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Opinión

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¿Autónomo o automático?

Los cambios en las finanzas nacionales fueron precedidos por dos declaraciones sumamente desafortunadas.

Los cambios en las finanzas nacionales fueron precedidos por dos declaraciones sumamente desafortunadas.

Por un lado, el Ejecutivo se exculpó en torno de la crisis, hablando de cómo la tormenta fue algo fuera de su control (tiene razón), aun cuando no ha perdido el timón (tiene menos razón). Esto evoca el fantasma de López Portillo, y la paranoia asociada con el caninismo monetario.

Por otro lado, el nuevo Gobernador del Banco de México (Banxico) anunció, en días previos a la designación: Si quiere que me vaya, me voy, estoy para servir al Presidente . Y esto no es lo que debemos escuchar de un Gobernador del banco central, supuestamente autónomo.

Pero éstas son, como decía Horatio a Ham­let, puras palabras.

En 1997 existían fuertes inquietudes sobre la nominación de Guillermo Ortiz; sus posturas cambiarias, que parecían favorecer una depreciación controlada, y su aparente laxitud en la lucha antiinflacionaria.

Además que era cuate del Ejecutivo, y venía de la Secretaría de Hacienda. Hoy, los hechos son indiscutibles: el Dr. Ortiz tuvo un gran desempeño.

Por tanto, la retórica política alrededor de los cambios es eso, y nada más.

Las decisiones en política monetaria son colegiadas, donde el Gobernador de Banxico sólo tiene voto de calidad.

Por otro lado, el mandato central es claro: la institución tiene la obligación de procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda.

Ello significa que el nuevo capitán monetario de nuestro país deberá obedecer los criterios para procurar la estabilidad de la unidad de cuenta.

Agustín Carstens no llega para ver si pueden bajar más las tasas de interés o para calmar a los abogados de la curva de Felipe en caso que la paridad se aprecie (algo que, por cierto, pasaría a mayor nivel de inversión).

El nuevo Gobernador y los otros cuatro vicegobernadores, tampoco tienen como prioridad principal el equilibrio de la balanza de pagos o aumentar las reservas, o estabilizar el tipo de cambio, en el mismo sentido que tampoco recae en su universo de responsabilidades el asegurar el cielo azul o disminuir el calentamiento global.

Su responsabilidad es honrar el contrato monetario con el pueblo y darle a los tenedores de pesos un bien competitivo y de calidad; es decir, una moneda que logre comprar el día de mañana (más o menos) lo mismo que puede comprar el día de hoy.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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