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¿Qué es la COP26? Explicamos cómo funcionan las negociaciones sobre cambio climático y qué se espera de la cumbre de Glasgow
Este mes de noviembre líderes mundiales y los responsables de negociación de cada país se reunirán en Escocia durante dos semanas para debatir qué acciones se pueden tomar para hacer frente al cambio climático. Se trata de un proceso complejo que puede resultar difícil de entender desde fuera, pero en esencia todo se reduce al modo en que las leyes y las instituciones internacionales pueden ayudar a combatir unos problemas que ningún país puede solucionar por separado.
Yo trabajé durante varios años en Naciones Unidas como asesora política y jurídica, y también he formado parte de negociaciones internacionales. Aquí explico lo que está ocurriendo en esas reuniones a puerta cerrada, y por qué hay preocupación sobre la posibilidad de que la COP26 no logre cumplir sus objetivos.
¿Qué es la COP26?
En 1992 una serie de países suscribieron un tratado internacional, la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés), que estableció las normas y expectativas fundamentales para la cooperación global en materia de cambio climático. Fue la primera vez que una mayoría de países reconoció de manera formal la necesidad de controlar las emisiones de efecto invernadero, que son las que provocan el calentamiento global que está detrás del cambio climático.
Este tratado ha conocido desde entonces algunas actualizaciones, incluida la de 2015, cuando se firmó el Acuerdo del Clima de París. Dicho documento fijó el objetivo de limitar el calentamiento global “muy por debajo” de los dos grados Celsius, llegando incluso a 1,5 grados, para evitar un cambio climático catastrófico.
La COP26 será la vigesimosexta Conferencia de las Partes de la UNFCCC. Estas “partes” son los 196 países que ratificaron el tratado, a los que hay que sumar la propia Unión Europea. El Reino Unido, en cooperación con Italia, acogerá esta COP26 en Glasgow, Escocia, desde el 31 de octubre hasta el 12 de noviembre de 2021. El encuentro se celebrará con un año de retraso debido a que la pandemia del COVID-19 obligó a posponerlo en 2020.
¿Por qué los líderes mundiales dedican tantas energías al cambio climático?
El último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés), publicado en agosto de 2021, advertía en los términos más duros utilizados hasta ahora que la actividad humana está provocando el ascenso de las temperaturas de forma inequívoca y que el cambio climático se está acelerando, intensificando y extendiendo a todas las regiones del planeta.
Los expertos del IPCC han explicado que el cambio climático ha intensificado fenómenos extremos como inundaciones, sequías, olas de calor severas, reducción y extinción de especies o el derretimiento de la capa de hielo de los polos, con la consecuente subida del nivel del mar. El secretario general de la ONU, António Guterres, ha descrito el informe como “un código rojo para la humanidad”.
Ya existen muchos gases de efecto invernadero en la atmósfera, y llevan ahí bastante tiempo, por lo que incluso en el escenario más ambicioso de reducción de emisiones por parte de los países, el mundo experimentará un aumento de las temperaturas durante al menos la mitad de este siglo.
Sin embargo, aún existe una pequeña ventana de oportunidad. Si en 2050 los países pudieran llegar a un escenario de neutralidad de emisiones de carbono, eso podría hacer que la subida de las temperaturas se mantuviera por debajo de 1,5 grados durante la segunda mitad del siglo XXI. Lo que los líderes nacionales y los negociadores están discutiendo ahora mismo es cómo intentar llegar lo más cerca posible de ese objetivo.
¿Qué pasará en la COP26?
Durante los primeros días de la conferencia, en torno a 120 jefes de Estado (entre los que estará el presidente Joe Biden) y sus representantes se reunirán para mostrar su compromiso político con la ralentización del cambio climático.
Cuando los jefes de Estado se van, las delegaciones de cada país, que suelen estar encabezadas por su ministro de Medio Ambiente, inician unos días de negociaciones, actos y encuentros bilaterales para hacer patentes sus posiciones, adoptar nuevos compromisos y adherirse a nuevas iniciativas. Toda esta actividad está respaldada por meses de discusiones previas, documentos políticos y propuestas, estas últimas elaboradas por representantes de cada país, por personal de la ONU o por expertos externos.
A la COP26 también acuden organizaciones no gubernamentales y líderes empresariales, y cuenta además con una vertiente abierta al público que incluye sesiones centradas en temas como el impacto del cambio climático en pequeños Estados isleños, en los bosques o en la agricultura. Esta vertiente pública ofrece además exposiciones y otros eventos.
El encuentro concluye con la redacción de un texto que recoge los resultados, y que ha de contar con el acuerdo de todos países. Guterres ya expresó públicamente su decepción con el resultado de la COP25, y con respecto a la COP26 los indicios no son halagüeños.
¿Qué se espera conseguir en la COP26?
El Acuerdo de París obliga a los países a actualizar sus planes nacionales de acción climática cada cinco años, lo que coincide con la COP26. Se espera, por tanto, que este año presenten planes ambiciosos de cara a 2030, y en ellos tendrán un papel fundamental las llamadas “contribuciones determinadas a nivel nacional” (NDC, por sus siglas en inglés).
