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El café y sus problemas en el siglo XXI

Hace ya más de 21 años que se registró la liberalización de los mercados mundiales del café, lo que en México se manifestó con un cambio radical en la política económica del sector.

Hace ya más de 21 años que se registró la liberalización de los mercados mundiales del café, lo que en México se manifestó con un cambio radical en la política económica del sector.

El hasta entonces, Instituto Mexicano del Café (Inmecafe), que en ciertos momentos tuvo el nivel de una secretaría de gobierno, comenzó su proceso de liquidación, con lo que dio paso a una nueva etapa de la cafeticultura nacional.

Mucho se dijo sobre la corrupción que aquejaba al Inmecafe, lamentablemente con sobradas justificaciones. Sin embargo, es preciso decir que desde entonces el sector camina solo, sin dirección y con apoyos económicos que más parecen dádivas que recursos para el fomento a la productividad.

Los productores con mayor experiencia, mejor organizados, con mayores redes sociales y con mayor capital pudieron encontrar alguna opción en el mercado libre, opción que ni es permanente ni suficiente.

Los mercados orgánicos, de comercio justo y de origen, si bien han sido opciones de gran importancia para el fortalecimiento para la organización del sector productivo, a todas luces se muestran como soluciones parciales que deben acompañarse de otras estrategias, para entonces sí poder hablar de desarrollo.

Hoy, casi terminando la primera década del siglo XXI y en plena cosecha del grano, la cafeticultura mexicana presenta evidentes rezagos en términos generales.

La producción se ha caído en muchas regiones, no se digan los rendimientos y los problemas sociales comienzan a emerger.

Los modelos que implementaron estados como Veracruz y Chiapas a partir de la diferenciación regional de su grano, las denominaciones de origen, no son operativos aún y ya se duda sobre la posibilidad que representen opciones de importancia para el sector en su conjunto.

Y no se diga de la producción del grano en Oaxaca que atraviesa serios conflictos de rendimientos, al cual además se le agrega la desaparición del Consejo Estatal del Café (Cecafe), lo que equivale a degradar el producto que tanta relevancia tiene en la entidad.

Mucho se ha dicho que la única opción para permanecer en el sector cafetalero es la elevación de la calidad del café, pero surge como siempre el cuestionamiento de si podremos competir en el primer mundo con estándares de calidad que desde allá se definen o deberemos impulsar nuestra definición que incorpore conceptos sociales y ambientales que hablen de forma más precisa de la importancia que tiene este sector para contribuir a aliviar algunos de los problemas mundiales. La segunda es más larga, pero es la única opción.

Pablo Pérez Akaki es profesor de tiempo completo en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, UNAM

ppablo@apolo.acatlan.unam.mx

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