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Geopolítica

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5 cambios que modifican la cara del Congreso estadounidense

Desde que el 115º Congreso tomó posesión de su cargo en enero, comenzó a trabajar en una agenda que incluye la confirmación de los nominados al Gabinete del presidente Donald Trump y la nominación del siguiente integrante de la Corte Suprema.

Donald Trump se ha topado con algunos problemas que no previó antes de llegar a la Casa Blanca. En teoría, con mayoría republicana en el congreso, su mandato gozaría de una gobernabilidad que daría una diferencia a otros mandatos, incluido en presidente saliente, Barack Obama, que tuvo que lograr muchos acuerdos con el poder legislativo para poder implementar su proyecto de nación. En 18 días de mandato, la realidad le ha hecho enfrentar algunos contra tiempos.

En ese tiempo Trump firmó todo tipo de órdenes ejecutivas, todas tuvieron respuesta inmediata tanto de opositores, de críticos, de la población civil y desde dentro de su mismo partido y en el Congreso, uno de los campos de batalla que el Presidente, Donald Trump, contemplaba como un aliado y que ha resultado ser un dolor de cabeza.

Por un lado los republicanos se habían encargado de aplazar la selección de la vacante en la Corte Suprema, creada por la muerte en febrero de 2016 del juez Antonin Scalia, hasta después de las elecciones del pasado 8 de noviembre. El Senado no había realizado audiencias ni votaciones sobre el candidato que presentó el presidente Barack Obama, lo que les daría la posibilidad de que el nuevo presidente, si fuera republicano, elegiría a alguno que fuera del agrado del partido. Finalmente, Trump se alzó con la victoria e hizo pública su decisión de nominar a la Corte Suprema Neil Gorsuch, aunque esta propuesta no fue muy popular.

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Lo que algunos críticos señalan sobre le nombramiento de Donald Trump, es que necesita un candidato que esté en línea con su forma de gobierno para poder pedir que se revoque la actual ley de sanidad, creada por el ex presidente Obama, además de que las diferencias en votos dentro de la Corte Suprema lo ayuden en situaciones como las de sus políticas migratorias.

En un decreto presidencial firmado el 27 de enero, el mandatario ordenó suspender el ingreso de refugiados y además suspender el arribo a Estados Unidos de ciudadanos de Irak, Irán, Libia, Somalia, Sudán, Siria y Yemen, países de mayoría musulmana. El viernes 3 de febrero un juez federal de Seattle, en el estado de Washington, suspendió la implementación del decreto, una decisión que fue mantenida al día siguiente por el tribunal federal de apelaciones del Noveno Circuito en San Francisco. Esta respuesta a los mandatos de Trump, reabrió las puertas de Estados Unidos a los refugiados y los ciudadanos de los siete países.

Trump reaccionó a la decisión con ataques al juez federal y al sistema judicial, a quienes culpa de obstaculizar sus esfuerzos para cumplir con una promesa central de su campaña. Tras los ataques del mandatario, los demócratas usaron los dichos de Trump para plantear interrogantes sobre la independencia del candidato nominado por el presidente como juez de la Corte Suprema, Neil Gorsuch, ya que se espera que la corte actúe con rapidez y que el caso finalmente llegue a la Corte Suprema de Estados Unidos.

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El equipo gobierno de Trump apeló las decisiones judiciales para defender las órdenes ejecutivas del mandarario. Trump se ha metido de lleno en el tema e instó el pasado miércoles 1 de febrero al líder republicano del Senado a que recurra a la "opción nuclear" de desechar las añejas reglas de esa cámara de ser necesario para confirmar a la Corte Suprema a su nominado Neil Gorsuch, una salida agresiva a lo que está convirtiéndose en un choque intenso sobre el futuro del máximo tribunal. Otro de los involucrados es el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, que prometió que el nominado a la Corte Suprema Neil Gorsuch se integrará al máximo tribunal "de una forma u otra".

Desde que el 115º Congreso estadounidense tomó posesión de su cargo en enero y comenzó a trabajar en una agenda que incluye la confirmación de los nominados al Gabinete del presidente Donald Trump, abordando la inmigración ilegal, analizando la propuesta de Trump a la Corte Suprema y derogando y reemplazando la ley de salud 2010 firmada por Barack Obama. Los republicanos controlan ambas cámaras del Congreso y la Casa Blanca por primera vez desde 2007, cuando George W. Bush fue presidente.

