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Las grandes promesas, junto a la depreciación y deuda creciente
En el arranque del gobierno de Peña Nieto se proyectaron grandes inversiones sustentadas en ambiciosas reformas estructurales que desde hacía tiempo requería el país; sin embargo, el entorno sobre el cual se plantearon cambió drásticamente.
En el arranque del gobierno de Enrique Peña Nieto se proyectaron grandes inversiones sustentadas en ambiciosas reformas estructurales que desde hacía tiempo requería el país; sin embargo, con el paso de los días, el entorno sobre el cual se plantearon cambió drásticamente. Si bien se reconocen los avances en la formalización de empleos, el sistema penal acusatorio y el fortalecimiento de la inversión extranjera, entre otros, es evidente que grandes proyectos se quedaron sin recursos para ser fondeados tras la caída de los precios internacionales del petróleo.
La drástica caída en los ingresos por las exportaciones del hidrocarburo y el mantenimiento inercial de un programa de gasto hicieron necesario en primera instancia salir a conseguir recursos en las principales plazas financieras del orbe, lo que llevó al endeudamiento público a niveles récords como proporción del tamaño de la economía, situación que enseguida hicieron notar las calificadoras de riesgo, optándose por algunos ajustes en el gasto, siendo el más afectado el de inversión física.
Si bien en el ánimo de mantener una buena disciplina fiscal no mantuvo la contratación de más deuda; sin embargo, desplazó la estrategia para cuadrar el balance público hacia los consumidores de gasolinas, vía el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, impuesto que aunque ya existía, su magnitud detonó la estructura de costos de empresas y familias, que fueron de inmediato registrados por el fuerte repunte inflacionario, afectando con ello el ingreso real de todos los consumidores.
Ante el menor ingreso disponible, paulatinamente se desaceleró el ritmo de la actividad económica y para el primer trimestre del 2018, registró un avance de 1.3% en términos reales, la variación más baja desde el 2013, acusando ya menores volúmenes de inversión tanto pública como privada, consumo privado también a la baja y un sector externo, amenazado por los aranceles y la cancelación unilateral del Tratado de Libre Comercio por parte de Estados Unidos.