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Opinión

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Después de la crisis

Sería irresponsable caer en la falacia del Chupacabras: la complacencia de que los males a nuestro alrededor son producto de factores ajenos a nuestro control.

La fuerte caída de la inversión extranjera el año pasado, más los desánimos declarados sobre el clima de inversión mexicano han provocado una serie de explicaciones sobre los ajustes en los flujos de capital y sobre el riesgo de invertir en nuestro país. La realidad es que hay varios factores detrás de estos fenómenos que no son exclusivamente atribuibles a la crisis.

Además de la crisis financiera, otro choque externo que sufrió la economía fue la brutal caída en el crecimiento -el famoso catarrito-, que acabó siendo una neumonía fulminante. La crisis más la recesión estadounidense fueron factores de coyuntura que generaron un fuerte desánimo dentro del mundo de las inversiones globales, sobre el futuro de la economía mexicana.

Otros dos choques externos fueron el brote inesperado de influenza, así como la imagen del gobierno mexicano como un Estado fallido . Recientemente, a pesar de que el ritmo de inversión muestra notables mejorías, este factor ha adquirido una imagen negativa adicional con la violencia y la ola de narco.

Empero, a pesar del innegable impacto de fuerzas externas en nuestro porvenir económico, sería irresponsable caer, de nueva cuenta, en la falacia del Chupacabras: la complacencia de que los males a nuestro alrededor dependen de factores ajenos a nuestro control. Sin duda, los choques externos han sido terribles, pero la suerte externa se ha combinado con una parálisis política interna para generar una situación intolerable en la perspectiva económica. Si bien se ha sentido una recuperación tanto en crecimiento como inversión, sería un grave error equiparar ese rebote con crecimiento real, derivado, digamos, de un aumento real en la productividad.

Es por ello que, ahora, más que nunca, es cuando se debe flexibilizar la ley laboral; cuando se debe abrir la energía a la inversión, cuando debemos darle facilidades a la inversión. Pero así no lo ve una clase política enfocada en privilegios o una clase empresarial enfocada en sobornar, intimidar y presionar para mantener control sobre el consumidor.

Es importante volver a las enseñanzas del premio Nobel de Economía, Douglass North, quien indicaba que las instituciones generan certidumbre sobre el rumbo hacia el futuro. La economía mexicana sufrió uno de los episodios más dramáticos de choques negativos en su historia moderna. Es cierto que toda crisis es una oportunidad, y la oportunidad ahora es consolidar la flexibilidad de las instituciones económicas, tanto para amortiguar los efectos negativos de la crisis mundial como para identificar nuevas oportunidades.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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