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Opinión

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La apuesta reformista de AMLO, costosa aunque no lo reconozca

En estos días, y seguramente durante mucho tiempo después, muchos estudiosos de la ciencia política y el derecho están enfrascados, y sin duda se dedicarán, a estudiar lo que ocurrió en México entre julio y septiembre de 2024 en nuestro país en materia del rediseño del Estado Mexicano, prácticamente sin que hubiera una reflexión profunda sobre los alcances y consecuencias de ello.

El trance en el que se encuentra sumergida la nación por el afán del presidente López Obrador de hacer que avancen con la menor discusión efectiva posible el conjunto de reformas a nuestra Constitución Política es, sin duda, un ejemplo de una decisión aún inexplicable para muchos, sobre todo porque no se entiende cómo en su ruta de salida, el titular del Poder Ejecutivo tiene como objetivo central lo que debería ser la tarea de quien le suceda en el cargo. En cualquier sociedad democrática, a la persona que asumirá el cargo como presidenta de la nación le correspondería proponer el diseño del andamiaje institucional con el que pretende desplegar su programa de gobierno y llevar a cabo de manera formal la operación política que se requiera para que ese andamiaje institucional sea aprobado.

Cada conferencia mañanera, como si fuera la primera, y muy probablemente incluso en la última de su sexenio ocurra, es un escenario que el presidente no desaprovecha para fijar posturas audaces que, para sorpresa de muchos, incluido yo mismo, no se han traducido en una erosión de su capital político. Probablemente lo que sí se erosione o se merme más adelante, una vez que se empiecen a resentir efectos más concretos sobre el bolsillo de los mexicanos, es lo que el presidente López Obrador considera -quizá desde el primer día de su gobierno- como su legado.

Ayer por ejemplo, me llamó poderosamente la atención que a pregunta de un reportero sobre el tema de la reforma al Poder Judicial y las observaciones críticas que ha recibido de diversos actores políticos, pero de manera señalada del Embajador de los Estados Unidos en México, Ken Salazar, el presidente López Obrador respondió: “aún en el caso —no es real— de que hubiese sanciones a México, nosotros, los mexicanos, tenemos que poner por delante nuestra soberanía, o sea, no podemos someternos. Es la historia de México, es el sacrificio de mucha gente por lograr una patria, libre, independiente, soberana, eso está por encima de cualquier tratado”.

Es verdad que cualquier jefe de estado, normalmente declarará a los medios que la soberanía del país que gobierna está por encima de cualquier compromiso que se derive de cualquier tratado, como una postura que busque cuidar su imagen frente a su electorado, pero también es verdad que los jefes de estado también buscan ser prudentes para evitar crear escenarios político-económicos de los que después le sea prácticamente imposible salir.

El lance del presidente, de desdeñar cualquier posible sanción a México por parte de Estados Unidos y Canadá, por impulsar cambios profundos tanto en el diseño institucional como en las reglas bajo las que se desenvuelven diversas actividades en nuestro país, que provoquen que diversos compromisos asumidos por México en el contexto del T-MEC se vuelvan letra muerta, no solo es audaz, sino que raya en una grave irresponsabilidad.

Se abre un escenario en el que el país y su economía no solo sufrirían los costos directos que se generen por la entrada en vigor de las multicitadas reformas, como la depreciación del peso frente al dólar, un menor flujo de inversión extranjera y un incremento en la prima por riesgo por invertir en activos mexicanos, que frenarán el de por sí anémico ritmo de crecimiento de nuestra economía, sino también, y peor aún, uno en el que nuestro país sufra los costos de sanciones que, con apego a lo previsto en los compromisos del T-MEC, Estados Unidos y Canadá busquen imponer a México, vía mecanismos de solución de disputas desde luego. No tengo duda que ni siquiera el gobierno tiene una idea del tamaño del choque para la economía.

¿En serio es capaz de crear ese escenario de inestabilidad y elevados costos como elemento central de su legado?

*El autor es economista.

@GerardoFloresR

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