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El fallido plan fiscal de Donald Trump
La propuesta del Ejecutivo hace patente la ignorancia de Mnuchin y otros, asegura el que fuera secretario del Tesoro entre 1999 y 2001.
El plan fiscal propuesto por la administración de Trump no es un verdadero plan, sino una mezcolanza de ideas unidas sin precisión aritmética. No tiene la claridad que demanda una legislación de este calibre en un país serio y no permite elaborar un análisis cuantitativo pormenorizado sobre el impacto que tendría sobre el presupuesto, ni de sus posibles efectos económicos y en materia de equidad.
En cambio, esta propuesta hace patente la ignorancia, deshonestidad y la hipocresía presente en las palabras del secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, del presidente del Consejo de Asesores Económicos, Kevin Hassett y del director del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn.
Hassett, quien es responsable de promover un análisis económico riguroso y neutral, ha tenido el valor de acusar al Centro de Política Fiscal de publicar ficciones pseudocientíficas. “Tanto él como sus colegas deberían verse en un espejo, pues a pesar de que tengo desacuerdos mayúsculos en materia de política fiscal con economistas republicanos como Greg Mankiw, Glenn Hubbard y Martin Feldstein, así como con antiguos subalternos en la Secretaría del Tesoro, como Nick Brady, John Snow y Hank Paulson, reconozco que jamás he escuchado o leído que emitan ideas absurdas como las que constantemente escuchamos en la voz de los funcionarios de la actual administración”.
Con los elementos revelados hasta ahora podemos afirmar que el plan de reforma fiscal no provocará un crecimiento económico sustancial, sino que impulsará el déficit y podría provocar mayor inequidad en los Estados Unidos.
La administración ha enarbolado la idea de que el recorte de la tasa del impuesto corporativo generará un crecimiento vigoroso de la inversión. Es posible que una reducción en la tasa fiscal estimule a las empresas a tributar una mayor parte de su ingreso en los Estados Unidos, pero un incremento importante en la inversión es un resultado poco probable.
Actualmente, las tasas de interés de largo plazo se encuentran muy por debajo de 2% y la inercia presente en el mercado de valores han producido costos de capital tan bajos como nunca. Elementos inmejorables para promover la inversión. En cuanto a la propuesta de reducir tasas, no debería soslayarse que el mayor crecimiento del PIB en los Estados Unidos ocurrió durante las décadas de 1950, 60 y 70, cuando las tasas impositivas máximas eran casi dos veces mayores que las tasas actuales.
¿Qué pasaría con el déficit fiscal? Para que los recortes fiscales se paguen solos, como regularmente Mnuchin asegura que ocurriría, tendría que registrarse un crecimiento económico sustancial. Como esto es improbable, podría inflarse el déficit presupuestario en un momento en que debemos prepararnos para la próxima recesión.
Finalmente, está el tema de la equidad. Aquellos que están seguros de sus creencias no tienen la necesidad de ocultar los estudios publicados por servidores públicos. Existen pocas dudas entre los economistas que el propósito inmediato de los recortes en el impuesto corporativo es ayudar a las empresas, enfatizando que la mayoría de los accionistas se posicionan entre los más acaudalados.