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Opinión

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La otra mano de D1OS 

Foto EE: Archivo

Foto EE: Archivo

Luego de ver lo que detonó la noticia de la muerte de Diego Armando Maradona hace un año, entre quienes despedían al Diez y quienes atacaban a Diego, tanto en medios tradicionales como en las redes sociales, recordé las contundentes palabras de Claudia Villafañe, su esposa, en aquel documental de Emir Kusturica, que capturó momentos importantes en la vida del ídolo. Las palabras de Claudia son parte de una historia digna, no solo de señalar, sino de ser contada y reflexionar en torno a lo que representan, una gran lección para el fanatismo, especialmente argentino, en torno al Diez.

No sé hasta dónde la hinchada maradoniana sepa que Claudia fue más que su ángel, su fortaleza, que hizo de madre (natural y adoptiva), de esposa, enfermera, motivadora… ah claro, tenía un problema; estaba en un lugar de la cancha donde no se juega al fútbol. Fundamental para un personaje y una afición que tiene a la pelota como centro del universo. Todo se puede derrumbar, pero la pelota que no se manche.

En una ocasión el jugador brasileño, Dani Alves, comentó que Diego no era un ejemplo para los jóvenes; Maradona respondió al lateral derecho que era un boludo, un chavón que estaba en un lugar de la cancha donde no se jugaba al fútbol. En efecto, para Maradona los defensas no juegan, y Claudia era un defensa. Bajo esta, su lógica aplastante, ella fue un defensa tanto para la prensa, como para los seguidores y el resto de personas de su dañino círculo cercano. Prueba de ello son las palabras que da en respuesta a Kusturica en el citado documental, cuando este le pregunta cómo había hecho Diego para sobrevivir a la adversidad. Claudia responde diciendo que nadie le había preguntado cómo había sobrevivido ella a dicha adversidad. Esto demuestra lo limitado que es mi conocimiento sobre las mujeres, respondió el cineasta en el documental con una voz en off. Así de limitado es el conocimiento de los hinchas maradonianos acerca de Claudia también. La batalla de Claudia fue, no solo por Diego, sino también por Maradona y por esa tercera persona que quedó luego de que le cortaran las piernas. En ese lamentable orden.

La primera vez que el Diez cantó la canción que le compusiera Rodrigo Romero, popularizada por Rodrigo Bueno, misma que ya había sido adaptada a la primera persona (como lo acordaron en la Habana a petición de Diego), vimos en escena a un Maradona jubiloso entonando su himno. Antes de terminar de cantarlo en compañía de decenas de amigos, Diego llamó por segunda ocasión a Dalma y a Jannina con la mirada para que subieran al escenario y le acompañaran. Estas subieron y corearon juntos el “olé, olé, olé” saltando de gusto abrazadas por su padre. Abajo del escenario (en la defensa), estaba  Claudia y su mirada devota a ese retrato incompleto de familia. Desde ese lugar de la cancha intentaba sonreir y aplaudir, incluso acabó arriba del escenario. Al término del himno, Maradona se acercó a ella, algo le dice e intenta cogerle de los hombros, ella asiente, hace un medio giro y se va por la banda. El Diez la mira de reojo, agitado, contrariado y un tanto sorprendido por la gambeta.

Claudia vivió con Diego el paso de la fama a la gloria; esa transición de “El pelusa” a Maradona. Fue testigo silencioso del momento en que la maldita fama presentó a Maradona a esa blanca mujer de misterioso sabor y prohibido placer, que lo hizo adicto al deseo de usarla, involucrando su vida. Y fue ella, Claudia, una vez más, quien le ayudaría a ganar ese complicado partido. Claudia era su mejor activo, su mejor defensa, su mejor contención, su mejor banca, su mejor reserva. La encargada de ganar partidos, para que él pudiera ganar campeonatos. Considero que la hinchada maradoniana debería saber que ese D10S al que tanto idolatra dentro y fuera de la cancha, mucho debe a esta mujer. Maradona sin Claudia, se habría quedado estancado en la fama, en el triste papel de bravucón en contra de los hombres de pantaloncillo largo, muy probablemente no hubiera dejado de ser el “pelusa”. Si conoció la gloria fue por su talento sí, pero también por ella, que se doctoró en paciencia estando a su lado.

Claudia fue el amor de su vida. La amó, la engañó, la demandó y la extrañó. En ese lamentable orden. Después del divorcio fue ella quien siguió administrando sus bienes, algo inusual en los divorcios. Cuando decidió rehacer su vida con el actor Jorge Triana, Diego montó en cólera. Dijo haber sentido un puñal en el alma. La demandaría por supuesta malversación de fondos e intentaría quitarle propiedades peleando en las sinuosas canchas de los tribunales, donde ella hizo valer su gran condición de defensa. Quizá fue ahí donde Diego se dio cuenta de que en ese lugar de la cancha también se juega.

En el último capítulo del popular programa televisivo que tuvo Diego, La noche del 10, Maradona se entrevistó a sí mismo y habló sobre su muerte y lo que le gustaría que dijera Claudia el día de su funeral. Pensativo y parsimonioso señaló: “¿Qué me gustaría que diga Claudia? ‘Aunque estés muerto te sigo amando'”. Por todo eso, creo que Claudia fue para Diego el amor después del amor, como diría su coterráneo, Fito paez.

La participación de Claudia en el programa de televisión Master Chef fue entrañable. Las imágenes dejaron ver a una mujer muy querida por sus compañeros y por el público televidente. Acaso el único lugar donde ha encontrado cariño, la comprensión y algo de reconocimiento. Acaso lo más cercano a un verdadero hogar no lo sé, pero un poco de calor humano sí que tuvo. Al lado del único consuelo que le queda (el cual no es menor), haber visto crecer a sus hijas, algo que siempre le envidió Diego.

En noviembre de 2020, una parte importante de la comentocracia deportiva de argentina y otras partes del mundo llegaron a decir que había que aprender a vivir en un mundo sin Maradona. Quizá sólo a condición de aprender a vivir también en un mundo sin todo lo negativo que representó como Diego Armando, la violencia de género entre ellas. Por cierto, vaya día le tocó librar el último partido, justo el Día Internacional contra la Violencia hacia la Mujer. Quizá por eso vimos tanta animadversión a la manera en que se despedía al crack del fútbol mundial. Había gente dedicada a vigilar y a atacar muro por muro cualquier atisbo de reconocimiento hacia su persona. La escritora Mónica Maristain, recoge el atinado testimonio de una mujer en Facebook, para reseñar su doloroso perspectivismo sobre Maradona: “Chiquilinas, nadie les pide ser fanáticas del Diego, pero salir a señalar y patrullar a quienes están tristes y necesitan duelar esta pérdida enorme para nuestro país es más cercano a ser policía que ser feminista. Me tienen seca”.

Creo que una forma de hacer conciencia entre las nuevas generaciones es posible, a partir de la sinécdoque de Claudia. Ojalá que historias como la suya comiencen a ser eso, historia.

Decía Chesterton que cuando entraba a la iglesia se quitaba el sombrero, no la cabeza. Pues aludiendo al maestro puedo decir que sé distinguir entre el fútbol y la desbordante pasión que genera. Ante Maradona me quito el sombrero, pero ante Diego Armando y su iglesia maradoniana, por ningún motivo podría quitarme ni el sombrero, ni mucho menos la cabeza. 

 

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