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Egoísmo, altruismo y donativos
Escasez, elección y costo de oportunidad: realidad de la cual no nos podemos escapar.
Toda familia se enfrenta en un momento o periodo determinado a una restricción. Su ingreso, independientemente de cuál sea la fuente (salarios, dividendos, transferencias, intereses, etcétera), está dado. Esta restricción se enfrenta a un universo ilimitado de necesidades que quisieran ser satisfechas por lo que los miembros del hogar tienen que elegir cuáles necesidades y con qué intensidad se van a satisfacer y, dado que el ingreso está limitado, habrá algunas necesidades que se sacrificarán al no poder ser satisfechas. Elegir cómo asignar un recurso escaso, en este caso el ingreso familiar, siempre conlleva un costo de oportunidad: el beneficio que hubiésemos obtenido de haber destinado parte del ingreso a satisfacer la segunda mejor opción.
En la asignación que se hace del ingreso dentro del hogar siempre existen acciones egoístas y altruistas, destacando dentro de estas últimas la parte del ingreso que los padres destinan a sus hijos en alimentación, salud, educación y vestimenta en un proceso que es en realidad invertir en el capital humano de ellos y aspiran a que esa inversión derive en que cuando ellos tengan la misma edad que ahora tienen los padres, su nivel de bienestar sea mayor.
Dado que los padres derivan satisfacción del bienestar de sus hijos, esta actitud puede caracterizarse como una de egoísmo-altruista, egoísta porque los padres derivan satisfacción de sus acciones y altruista porque no esperan que sus hijos les paguen en futuro los recursos que recibieron. Obviamente, destinar recursos escasos a los hijos implica incurrir en un costo de oportunidad ya que esos mismos recursos los padres los podrían haber destinado a la satisfacción de necesidades propias.
Fuera del hogar también se observan otro tipo de actos que pueden caracterizarse como egoísta-altruista como por ejemplo, ayudar a una persona a cruzar una calle para que no la atropellen. La persona que brinda la ayuda deriva satisfacción de su acto altruista y no espera ninguna retribución a cambio; que no la atropellen es suficiente. Otro ejemplo es comprarle unos tacos a un niño en condición de calle que está hambriento; deriva satisfacción de su acción y no espera mayor retribución que la sonrisa del niño y saber que se alimentó.
Vayamos ahora a los donativos individuales a las organizaciones de la sociedad civil (OSC) que realizan alguna función que puede caracterizarse como altruista, sea en educación, salud, cultura, etcétera y que complementan o en el caso extremo son sustitutos de las acciones gubernamentales en estas áreas. Estas organizaciones no lucrativas obtienen su financiamiento a través de los donativos que realizan un conjunto de individuos y es un mecanismo eficiente que centraliza en cada organización las acciones que cada uno de los donantes en particular no podrían realizar; hay una ganancia individual y social de esta centralización.
Cuando un individuo decide donar una parte de su ingreso a alguna de estas organizaciones refleja, en primer lugar, sus preferencias sobre cual actividad desea apoyar. Su donativo, sin embargo, no es un acto de altruismo puro. El individuo espera que la organización a la cual hizo el donativo, con el costo de oportunidad que ello implica, cumpla de forma eficiente, eficaz y transparente con su objetivo y lo único que espera recibir a cambio es que los objetivos se cumplieron y los sujetos objeto de la ayuda prestada aumentaron su nivel de bienestar. No espera mayor retribución de su altruismo que generar bienestar para sí mismo al saber que ayudó a alguien que lo necesita. Donar a una OSC es un acto egoísta-altruista.
Por lo anterior, y ante la polémica desatada por el límite fiscal a las deducciones por donaciones, es que no debería haber ningún beneficio tributario para las donantes. Si usted, estimado lector, desea donar a alguna OSC es porque deriva satisfacción de su acto; no espere y menos aún exija más.
Twitter: @econoclasta