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Opinión

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Economía feminista

Lo que aquí escribo me ha estado dando vueltas en la cabeza desde hace tiempo. Seguramente se ha escrito ya sobre el tema, y deben existir textos académicos y filosóficos que lo expliquen mejor, porque el movimiento feminista no nació ayer, ni hace tres años, ni hace cien; sin embargo, este acercamiento es meramente vivencial, surge desde la observación.

Así como el movimiento feminista tiene un sustento histórico, en lo personal es un viaje que inicia antes de poder nombrarlo, una chispa que se enciende en algún lugar entre el estómago y el corazón, a veces para hacerte saber que algo no está bien, y otras para permitirte reconocer su poder. Pasa quizá mucho tiempo hasta que puedas reconocer que es un movimiento con un nombre, con historia, con un camino que muchas mujeres han recorrido antes, y que además se forma de un sinfín de corrientes, tan amplio, que es difícil estudiarlo todo, y tan en constante construcción, que resulta imposible limitarlo.

Durante mucho tiempo, intenté construir proyectos que no logré concretar porque pensaba como hombre. No como un hombre, o como todos los hombres, sino con un modelo económico construido desde la mentalidad masculina. (Siéntase liberados de esta definición todos los hombres que aquí me leen, no me refiero a ustedes, me refiero a un sistema del que todas y todos formamos parte.)

Quería construir una red de mujeres que trabajaban en medios de comunicación para que entre nosotras pudiéramos crear y formar nuevos proyectos, networking, básicamente. Me detuvieron las cosas más básicas, cabe recordar que era la época pre pandémica, ¿en dónde nos vamos a reunir? ¿Cuánto va a costar? ¿Quién va a pagar? Era el dinero lo que me detenía, pensando que ese era el requisito para poder reunirnos, tener un lugar y pagar por ello. Cuando esto finalmente sucedió, no requirió dinero, empezó con una cena en casa, y un pequeño grupo de amigas. Siguió construyéndose en distintas casas y cada quien llevaba lo que podía o quería: vino, cerveza, comida, postre. Nunca necesitamos dinero, solo necesitamos disposición.

Hoy ese pequeño grupo que inició con una cena en casa, reúne a casi 150 mujeres ¿Se imaginan lo poderoso que son 150 profesionistas de todos los ámbitos, unidas solo con el afán de ayudarse entre ellas?

Ese es un ejemplo del que solo pueden dar testimonio quienes pertenecen a este grupo, pero hay otra historia que seguro les permitirá entenderlo mejor ¿Qué se necesitaría para crear un memorial monumental que erice la piel de quienes lo visitan? Que sea tan grande en el que quepa todo el dolor de un país ante sus feminicidios. Que nombre a cada una y a la vez nombre a todas. Se requiere disposición.

Palacio Nacional fue cercado por gigantes placas de metal que pretendían protegerlo de la furia feminista. (Cuánto miedo se le tiene al enojo de las mujeres.) 

En lo que pensábamos como tapizarlo con las fotos de mujeres asesinadas, ¿quién iba a pagar por las copias? ¿De dónde íbamos a sacar las fotos? Colectivas se presentaron con brochas y pintura blanca para tapizarlo con los nombres de mujeres asesinadas. Más mujeres llevaron pintura rosa para brillantemente transformar los remaches en cruces rosas. Otras tantas llevaron flores. Y la que tenía que irse dejaba su brocha y pintura a la que iba llegando, la que traía un gran ramo la compartía con las que ya estaban ahí, así, lo hacían todas. La economía feminista, la que solo requiere de voluntad, hace que las cosas sucedan. 

La economía feminista logró poner en el antiguo pedestal de Colón, un monumento mucho más poderoso y significativo que el que estuvo y el que estará. La economía feminista transforma, hace que las cosas sucedan, y funciona sin nada de lo que antes considerábamos indispensable. La economía feminista transformará el mundo, y hará uno mejor del que conocemos, incluso del que podamos siquiera imaginar.   

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