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Despertar de la utopía en vacaciones
El riesgo de creer en espejismos es acabar deslumbrados con algo que, lejos de llevarnos al paraíso, nos puede terminar hundiendo en un infierno.
Para muchos ya son vacaciones. Leyendo el libro Viaje a la libertad económica , del gran economista Daniel Lacalle, me encontré con un capítulo al que titula: Cómo despertarse de la utopía colectivista en unas vacaciones .
Vaya momento oportuno para que los mexicanos despertemos de una vez por todas de una utopía que, en la mente de muchos sigue siendo anhelo, aspiración y deseo. Durante los días de vacaciones, solemos tener más tiempo para pensar, reflexionar e incluso ver la realidad desde otra perspectiva.
Fue en 1980 cuando Lacalle asistió a un campamento de verano en Alemania del Este. Lo primero que llamó su atención fue que parecía un lugar aterrador, se sentía miedo en las calles, la gente no sonreía, sólo había tristeza. La propaganda de un sistema que adoctrinó a generaciones hacía creer a los alemanes del Este que el Estado era el único capaz de decidir lo que era bueno para cada persona.
Cuenta Daniel cómo durante las vacaciones, les explicaron las maravillas de la planificación central. Cada año, el gobierno decidía cuánto debía crecer la economía, qué y cómo se debía producir, cuánta materia prima se consumía, y qué se exportaba o no.
La ventaja, creían y argumentaban los alemanes del Este, es que el Estado maximiza el uso continuo de todos los recursos disponibles sirviendo a un objetivo social, y no individual. Lo curioso es que, a pesar de esto y tal como narra Lacalle, la economía no crecía de la manera en que el gobierno estimaba, y en cambio sí se gastaba de más y el gobierno, por ende, se endeudaba de más.
El resto de la historia es sabida por todos. A los mexicanos nos toca ver hacia dentro y hacia delante. En la carrera por la sucesión presidencial que se avecina, será muy atractivo para los aspirantes presentarse como opciones únicas de redención inmediata en donde, basta que yo lo diga, lo haga o lo quiera para que todo se transforme automáticamente .
El problema de las utopías como éstas es que de parecer sueños nobles porque en teoría suenan atractivas (en la práctica jamás han funcionado) se terminan convirtiendo en pesadillas que, al momento de despertar a la realidad pura y dura, nos damos cuenta de que todo está mucho peor. El riesgo de creer en espejismos es acabar deslumbrados con algo que, lejos de llevarnos al paraíso, nos puede terminar hundiendo en un infierno.