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Opinión

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Es la herencia lo que cuenta

Para que el siguiente gobierno le eche la culpa al pasado de la mala condición económica, con la que está garantizado que va a iniciar, van a tener que aventarse la maroma de culpar a administraciones que terminaron, al menos, seis años atrás.

Por supuesto que la feligresía lo creerá todo, la narrativa de los demonios del neoliberalismo les funcionará en la medida en que exista esa masa acrítica incapaz de identificar a sus verdugos.

Podría cambiar el villano favorito, así como Felipe Calderón lo ha sido para el López Obrador, Ernesto Zedillo podría serlo en la administración de Claudia Sheinbaum.

En materia económica el sexenio que termina en 25 días será uno perdido. Hasta este momento, a reserva de conocer los datos del comportamiento económico del tercer trimestre, el Producto Interno Bruto (PIB) habría crecido apenas 1% al año, lo que implica un retroceso en términos per cápita.

El deterioro económico tras el repunte postpandemia va a seguir el próximo año en el que se espera un crecimiento del PIB incluso menor que el de este año.

Hay indicadores económicos, como la inversión fija bruta que van camino a un estancamiento que, más allá del final de las obras faraónicas, deja ver todo el peso de la incertidumbre política.

Lo peor de esa infraestructura inútil que creó el gobierno de López Obrador es que, lejos de poder encadenar un crecimiento económico, la gran mayoría va a implicar el destino de enormes cantidades de recursos para subsidiar su existencia. Esa es la suerte garantizada, al menos, del Tren Maya y el aeropuerto Felipe Ángeles.

Pero no es sólo el estancamiento económico, es la necesidad del gobierno que está por iniciar de corregir los complejos problemas fiscales que va a heredar.

Con una expectativa de crecimiento de apenas 1.5% para el 2025, de acuerdo con los especialistas consultados por el Banco de México, difícilmente se pueden cumplir las metas de recaudación y toda la compostura fiscal se tendría que recargar en un recorte al gasto público si no se quiere aumentar los impuestos o bien agravar el problema del déficit presupuestal y la deuda.

Se podría vivir con las consecuencias de un sexenio perdido, México ya sobrevivió el siglo pasado a malos gobiernos como este que termina. La siguiente administración puede generar planes que reviertan las malas decisiones.

Pero la herencia es lo que cuenta para ser pesimistas. Es, de entrada, un Presidente que entregará el poder formal, pero que claramente está deseoso de conservar el poder político real.

Hoy estamos en el camino de López Obrador y es una ruta hacia la autodestrucción. Sus incondicionales ubicados en el Congreso despedazan, ahora mismo, la confianza en esta economía que necesita ser confiable para vivir del mundo exterior como se había decidido.

La crisis de confianza, esa es la que se convertirá en la peor herencia para México en los próximos años. Y no será por descuido o impericia, será un plan deliberado de quien ya no será Presidente constitucional dentro de poco más de tres semanas.

ecampos@eleconomista.mx

Su trayectoria profesional ha estado dedicada a diferentes medios. Actualmente es columnista del diario El Economista y conductor de noticieros en Televisa. Es titular del espacio noticioso de las 14 horas en Foro TV.

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