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Finanzas Personales

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Los efectos de la credulidad y el escepticismo en nuestras decisiones financieras

En una compra se corre el riesgo de creer lo que se nos diga, aun cuando la lógica invita a ser incrédulos.

La credulidad es creer con poca evidencia, sin evidencia, o en contra de la evidencia.

Tryon Edwards, teólogo estadounidense

Existen muchas pruebas que muestran que los seres humanos actuamos con frecuencia de una manera crédula.

Distintos experimentos y la propia experiencia muestran que las personas tendemos en principio a creer la información que se nos presenta, particularmente cuando se trata de información nueva, la cual recibimos sin un contexto previo determinado; somos propensos a incrementar el nivel de credulidad sobre la misma.

Sin embargo, existen personas que se precian por el contrario de ser cuestionadores frente la información y mantener por lo tanto una actitud de descreimiento y escepticismo frente las argumentaciones que se les presentan.

En estos casos encontramos, sin embargo, más que una postura crítica de incredulidad, una condición de credulidad, pero expresada en argumentos, información o visiones opuestas a aquellas de las que dicen desconfiar.

La credulidad en las decisiones está relacionada en el fondo con la percepción que tenemos acerca de qué tan frecuente (y con qué fin) las personas mienten.

Distintas investigaciones muestran que los seres humanos mentimos constantemente y por distintos motivos, que pueden ir desde la necesidad de reforzar la percepción de autoestima frente a nuestro entorno, hasta la búsqueda específica de ganancias particulares a costa de otros.

De tal manera, cuando creemos que los demás no mienten frecuentemente o que no lo hacen predominantemente con el afán de crear una ganancia a costa de nosotros, tiende a prevalecer la credulidad.

En investigaciones como Propaganda and Credulity , de A. Little de la Universidad de Cornell, se describe cómo la credulidad no es un tema de carencia de información adecuada y puede estar condicionada por otros factores.

Cuando se trata de decisiones financieras, la credulidad se centra en qué tanto tomamos una decisión creyendo en la información que recibimos acerca de la misma y, sobre todo, de los beneficios implícitos o explícitos que podemos obtener.

De esta manera, cuando se nos ofrece algún producto financiero o en general una compra cualquiera, podemos creer plenamente los datos que recibimos acerca de las condiciones de contratación, aun cuando la lógica misma nos debería volver incrédulos; por ejemplo, cuando compramos un producto que promete hacernos bajar de peso usándolo cinco minutos al día o un producto financiero que ofrece un altísimo rendimiento sin riesgo.

Particularmente, tratándose decisiones financieras, la credulidad cuando es guiada por un entusiasmo no dimensionado puede ser un peligro, porque puede llevarnos a omitir el análisis de las implicaciones existentes o las afectaciones negativas posibles.

En la contratación de una deuda, por ejemplo, podemos decidir creer la información que se nos presenta, motivados por la compra misma de un producto, dejando de ver los riesgos relativos a aspectos como el cobro de intereses que harían crecer la deuda de una manera desproporcionada; tal como ocurre con los créditos de algunas casas comerciales con elevadísimas tasas de interés o vinculados a pagos aparentemente mínimos, que pueden devenir en el crecimiento descontrolado del endeudamiento.

Por otro lado, el escepticismo, cuando simplemente se refiere a creer de forma absoluta la posición contraria sin estudio alguno, implica también una forma de credulidad.

De esta manera, existen personas que se describen como escépticas y desconfiadas de todos los productos o servicios financieros argumentando posturas que no han examinado. Ello implica también perder oportunidades y el deterioro del patrimonio financiero.

Como en casi todos los ámbitos de la conducta humana, los extremos generan distorsiones.

La credulidad absoluta sin información y cuestionamiento, al igual que el escepticismo absoluto de una visión determinada (casi siempre acompañada de credulidad sobre lo opuesto), no contribuye a tomar las decisiones que están en el mejor interés de nuestro bienestar financiero y el de nuestras familias.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual y director general de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.

Síguelo en Twitter: @martinezsolares

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