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Ken Salazar, el embajador del fracking
Ken Salazar, es uno de los dieciocho embajadores que el presidente estadunidense, Joe Biden, ha enviado al Senado para su aprobación desde el inicio de su administración, de los cuales, trece son miembros de carrera del Servicio Exterior y Salazar, se encuentra entre las excepciones.
A diferencia de su antecesor en el cargo, Salazar es un político experimentado y un engrane clave para entender la relación entre las grandes empresas petroleras, el “fracking”, el uso de combustibles fósiles y el gobierno estadounidense. Como Senador por Colorado (2005-2009) tiene un largo historial de apoyo a los intereses de los combustibles fósiles y su respaldo al proyecto de Ley de Energía de 2005, impulsada por George W. Bush, que exime al “fracking” de las disposiciones de Control de Inyección Subterránea de la Ley de Agua Potable Segura y que abrió paso a la libre extracción de hidrocarburos a través de la fracturación hidráulica. Incluso apoyó a diversos candidatos en las primarias demócratas que abiertamente defendieran dicha práctica, por ejemplo, Joe Neguse en el segundo distrito de Colorado o Jason Crow en el sexto distrito.
Durante su cargo como Secretario del Interior en el gobierno de Barack Obama (2009-2013) fue cuestionado en 2010, por la ausencia de revisiones ambientales a la BP (British Petroleum) en el Golfo de México, lo que provocó la explosión de plataforma Deepwater Horizon, causando la muerte de once trabajadores y el mayor derrame de petróleo en la historia de la perforación marina. Cabe recordar que el gobierno mexicano aceptó 25.5 millones de dólares de BP para absolverla de toda responsabilidad por contaminar las aguas mexicanas en abril del 2010.
En 2012, Salazar otorgó la autorización a la petrolera Shell para la perforación y la extracción de petróleo y gas en el Ártico, que provocó protestas y criticas de varias organizaciones medio ambientales. Shell obtuvo el usufructo del mar Chukchi durante el Gobierno de George W. Bush.
Tras dimitir en enero de 2013 como Secretario del Interior, fue sustituido por Sally Jewell y para junio del mismo año, se asociaría a Wilmer Hale, una de las principales firmas de abogados dedicadas al cabildeo y a asuntos jurídicos y gubernamentales en DC. Salazar estuvo dedicado a temas de energía y medio ambiente. Una vez instalado en el sector privado fue un promotor del oleducto Keystone XL, (una arteria diseñada para enviar crudo canadiense a refinerías estadunidenses), impulsado por republicanos. Trump otorgó el permiso de construcción transfronterizo en el 2017. Es preciso señalar que entre las primeras decisiones y decretos del presidente Biden, fue rescindir los permisos de Keystone XL, por ser “altamente contaminante” y por contraponerse a su política de energías limpias. Biden ha propuesto eliminar gradualmente todas las centrales eléctricas de carbón y gas que emiten carbono para 2035 y dirigir el 40% de los beneficios energéticos federales a las comunidades más desfavorecidas y que han padecido la contaminación por combustibles fósiles.
Cuando Joe Biden dio a conocer su equipo una vez ganadas las elecciones a finales del año pasado, surgieron diversas presiones de organizaciones de la sociedad civil, así como de algunos sectores del partido Demócrata, por haber incluido a Salazar y Ernest Moniz, ex secretario de Energía con Barack Obama, por su conocida postura en favor de la energía fósil y el “fracking”.
Salazar es un claro ejemplo de la influencia corporativa en la política. Con su nominación, el mensaje del gobierno estadunidense hacia México es claro: envía a un hombre con experiencia probada en el sector energético que ha regulado y trabajado con los gigantes petroleros.
Las fotos de recorridos por los exóticos mercados mexicanos y la degustación de nuestra rica gastronomía pueden esperar, por ahora.
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