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Opinión

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Diez años de esto y aquello

Hoy, con o sin panismos, dinosaurios o camaleones políticos, hay oportunidades antes inimaginables en nuestro entorno cotidiano...

Las transformaciones que ha vivido el país en estos últimos diez años ni son función de una alternancia panista ni de un priísmo triunfante. Son cambios que se han dado, para bien o para mal, gracias a una confluencia de factores, a las complejidades de la transformación estructural, al mismo ajuste en una sociedad mucho menos servil, mucho más ávida de mejorar su entorno.

Es superficial decir que los cambios positivos son gracias a una etiqueta política de tal o cual bandera nacional. Debemos reconocer, por un lado, que la sociedad mexicana ha vivido profundas transformaciones y también que, ahora sí gracias a un sistema político disfuncional, no ha logrado alcanzar su pleno potencial económico, dejando recursos, nivel de vida, valor agregado y un sinnúmero de oportunidades sobre la mesa.

Pero hoy, con o sin panismos, con o sin dinosaurios, con o sin camaleones políticos, existen oportunidades antes inimaginables en nuestro entorno cotidiano -digamos, la oportunidad de saber el nivel de las reservas internacionales, el ejercicio (desperdicio) del gasto federal, los casos sonantes de corrupción, y guste el ejemplo o no, hasta las irregularidades que se presenten en los episodios de elección popular.

Hay, según nuestro criterio personal, cuatro grandes transformaciones que han definido todo un cambio de mentalidad- cambios que se heredan del pasado político, que se consolidan (unos más, otros menos) a partir de la alternancia. La apertura al comercio exterior cambió la forma de trabajar en la economía mexicana y, si bien, persisten obstáculos que no permiten capturar economías de productividad o que elevan el costo de emprender, hoy el consumidor ha ganado gran terreno, a la vez que existe la oportunidad de vender y comprar bienes y servicios, tanto al interior como al exterior de la economía. El consumidor pasó de ser un esclavo de mercados cautivos a un genuino soberano en aquellos campos de libertad de elección.

Una segunda gran transformación ha sido la transición hacia un clima de estabilidad de precios, o sea, un clima donde comprar, ahorrar, invertir o emprender, no depende del futuro comportamiento del nivel general de precios. Los episodios de depreciación cambiaria ya no se traducen en un alza generalizada de los precios, en esas perniciosas inercias inflacionarias que se daban en el pasado. El cambio a un clima de estabilidad implica una transformación en patrones de conducta, al abrir la oportunidad de ver hacia el futuro, y poder realizar cálculo económico.

Seguiremos comentando...

rsalinas@eleconomista.com.mx

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