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Opinión

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El mundo al revés

Una pandemia seguida de una guerra están (RE)configurando completamente nuestra realidad. El mundo que conocimos hasta principios de 2020 o incluso principios de 2022 ya no es ni será igual. Todo está cambiando y todo cambiará a una velocidad que nos cuesta y nos costará trabajo imaginar y asimilar mientras no cambiemos nuestra propia mentalidad y abramos nuestro corazón.  

Sabemos que vivimos en un mundo en donde todo está conectado pero entre la pandemia y la guerra estamos experimentando una dimensión de nuestra interdependencia que es inédita y total. El impacto de la guerra en Ucrania y el aislamiento económico de Rusia nos alcanzarán a todos, mucho más rápido de lo que imaginamos. Así como nunca pensamos que el mundo podría detenerse por completo y sucedió provocado por un virus, aún estamos por vivir transformaciones que se saldrán completamente de nuestra lógica y que pondrán a prueba nuestra capacidad de asimilación y (RE)invención.

Hay quienes afirman que el periodo de paz después de la Guerra Fría quizás duró demasiado dada la propia naturaleza humana que tiende a generar conflictos por diversas razones e innumerables intereses. Esto amerita una reflexión más profunda. Si nos medimos con base en los resultados, con mucho dolor debemos (RE)conocer que llegamos a un punto de inflexión como consecuencia de nuestro egoísmo. La guerra, además de deshumanizarnos, también es la mayor expresión de fracaso humano.

Es difícil imaginar que pasará en los próximos meses y años, primero, porque mucho dependerá del grado de destrucción y escalada que pueda tener la guerra en Ucrania. Hoy es evidente que, mientras Vladimir Putin gobierne Rusia, el mundo no podrá estar en paz porque su ambición no tiene límites. 

Hay un indicador que estos días ha ocupado los principales titulares de los medios y es la decisión de muchos países de aumentar considerablemente sus presupuestos para seguridad y defensa. Esto ya se veía venir pero se ha intensificado a partir de la invasión de Rusia a Ucrania. A pesar del impacto económico de la pandemia en el mundo, en 2020 el gasto militar ya había aumentado un 2.6% a nivel global. 

Para poner en perspectiva, los presupuestos de defensa más elevados del mundo los encabezan: Estados Unidos 778,000 millones de dólares, China 252,000 millones de dólares, India 72,900 millones de dólares, Rusia 61,700 millones de dólares, Reino Unido 59,200 millones de dólares, Arabia Saudí 57,500 millones de dólares, Alemania 52,800 millones de dólares, Francia 52,700 millones de dólares, Japón 49,100 millones de dólares y Corea del Sur 45,700 millones de dólares. ¿Cuánto más se podría hacer con la suma de estos presupuestos para bien de la humanidad? En el mundo al revés parece que no cabe esta pregunta. 

La invasión de Putin a Ucrania encendió los focos rojos en todo el mundo lo que ha llevado a un gran número de países a (RE)considerar el aumento en su gasto de seguridad y defensa. China anunció que aumentará al 7.1%, Polonia al 3%, Alemania al 2%, Dinamarca al 2% y así sucesivamente una lista que cada día se vuelve más larga conforme el mundo se siente más vulnerable ante las amenazas de Putin (y las que vengan en el futuro). Incluso varios países que no lo tenían como prioridad, ya lo están considerando.

Por cierto, en el caso de México y con objetivos muy distintos a los de las grandes potencias militares, las fuerzas armadas son las ganadoras en la asignación del Presupuesto de Egresos (PEF) de 2022, pues recibirán el segundo mayor monto de gasto después de las pensiones a los adultos mayores (lo que sea que esto signifique), un total de 199 mil millones de pesos. El que tenga ojos que vea. 

Si consideramos que los recursos son limitados, que existe un gran costo de oportunidad en todas estas (RE)asignaciones, que los ciudadanos en muchos países tendrán que hacer enormes sacrificios, que pueden venir alzas de impuestos o recortes significativos a otras áreas que son prioritarias para un desarrollo más incluyente y más sostenible, entonces podemos esperar que todos estos cambios en el orden económico, alterarán y empujarán a otros cambios en el orden social, medioambiental y político. Nuestra responsabilidad será encontrar nuevos mecanismos para que, lo que parece inevitable, se convierta en oportunidades de otra naturaleza. Tendremos que ser más creativos. 

