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Apostar por el progreso
Nuevo gobierno y retos difíciles: fuentes de conflicto con muchos actores con poder real en regiones y el crimen organizado; la demanda empresarial de apoyos estatales; instituciones que necesitan ser fortalecidas y una economía que depende en gran medida de Estados Unidos (EU).
Las exportaciones mexicanas hacia EU, la Inversión Extranjera directa de ese país, el turismo y las remesas en dólares de los trabajadores mexicanos representan 60% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional.
Conseguir el bien común que la población desea y que tantas veces se olvida. El poder es delicado, quien lo ostenta debe estar vigilante acerca de su propia función y consultar con otros poderes las alternativas de solución a los problemas.
Dice François Mitterrand, expresidente de Francia en sus memorias: “Cuando se lleva el peso del poder hay que organizarse para soportar sus excesos”.
La mayor virtud para la gobernabilidad es el fortalecimiento de las instituciones para evitar la anarquía. Ellas garantizan el Estado de derecho. Los contrapesos entre los poderes permiten el balance para mantener las libertades y un gobierno que sea legitimo en su gestión.
Norberto Bobbio, el ilustre maestro en Ciencia Política, dejó escrita esta verdad: “Se necesita el poder para establecer el Estado de derecho y, una vez logrado, limitar el poder”.
Pero aparte del poder político está el poder de la economía. La empresa moderna tiene el poder en el mercado, poder en la colectividad, poder frente al Estado, porque se ha convertido en un instrumento político, diferente al Estado, pero no en substancia. A través de las inversiones que realizan las empresas se crean empleos y consumo.
Las empresas tienen sus propios retos. Además de respetar el marco institucional para su desarrollo establecido por el Estado, tienen que renovarse tecnológicamente y capacitar a su fuerza de trabajo.
En México, el reto para los que ejercen el poder político y económico es superar el subdesarrollo, esa triste devastación de los deseos humanos, de la fantasía y de la productividad.
La respuesta está en el reformismo, lo que significa cambios graduales con sentido de la realidad. Para ello hay que armonizar: 1. Una macroeconomía estable (confianza en las reglas del juego; inflación y tasas de interés bajas; deuda y déficit fiscal manejables); 2. Una microeconomía competitiva (productividad, ventajas competitivas, mercados en expansión); 3. Inversión creciente en capital humano (elevación de la cobertura de los servicios de salud y seguridad social, más empleos y educación de calidad) y 4. Una amplia red de relaciones internacionales para vincular cultura, exportaciones, tecnología útil e inversiones.