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Opinión

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El botín

Las democracias representativas se basan en los partidos políticos para su funcionamiento efectivo. La sociedad civil o sea la pluralidad ciudadana, encuentra en ellos a las instituciones a través de las cuales se obtiene el poder. Durante las últimas décadas la burocratización de los partidos los ha hecho ver como un estorbo para la organización de la actividad político-democrática, frente a la autenticidad de una supuesta ciudadanía independiente y ajena a los males partidistas.

Sin embargo, no hay hasta hoy una alternativa real a los partidos políticos como instrumento para llegar al poder a través del voto. Pero su desprestigio los obliga a caminar detrás de las candidaturas y no como vanguardia de una campaña electoral. Xóchitl Gálvez obtuvo la representación de los tres partidos en contra de la aspiración de sus dirigentes, pero ante una realidad que los obligó a aceptar a la hidalguense ante la ausencia de opciones propias.

Pero esto no fue suficiente para que PAN-PRI-PRD entendiesen que debían ubicarse detrás de Xóchitl y no por encima de su apuesta ciudadana. El pleito entre el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez, y Marko Cortés, demuestra la incapacidad de las dirigencias partidarias de entender que el objetivo superior es ganar la Presidencia y no pelearse por las migajas de acuerdos incumplidos, más allá de lo ilegitimo de éstos.

Y en el otro bando, la denuncia de Sanjuana Martínez sobre un desvío de fondos para la campaña de Claudia Sheinbaum demuestra que ni siquiera el férreo control que AMLO ejerce sobre Morena es suficiente como para que una de sus integrantes comprenda el daño que causa con su denuncia de corrupción y chantajes por parte de otra funcionaria de alto nivel del gobierno federal.

Si los partidos son organismos resistentes a los malos liderazgos, las candidaturas no lo son, y son ellas las que pagan los platos rotos de una guerra interna producto de intereses particulares contrarios al objetivo superior.

Para Xóchitl y para Claudia, los partidos que las apoyan son armas indispensables para un eventual triunfo, pero su deterioro termina por dañarlas al meterlas al lodazal de la mezquindad política partidista.

Así, si ambas no son capaces de controlar la disputa por el botín electoral que parece ser lo que más interesa a sus liderazgos de los partidos, entonces estaremos ante la presencia de una campaña en donde las candidatas tendrán que pelear en una doble guerra. Una contra su adversaria y otra contra los bandidos que dentro de sus propias formaciones partidistas están dispuestos a reventar la candidatura presidencial a cambio de mantener el negocio político de siempre. Así estamos.

Ezra Shabot Askenazi es Licenciado en Ciencias Políticas y Administración Pública por la Universidad Nacional Autónoma de México. Analista político y catedrático universitario con 22 años de trayectoria en la UNAM. Como académico ha sido jefe del Departamento de Ciencias Sociales y Jefe de Planeación Académica en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Acatlán.

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