después, el mismo Sánchez Galán dijo ante el presidente Andrés Manuel López Obrador: “Hemos entendido cuál es la política energética de su gobierno y esa política nos ha llevado a buscar una situación que sea buena para el pueblo de México y que al mismo tiempo cumpla con los intereses de nuestros accionistas”.
Las palabras fueron pronunciadas el pasado 4 de abril, en Palacio Nacional, día en que el gobierno mexicano y la empresa anunciaron el acuerdo para el traspaso de 13 plantas de generación con una capacidad conjunta de 8,539 megawatts (MW), por casi 6,000 millones de dólares.
México, fuera de los planes
La operación solo vino a confirmar algo que ya podía intuirse al ver los planes de inversión de Iberdrola confirmados por la empresa en febrero pasado, cuando presentaron la última edición de su Informe Integrado, en el que México mereció menciones marginales.
En el documento la empresa ratificó lo que había anunciado desde noviembre del 2022: su intención de invertir 47,000 millones de euros para el período 2023-2025, con la expectativa de mantener esa tendencia hasta el ejercicio 2030.
“En los próximos tres años vamos a acelerar nuestro crecimiento, promoviendo los principales vectores de la transición energética: las redes eléctricas, columna vertebral del sistema energético, a las que destinaremos 27,000 millones de euros; y las energías renovables, con más de 17,000 millones de euros en inversiones. Estas inversiones impulsarán nuestra presencia en los Estados Unidos, Europa y Latinoamérica, aumentando nuestra presencia con nuevas inversiones en Alemania, Francia o Australia”, dijo Sánchez Galán en su carta a los inversionistas.
Sobre México no hubo ninguna mención en especial. Tampoco sobre Brasil, pero en las últimas dos semanas los anuncios de la empresa sobre estos países dejaron claras las prioridades de su capital.