¿Qué señales nos dan estas decisiones de aumentar los presupuestos de seguridad y defensa? Primero, que lejos de imaginar una nueva forma de convivencia e integración en donde prevalezca la paz, la tendencia seguirá siendo el surgimiento de nuevos conflictos con potencial de convertirse en guerras cada vez más sofisticadas. 

¿El mundo al revés? Sí porque lejos de prepararse para la paz, el mundo seguirá preparándose para más guerras. El mundo al revés porque los gobiernos parecen estar más dispuestos a aumentar impuestos o a recortar el gasto en áreas prioritarias para (RE)asignarlo a defensa, en lugar de invertir en iniciativas, tecnologías o procesos que permitan ir a la raíz de los problemas para prevenir más que corregir y para resolver más que parchar. Sin atacar las verdaderas causas de los problemas, los políticos seguirán ofreciendo “soluciones” fáciles y rápidas aunque resulten incompletas, insuficientes e incluso, contraproducentes. 

El mundo al revés porque no vemos líderes (RE)imaginando esta realidad ni construyendo nuevas narrativas capaces de unir en lugar de dividir, capaces de servir en lugar de servirse; faltan líderes y sobran oportunistas en posiciones de poder. Vemos muchos gobernantes  con hambre de poder pero incapaces de evitar que millones mueran de hambre, personajes que quieren ser “más fuertes” y “más ricos” sólo para dominar e intimidar. No vemos que se hable de la familia como célula sagrada y primordial para (RE)sanar el tejido social y promover el (RE)nacimiento de nuestras sociedades desde el amor y la solidaridad. 

No vemos soluciones creativas a problemas complejos sino el endurecimiento de medidas que atentan aún más contra las libertades sin garantizar plenamente la seguridad y la paz precisamente porque olvidan la dimensión humana de los problemas. No vemos que se hable de integrar a quienes se sienten invisibles, a quienes están marginados o excluidos de un sistema que, si bien ha generado enorme prosperidad, aún sigue siendo excluyente en muchos casos. No vemos que surjan nuevos liderazgos a los que se les permita construir mejores alternativas pues las estructuras de poder tradicionales aún se niegan a perder sus privilegios, se rehúsan a adoptar y abrazar nuevas ideas e impiden abrir espacio a nuevas opciones que verdaderamente representen caminos distintos. 

El mundo seguirá al revés mientras no entendamos que sólo el amor es capaz de derribar los miedos, los prejuicios, el odio, la indiferecia, el egoísmo, la apatía, la ambición desmedida; mientras sigamos esperando que alguien más lo haga antes de yo dar el primer paso para (RE)inventarme y contribuir a co-crear una realidad mucho mejor. El mundo seguirá al revés en la medida en que queramos seguir ganando aunque muchos otros sigan perdiendo.

Me pregunto, después de una pandemia y una guerra, ¿qué más necesitamos vivir o sufrir para dejar de ser lo que somos (desde el ego) y volver a ser mejores (desde el amor)? Si los seres humanos hemos sido capaces de llegar al espacio y avanzar exponencialmente en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, ¿será que podremos tener más empatía para entender que en realidad somos uno? 

A pesar de que son más las señales de un mundo al revés, no soy partidario de perder la esperanza. En medio de tantas contradicciones, Dios está más presente que nunca y nos habla de múltiples formas si realmente queremos escucharlo. Ahora es cuando también, en medio de la oscuridad, brilla la luz del amor, la generosidad y solidaridad de personas extraordinarias que reciben y acogen a refugiados ucranianos en varios países de Europa, que se organizan para enviar todo tipo de ayuda humanitaria. A ellos hay que ver como ejemplo.

Muchas gracias a los polacos, checos, estonios, letones, lituanios, eslovacos, rumanos, húngaros y demás europeos por darnos motivos para seguir creyendo en la humanidad. También es justo (RE)conocer a los rusos que, desafiando al tirano en su propia casa, manifiestan su solidaridad con Ucrania y expresan su dolor por la guerra y su deseo por la paz. Todos ellos nos dan motivos para creer que, juntos y de la mano de Dios, podremos enderezar este mundo. No perdamos la esperanza.

*El autor es presidente Fundador del Instituto de Pensamiento Estratégico Ágora A.C. (IPEA). Primer Think Tank de jóvenes mexicanos y de Un millón de jóvenes por México.

aregil@ipea.institute

Twitter: @armando_regil

Sitio web: http://armando-regil.com/

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