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El trumpismo y la 4T: el metaverso de la felicidad
El trumpismo (QAnon) y la 4T son movimientos similares cuyo común denominador es el culto masivo hacia la personalidad de sus líderes, que se dicen defensores del “pueblo” a costa de provocar una erosión súbita de la democracia.
La ecuación es clara y de una sola variable: la democracia pura soy yo.
La representante de QAnon en la cámara de Representantes Marjorie Taylor Greene cree que existen rayos láser especiales controlados por los judíos que provocan incendios forestales; Pat Robertson, uno de los fundadores del activismo religioso conservador en los años setenta y ochenta, fue un furibundo antisemita capaz de decir que desastres naturales como el huracán Katrina o el terremoto de Haití eran una forma de castigo divino contra los homosexuales. Donald Trump asegura ser víctima de un fraude electoral ocurrido en noviembre de 2020 y propagó la idea de que Obama no nació en Estados Unidos.
Roger Senserrich documenta los casos anteriores en su libro ¿Por qué se rompió Estados Unidos? (editorial Debate), y detalla la mutación del Partido Republicano en una especie de tribu ciega, fanática y no ilustrada, representada fielmente por QAnon.
La aprobación de la reforma judicial maquinada por el presidente López Obrador conlleva a la desaparición de la autonomía de los poderes del Estado, que pondría a temblar a Tocqueville, Stuart Mill, John Adams o Edmund Burke.
Lanzar a la venta la Torre Eiffel parecía ser una tarea más sencilla que subastar una República, en este caso, la mexicana.
Solo desde el oscurantismo una mayoría de la población puede celebrar la desaparición de los contrapesos; solo desde un estado emocional fanatizado se pueden celebrar los riesgos de exterminar la república.
“La Francia de mediados del siglo XVIII no era un buen lugar para librepensadores y personas de espíritu crítico, pero la Encyclopédie pretendía ser un monumento a ambos”, escribe Philipp Blom en su obra Encyclopédie (Anagrama).
Tal parece que el siglo XXI la dirección del péndulo apunta hacia el siglo XVIII.
AMLO y Trump incluyeron en su modelo de Gobierno una ofensiva en contra de medios de comunicación críticos. La estrategia no fue compleja: se convirtieron en periodistas con poder presidencial. El otrora cuarto poder fue blanco de sus críticas y, en el caso de AMLO, eligió a periodistas que generan oleaje de opinión para dinamitar su credibilidad: Ciro Gómez Leyva, José Cárdenas, Raymundo Riva Palacio, Carlos Loret, Joaquín López-Dóriga, entre otros. Trump lo hizo con The New York Times y The Washington Post, y de la televisión, periodistas de CNN.
En México, el Estado pierde control del territorio; en Estados Unidos, ya están las armas y el odio sobre la mesa, sin embargo, AMLO y Trump son editores de las secciones de Felicidad.
@faustopretelin