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Opinión

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La austeridad arruinó a Europa y ahora está de regreso

Estados Unidos está experimentando un auge de la inversión, debido a las políticas industriales que otorgan enormes subsidios, incluso a las empresas europeas, para invertir en Estados Unidos, principalmente en tecnología verde. La austeridad como política -como la aplicada por gobiernos europeos- no sólo es mala para la gente vulnerable que necesita de un apoyo del estado en tiempos difíciles; también sofoca la inversión.

ATENAS – En 2008, los europeos ganaban, en conjunto, 10% más que los estadounidenses. En 2022, los estadounidenses ganaban 26% más que los europeos. Esta semana, el Wall Street Journal confirmó que los europeos se están empobreciendo no sólo colectivamente sino también privadamente. Este formidable cambio de suerte se debió al nivel sin precedentes de austeridad que los gobiernos europeos les infligieron a sus economías luego de la crisis financiera global del 2008.

La austeridad no sólo es mala para la gente vulnerable que necesita de un apoyo del estado en tiempos difíciles; también sofoca la inversión. En cualquier economía, el gasto colectivo equivale al ingreso colectivo. Al reducir sustancialmente el gasto público en un momento en que el gasto privado decaía, los gobiernos europeos aceleraron el ritmo al que se redujo el ingreso total.

¿Debería sorprendernos que las empresas de Europa se negaran a invertir en la capacidad para producir cosas que los consumidores no iban a poder comprar? Así es como la austeridad post-2008 acabó con la inversión a nivel continental y colocó a Europa en un sendero de caída secular.

Cada impulso de austeridad afecta un área del gasto fiscal antes que nada y con más fuerza: la inversión pública que, comparada con otros gastos gubernamentales relativamente inelásticos, como las pensiones y los salarios del sector público, es el blanco más fácil de los recortadores de presupuestos. De modo que fue el efecto amortiguador de largo plazo de la austeridad en la inversión pública, no slo el efecto en la demanda agregada y la inversión privada, lo que le dejó a Europa cicatrices permanentes.

Hoy, más de 10 años después, la eurozona tiene niveles más bajos de inversión pública (como porcentaje del ingreso agregado) que cualquier otra economía avanzada o bloque económico. Y si excluimos a Irlanda, como deberíamos hacer (dado que su PIB contiene el ingreso de multinacionales que los irlandeses nunca ven), la usina económica de Europa, Alemania, se ubica en último lugar dentro de Europa en términos de su tasa de inversión general.

Más allá de los bienes de lujo (donde empresas como LVMH, Hermès, Porsche y Ferrari lideran el camino) y del fútbol, Europa se está convirtiendo en un pececillo económico. La poderosa industria automotriz alemana puede haber conservado su producción pero su valor agregado está en una caída de largo plazo.

En toda Europa, la inversión en tecnología verde para manufactura es deplorable. Las baterías, la inteligencia artificial y todas las tecnologías digitales que impulsan el crecimiento global han abandonado Europa en sus inicios. En 1990, Europa fabricaba el 44% de los semiconductores del mundo; ahora sólo fabrica el 9% (Estados Unidos produce el 12 por ciento). Las Grandes Tecnológicas son casi exclusivamente norteamericanas y chinas. De las 20 principales empresas tecnológicas en todo el mundo, sólo dos, ASML y SAP, son europeas.

La pandemia puso el motor de austeridad de Europa en suspenso por unos años en tanto se suspendieron las reglas fiscales de la UE y los gobiernos entraron en una fiebre de gasto para respaldar las finanzas de las empresas. Se anunció un Fondo de Recuperación, que muchos se apresuraron a pregonar como el momento hamiltoniano de Europa. No lo fue, por supuesto (como advertí en su momento).

La pandemia fue otra crisis global que dejó a Europa en desventaja en relación con Estados Unidos. El estímulo de Europa no sólo fue menor que el paquete estadounidense; también tuvo un menor impacto por cada euro gastado porque, a diferencia de Estados Unidos, donde un porcentaje mayor del dinero público fue a parar directamente a los ciudadanos en forma de subsidios, los gobiernos europeos favorecieron a las empresas. Y como es sustancialmente menos probable que, en tiempos difíciles, las empresas gasten dinero (excepto en sus propias acciones), a diferencia de los ciudadanos, el estímulo de Europa fue aún menor de lo que sugieren las cifras oficiales.

Los historiadores económicos analizarán la crisis financiera del 2008, la crisis de deuda pública post-2009 que sobrevino después y la pandemia como una secuencia de oportunidades que las élites de Europa eligieron desperdiciar, inclinándose, en cambio, por la austeridad tan pronto como las circunstancias lo permitieron. La mayoría de los analistas culpan de esto al miedo irracional a la inflación (debido, digamos, a la memoria colectiva de los alemanes de la República de Weimar), al analfabetismo macroeconómico u otros factores. Yo sostuve que el principal motivo es una enemistad de clase eterna hacia la gente trabajadora de Europa.

Sea cual fuere el motivo, la realidad es que Europa está por cometer el mismo error en el peor momento posible. Mientras que nuestra industria e infraestructura se están marchitando después de años de desinversión, Estados Unidos experimenta un auge de inversión, debido a la agenda política del presidente Joe Biden, que otorga enormes subsidios a las empresas (incluidas empresas europeas) que invierten en Estados Unidos, principalmente en tecnología verde.

La UE, por su parte, está respondiendo de la única manera que parece conocer: con medidas para restablecer las reglas fiscales que revivirán las políticas de austeridad que, por empezar, causaron el empobrecimiento relativo de Europa.

La suerte está echada. Europa hará ruido en cuanto a crear su propio fondo de inversión para contrarrestar las nuevas políticas industriales de Estados Unidos, pero el resultado será decepcionante y tan divisivo como el Fondo de Recuperación.

Mientras Europa sigue perdiendo terreno y sus exportaciones netas a Estados Unidos y China decaen (también por las políticas de “eliminación del riesgo” que Estados Unidos le está imponiendo a la UE), los proteccionistas de Europa ganarán adeptos, y dirigirán su ira más hacia China que hacia Estados Unidos. A pesar de los costos de haber pasado del gas barato de Gazprom al gas natural licuado caro proveniente del Golfo de México, pronto los costos de los paneles solares avanzados (que sólo los chinos pueden ofrecer a bajo costo) aumentarán, junto con los costos de toda la transición a energías verdes.

Actualmente, los comentaristas de Europa siguen preocupados por la inflación, lo cual es entendible dado que nuestros conglomerados han utilizado su poder de mercado para engordar sus márgenes de ganancias durante la crisis del costo de vida. Pero, debajo de la superficie de la economía europea, el verdadero peligro es una nueva dinámica recesiva -que ya podemos ver en los datos de la oferta monetaria y la inversión total.

No hace falta ser un profeta para ver lo que le espera a Europa en tanto regresa la austeridad. La vida en Europa seguirá volviéndose más cara en tanto los salarios reales caigan y la calidad de los empleos empeore. Por su parte, Europa, como idea y como entidad, seguirá a la mayoría de la gente trabajadora de Europa por el camino cada vez más estrecho que vienen recorriendo desde hace más de diez años.

*El autor es exministro de Finanzas de Grecia, es líder del partido MeRA25 y profesor de Economía en la Universidad de Atenas.

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