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El ambiente cuenta
Es común que al hablar sobre los factores que influyen en los hábitos alimentarios, se incluyan factores genéticos, socioculturales, históricos, geográficos, ambientales, etc. Generalmente pensamos en los factores ambientales como un cúmulo de características que las personas consideran subjetivas que influyen en cómo se forman los hábitos alimentarios de un niño: desde la forma en la que comen en su núcleo familiar o quienes están presentes a la hora de que el niño ingiere un alimento, las costumbres alimentarias de esa familia, la disponibilidad o acceso a ciertos alimentos son las formas más evidentes en las que se piensa, se construyen los hábitos alimentarios.
Sin embargo, en esta amplia clasificación de “factores ambientales” existe por lo general, un cúmulo de conductas, actitudes, creencias y variables que en algunos casos son indirectas y por lo tanto, son difíciles de medir en condiciones experimentales para conocer cómo influyen significativamente en la construcción de los hábitos alimentarios en niños.
Por ejemplo, se sabe que la presencia de otras personas en los consumos alimentarios influye en lo que comen los niños. Pero además de esta presencia, hay otras actitudes que son difíciles de medir en ciertos contextos, por ejemplo, el estado emocional de esos adultos durante las comidas y las asociaciones que los niños pueden hacer con las tomas alimentarias. Se sabe también que algunos de los temas de conversación en la mesa pueden moldear una relación sana con la comida, sin embargo, aún queda mucho por investigar sobre el efecto instantáneo de algunas conversaciones sobre lo que comen los niños.
Existen otros factores indirectos que también se han investigado con prometedores resultados. Por ejemplo, se sabe que el leer a los niños desde que son bebés estimula el desarrollo del lenguaje. Además de esta gran ayuda para el desarrollo, el hecho de leer libros con temática de alimentos y la forma en la que se nutre al cuerpo de manera saludable, podría incidir en los hábitos de un niño, en su relación con la comida y en la motivación para realizar actividad física. Sin embargo, no se sabe si estas temáticas son las que ayudan a promover los hábitos en sí mismos, o es que los padres de niños que se preocupan por leerles son generalmente padres más preocupados por el desarrollo de sus hijos, incluyendo lo que comen para moldear sus hábitos alimenticios.
Se sabe también que la presencia de distractores a la hora de comer puede determinar lo que se come. Además de que se sabe que el uso de pantallas de manera general, no se recomienda sino hasta después de los dos años de edad. Hoy sabemos, además, que las negociaciones a la antigua usanza en las que se conminaba a comer a un niño para darle un premio después, o se le daban distractores como el juego del “avión” son poco recomendables para formar buenos hábitos alimenticios. Lo mismo sucede con las tácticas que obligan a un niño a comer cuando no tiene apetito.
Existe sin embargo una variedad de conductas que exhibimos continuamente a la hora de comer y alrededor de los alimentos, que influye sin lugar a duda en la forma en la que pensamos y comemos los alimentos que son difíciles de medir en un modelo experimental, pero que definitivamente por experiencias individuales y colectivas determinan en gran medida la forma en la que nos relacionamos con los alimentos.