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El debate de los perros y gatos
En medio de la vorágine que dejó la aprobación de la reforma judicial en México, el primer debate presidencial entre Kamala Harris y Donald Trump pasó a segundo plano en las noticias, al menos por unos días. Posiblemente, lo que más ha permanecido en el imaginario colectivo fue la bizarra afirmación que hizo Trump respecto a cómo los migrantes estaban comiéndose a las mascotas en cierta ciudad de Ohio.
El debate presidencial había generado altas expectativas, primero por la oportunidad de que muchas personas pudieran escuchar por primera vez a la vicepresidenta Harris y sus ideas. Aunque actualmente es la vicepresidenta, la verdad es que había mantenido un perfil bajo durante toda la administración Biden. Al mismo tiempo, era igualmente esperado ver cómo Donald Trump trataría a su nueva contrincante, después de aquel debate en el que prácticamente obligó al presidente Joe Biden a retirarse de la campaña.
Como en todos los eventos de este tipo, hay diversas interpretaciones según el “color” de los analistas, pero parece existir un consenso relativamente amplio de que la vicepresidenta Kamala Harris tuvo un gran desempeño, opacando a Trump y reforzando sus credenciales para llegar a la Casa Blanca. En varios momentos hizo quedar bastante mal al presidente Trump, no solo porque pareció desesperarlo, sino porque ella se mostró como una persona mucho más en control, con una postura firme pero fresca, burlándose incluso de Trump y de sus afirmaciones —la expresión y las risas ante la afirmación del consumo de perros y gatos es un magnífico ejemplo. Al parecer, esto mismo fue aceptado implícitamente por el propio de Donald Trump, quien de plano declaró que no habrá un segundo debate.
Desde luego, no pienso que aquellas personas que ya estaban convencidas de votar por el republicano modificarán su decisión; por el contrario, posiblemente veremos una radicalización de dichos votantes, aferrándose más aún a su decisión. Y es que el resultado del debate no ha definido aún la elección. Las particularidades del sistema político estadounidense hacen que ir adelante en la intención del voto general no garantice que el o la candidata ganará; recordemos que, incluso después de un desempeño tan sólido en el debate, los llamados “estados bisagra” continúan con márgenes de preferencia muy ajustados.
En el colmo del drama (o de lo absurdo, según lo considere el lector), y a pesar de que las opciones y los riesgos políticos parecen tan obvios, me temo que seguiremos con la incertidumbre prácticamente hasta el día de la elección.
¿Y México? La única mención explícita que hubo de nuestro país durante el debate vino de parte de Donald Trump, cuando aseguró que en México se estaban construyendo enormes plantas de vehículos eléctricos chinos con el objetivo de inundar el mercado estadounidense, lo cual ya ha sido desmentido. Por su parte, Kamala Harris, en declaraciones posteriores al debate, advirtió a los carteles del crimen organizado que, como lo hizo durante su tiempo como procuradora del estado de California, ella enfrentará decididamente a estas organizaciones criminales.
Creo que la relación bilateral México-EE. UU. enfrentará retos muy delicados en el corto plazo, y que la fuente de los mismos vendrá de cinco factores, que para mí son los temas clave en los que se conducirá la relación: migración, seguridad, tráfico de drogas, la revisión del T-MEC en 2026, y, de manera creciente, la postura que México podría adoptar respecto a China.
Con el inminente cambio de gobierno en México, la articulación de la política y estrategia hacia EE.UU. se convierte en una prioridad inmediata. Ciertamente, algunos de los elementos de la estrategia mexicana tendrán que esperar hasta las elecciones de noviembre próximo, pero creo que se debe tener un plan para cada una de las dos realidades posibles.
* El autor es profesor investigador de la Universidad Panamericana; previamente, colaboró por veinte años en el gobierno federal en temas de negociaciones comerciales internacionales.
X: @JCBakerMX