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Tonos diferentes tras tragedia en EU
La congresista, herida durante una balacera en Tucson en la cual era el blanco, abrió ambos ojos y movió piernas y manos, aunque su estado continúa siendo crítico, informaron los médicos que la atienden.
Tucson. EL EQUIPO médico que atiende a Gabrielle Giffords dijo que la legisladora por Arizona alcanzó una recuperación notable tras haber recibido una bala en la cabeza, pues logró abrir sus ojos, mover brazos y piernas y, en general, responder a su entorno.
Coincidentemente, la congresista logró abrir un ojo justo en el momento de la visita por parte de colegas legisladoras, quienes también presenciaron su movimiento de brazos y piernas, clara señal de avances en la recuperación, según el neurocirujano Michael Lemole, quien encabeza el equipo.
Pero más allá de la cuestión médica, el debate nacional se centró en estilos de liderazgo a raíz de la tragedia de Tucson. Primero, está Sarah Palin, a quien se percibe como precandidata presidencial. Tras cuatro días de total silencio, en que se culpó del ataque a su retórica revanchista (algo que no se ha comprobado), salió con un texto pulidísimo, que lo mismo ataca que defiende y fue visto como muy distante de buscar la civilidad.
Después tocó el turno al presidente Obama, quien dedicó a los caídos un discurso apasionado ante miles de asistentes, con un llamado a la unidad y civilidad, aunque conservándose por encima de cualquier rivalidad partidista.
La yuxtaposición de ambos puede parecer un esfuerzo partidista y además injusto, dada la diferencia de sus cargos y plataformas para transmitir sus mensajes. Sin embargo, dado que Palin está considerando seriamente ir en pos de la Presidencia contra el propio Obama en el 2012, sí es justo comparar el tono y temas de su respuesta en estos momentos críticos, con los de quien sería su oponente.
Aunque mucha de la atención a Palin se ha centrado en su utilización de la frase difamación de sangre y sus implicaciones históricas, las críticas olvidan un punto más relevante. Un error más grave de Palin, si es que quiere ser considerada presidenciable, fue el centrar sus ataques en objetivos específicos (como la prensa y los liberales), lo que le valió no ser percibida como más allá de los epítetos, y por lo tanto, incapaz de encabezar una cicatrización del país.
Es comprensible que Palin haya tratado de protegerse. Tampoco se trata de defender a los medios y comentaristas que ella atacó, ya que sin duda merecen las críticas que reciben. Pero no era ni el lugar ni el momento para hacerlo; como presunta líder, la ocasión era para unificar y la desaprovechó.
Más allá de lo que se piense del presidente y su política, el hecho es que Obama sí se enfocó en la unificación. Se centró en el porvenir, invocando los sueños y esperanzas de la niña de nueve años que murió en el ataque.
Obama alentó la esperanza, al comentar que la congresista Giffords había abierto los ojos, y reconoció a los héroes anónimos, quienes evitaron que la matanza fuera peor. El Presidente no habló mal de sus oponentes, sino que pidió no asignar culpas.
Al final, la elección de palabras y conceptos fue lo más importante.