El Acuerdo de París obliga a los países a informar sobre sus NDC, pero les da margen a la hora de decidir cómo deben reducir sus emisiones de efecto invernadero. Así, en 2015 los objetivos iniciales de reducción de emisiones eran demasiado modestos como para limitar el aumento de temperaturas a 1,5 grados.
Uno de los objetivos fundamentales de la COP26 es ampliar estos objetivos con vistas a lograr la neutralidad de emisiones de carbono para mediados de siglo.
Otro objetivo de la COP26 es mejorar la financiación climática para poder ayudar a los países más pobres tanto en su transición hacia energías limpias como en su proceso de adaptación general al cambio climático. Se trata de una cuestión de justicia muy importante para muchos países en vías de desarrollo, cuyas poblaciones soportan la mayor parte de la carga del cambio climático por más que ellas son las que menos han contribuido a provocarlo. En 2009 los países ricos prometieron que contribuirían con 100.000 millones de dólares anuales hasta 2020 para ayudar a los países en desarrollo, un objetivo que aún no se ha cumplido. Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea, que se encuentran entre los principales contribuyentes históricos a la emisión de gases de efecto invernadero, están incrementando sus compromisos de financiación. Y, por otro lado, se le está pidiendo a bancos, empresas, aseguradoras e inversores privados que hagan más de lo que están haciendo hasta ahora.
Hay otros objetivos, como ir eliminando paulatinamente el consumo de carbón o desarrollar procedimientos que preserven, restablezcan o regeneren sumideros naturales de carbono, como por ejemplo los bosques.
Otro reto que ha hecho descarrilar este tipo de conferencias en el pasado ha sido la cuestión de llegar a un acuerdo que regule la implementación de un sistema de comercio de derechos de emisiones de carbono, algo que se esbozó en el Acuerdo de París.
¿Están los países en la vía de cumplir los objetivos internacionales del clima?
En septiembre de 2021 la ONU advirtió de que la revisión de objetivos llevada a cabo por los países no había sido lo bastante exigente, y que eso haría que las temperaturas aumentaran 2,7 grados para finales de siglo. Sin embargo, los Estados están afrontando este otoño otro reto que podría tener influencia en su respuesta: los cortes de suministro energético han hecho que en Europa y China los precios de gas natural, carbón y petróleo alcancen precios máximos.
China, que es el país del mundo con mayor volumen de emisiones, aún no ha facilitado su cifra de NDC. Los grandes productores de combustibles fósiles como Arabia Saudí, Rusia o Australia no parecen estar dispuestos a reforzar a sus competidores. India, un actor fundamental al tratarse del segundo mayor consumidor, productor e importador de carbón del mundo, tampoco se ha comprometido aún con un objetivo de emisiones.
Hay otros países en desarrollo como Indonesia, Malasia, Sudáfrica o México que también son importantes. También lo es Brasil, cuyo Gobierno, liderado por Jair Bolsonaro, ha permitido que aumente la deforestación del Amazonas, el mayor bosque pluvial del mundo, que resulta además clave como fuente de biodiversidad y por su papel a la hora de eliminar dióxido de carbono de la atmósfera.
¿Que pasará si en la COP26 no se logran los objetivos?
Muchas personas que participan en las negociaciones creen que en la COP26 no se alcanzará el objetivo de lograr compromisos lo bastante sólidos de reducción de las emisiones de efecto invernadero para que en 2030 estas se hayan reducido un 45 % con respecto a los niveles actuales. Esto quiere decir que el mundo no estará en una buena posición para alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050, ni tampoco para lograr el objetivo de mantener el incremento de las temperaturas por debajo de 1,5 grados.
Pero los organizadores de la conferencia sostienen que mantener el aumento de temperaturas por debajo del grado y medio aún es posible. El exsecretario de Estado norteamericano, John Kerry, que ha liderado la misión negociadora estadounidense, mantiene esperanzas de que haya un número suficiente de países que adopte unos objetivos de reducción de emisiones más ambiciosos para 2025, y que este impulso haga que otros se unan a ellos.
El precio del fracaso será astronómico. Algunos estudios sostienen que la diferencia entre 1,5 y 2 grados puede significar que ciertos Estados isleños queden sumergidos bajo el mar, la muerte de los arrecifes coralinos, olas de calor extremas, inundaciones, incendios y dificultades generalizadas para obtener buenas cosechas.
Esto se traduciría en numerosas muertes prematuras, más inmigración masiva, grandes pérdidas económicas, enormes extensiones de tierra inhabitable y el estallido de conflictos violentos por los recursos y los alimentos (lo que el secretario general de la ONU ha denominado “un futuro infernal”).
Este artículo forma parte de la cobertura de The Conversation sobre la COP26, la conferencia sobre el clima de Glasgow.
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Shelley Inglis, Executive Director, University of Dayton Human Rights Center, University of Dayton
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.