Haciendo a un lado su composición política y objetivos políticos, el nuevo Congreso difiere de los anteriores de otras maneras, incluyendo su demografía. Trump tendrá que lograr conciliaciones dentro de las cámaras (Senadores y de Representantes) pese a la mayoría que ostenta su partido en ambos recintos. Pero para llegar a acuerdo será necesario que Trump analice los posibles frentes que debe reforzar. Lo cierto es que el Congreso de Estados Unidos ha cambiado mucho.

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1. El Congreso nunca había sido tan étnicamente diverso

Según un análisis del Centro de investigaciones Pew, los no blancos, incluyendo negros, hispanos, asiáticos o isleños del Pacífico y nativos americanos, ahora representan el 19% del Congreso (y el 34% de su clase de primer año). Cuando el 79º Congreso asumió el poder en 1945, los no blancos representaron sólo el 1% de la Cámara y el Senado. Mientras que la diversidad racial en el Capitolio ha estado creciendo, el Congreso todavía se queda atrás de la nación en su conjunto, que es el 38% no blanco, el doble de la cuota del Congreso. La diversidad racial también difiere significativamente por cámara: La Casa de Representantes tiene un 22% no blanca, mientras que las minorías representan el 10% del Senado.

2. Más mujeres que nunca

Casi un siglo después de la primera mujer en el Congreso, las mujeres ocupan ahora 104 escaños en la Cámara de Representantes (uno de cada cinco en total (19%)), empatando el récord establecido por el 114º Congreso. El Senado también tiene más mujeres que nunca (21 Senadoras), y en tres estados, California, New Hampshire y Washington, ambos senadores son mujeres. Sin embargo, estas ganancias han sido relativamente recientes. Si bien la Cámara ha visto un crecimiento lento pero constante en el número de miembros femeninos desde los años 20, el Senado no tuvo más de dos mujeres hasta 1993, cuando entró en funciones el 103º Congreso. Y la proporción de mujeres en el Congreso sigue siendo muy inferior a la proporción de mujeres en el país en su conjunto (51%), Según el análisis de Pew.

3. Menos historial militar

Según el análisis de Pew, el 20% de los senadores y el 19% de los representantes son ex militares los que representa una disminución desde finales del siglo XX. Entre 1965 y 1975, al menos el 70% de cada cámara legislativa tenía experiencia militar. La proporción de miembros con experiencia militar alcanzó el 75% en 1967 para la Cámara y el 81% en 1975 para el Senado. Esta tendencia también ha aumentado en la sociedad estadounidense, ya que una proporción aún menor de los estadounidenses lo hacen. En 2014, sólo el 8% de los adultos estadounidenses tenían experiencia militar; En 1980, el 18% lo hizo.

4. Casi todos los miembros del Congreso tienen educación superior

Según Pew, el 95% de los miembros de la Cámara y el 100% de los senadores han recibido título universitario o algún grado superior. En el 79º Congreso (1945-1947) el 56% de los miembros de la Cámara y el 75% de los senadores tenían títulos. La proporción de representantes y senadores con títulos universitarios ha aumentado constantemente con el tiempo. El logro educativo de los miembros del Congreso supera con creces al de la población general de los Estados Unidos. En 2015, sólo el 33% de los adultos estadounidenses mayores de 25 años dijo que había completado una licenciatura o más, de acuerdo con la Oficina del Censo de los Estados Unidos.

5. Cambios en la creencias

Los católicos han ganado presencia en el Congreso y ahora representan el 31%, frente al 19% de 1961. Los protestantes han disminuido del 75% en 1961 al 56% actualmente. En el actual Congreso, hay 168 católicos (144 en la Cámara y 24 en el Senado) y 299 protestantes (241 en la Cámara y 58 en el Senado). La afiliación religiosa del Congreso generalmente refleja la población general de los Estados Unidos, aunque mucho más estadounidenses se identifican como "no afiliados" que los miembros del Congreso (23% vs. 0.2%). En 2014, el 48% de los estadounidenses identificados como protestantes, mientras que el 21% se identificaron como católicos.

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