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Liberadas, pero su agonía como esposas del Boko Haram continúa
Durante meses, se les mantuvo en pequeñas chozas de paja en el medio del bosque, con miedo; todas las noches esperaban el regreso de sus violadores.
Maiduguri. Durante meses, se les mantuvo en pequeñas chozas de paja en el medio del bosque, con miedo; todas las noches esperaban el regreso de sus violadores. Durante todo este tiempo, la violencia contra las cientos de mujeres secuestradas por el grupo extremista Boko Haram era casi intolerable, sus pensamientos sólo se centraban en escapar o la muerte. Entre ellas había niñas de hasta 8 años.
En el corazón del autoproclamado califato de Boko Haram, en el noreste de Nigeria, existe una salvaje campaña de violaciones y esclavitud sexual que recientemente ha sido descubierta. Miles de niñas y mujeres han sido retenidas contra su voluntad, sin perjuicios sobre los matrimonios forzados y el adoctrinamiento implacable. A menudo, las que se resistieron fueron asesinadas.
Ahora, muchas de estas mujeres fueron liberadas rescatadas mediante una serie de operaciones militares nigerianas, llevabas a cabo en el último año para desalojar al grupo islámico de la mayor parte del territorio bajo su control. Sin embargo, hay poca alegría entre las víctimas.
La mayoría de las mujeres que sobrevivieron ya no tiene casas, sus poblados fueron reducidos a cenizas, el ejército las ha desplazado silenciosamente en los campos de refugiados o edificios abandonados, donde son vigiladas por hombres armados, sospechosos de su lealtad. Ellas aún son etiquetadas como las esposas del Boko Haram.
Pocos habrían imaginado este resultado hace dos años, cuando 276 estudiantes fueron secuestrados por el Boko Haram y el mundo en respuesta organizó una enorme campaña para rescatar a las niñas Chibok. Pero mientras que la mayoría de las niñas Chibok sigue desaparecida, muchos asumen que las otras mujeres secuestradas serían aceptadas de nuevo, contrario al rechazo que sufren ahora.
A diferencia de la mayoría de los campos de refugiados o desplazados del mundo, los cuales son administrados por las Naciones Unidas y grupos de ayuda internacional, los campamentos donde viven las víctimas de Boko Haram son administrados por los militares nigerianos y los trabajadores humanitarios necesitan permiso militar para entrar en ellos.
Durante siete meses, Hamsatu, ahora de 25 años y Halima, de 15, se encontraban entre las esclavas sexuales del Boko Haram, violadas casi a diario por la misma unidad de combatientes en el bosque Sambisa; ahora viven en una estrecha carpa blanca en un campo de desplazados, con bolsas vacías de cemento cosidas entre sí para crear una cortina. Cuando Halima sale de su refugio para conseguir comida para ambas, las otras personas que viven en el campo la miran de manera extraña, con cautela, o simplemente se alejan.
No podemos confiar en ninguna de ellas , comenta uno de los guardias.
Las autoridades externan que hay buenas razones para su cautela. El año pasado, 39 de 89 atentados suicidas del Boko Haram fueron realizados por mujeres, según la UNICEF, de este número 21 eran mujeres menores de 18 años, muchas de las cuales aparentemente eran niñas secuestradas de pueblos y ciudades y que se convirtieron en asesinas. Desde enero, las atacantes femeninas han matado a cientos de personas en todo el noreste de Nigeria, en mezquitas, mercados e incluso campos de desplazados.
No se sabe exactamente por qué algunas mujeres que fueron secuestradas y maltratadas se convirtieron en asesinas, tal vez fue el adoctrinamiento o tal vez fueron las amenazas de los militantes.
De cualquier manera, la tarea de la reinserción de los desplazados se ha vuelto mucho más complicada para las autoridades nigerianas y para los sobrevivientes que tratan de seguir con sus vidas, pero que ahora se enfrentan con una nueva agonía.