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Opinión

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Let it Be

Let It Be se reestrenó esta semana en la plataforma Disney+. Foto: Cortesía The Beatles

Let It Be se reestrenó esta semana en la plataforma Disney+. Foto: Cortesía The Beatles

Todos los documentales sobre música le deben algo a Let It Be, el documental dirigido por Michael Lindsay-Hogg que retrata el último mes de vida de The Beatles. El documental fue relanzado esta semana en la plataforma Disney+ más de medio siglo después de su estreno. 

El interés por Let It Be se reavivó luego de que el director Peter Jackson utilizó el pietaje original de más de 60 horas para la realización de una nueva serie documental, editada en 2021, bautizada como Get Back. En un acto de revisionismo histórico, Get Back trata de ofrecer una fotografía más balanceada, y tal vez menos triste sobre el final de The Beatles

Para 1969, Paul McCartney se había convertido en la fuerza que impulsaba al resto de sus compañeros tras la muerte del manager Brian Epstein. La idea de McCartney era que la banda volviera a tocar sobre un escenario sin los trucos del estudio que habían perfeccionado con la ayuda del productor George Martin.

John Lennon profundizaba su relación con la artista Yoko Ono y cada vez tenía menos interés en ser el supuesto portavoz de una generación. George Harrison había regresado de pasar unas vacaciones en Woodstock, Nueva York, con Bob Dylan y The Band, y había visto otras posibilidades sobre cómo puede funcionar una banda de rock. Ringo Starr, desencantado por las tensiones internas, había considerado también una carrera como solista y en las películas. 

La fantasía que habían construido las cintas previas A Hard Day’s Night, Help!, Magical Mystery Tour, Yellow Submarine que miraba a la banda de rock como una eterna pandilla juvenil se contrasta con la imagen de cuatro músicos cansados de ser estrellas pop. Let It Be de Lindsay-Hogg muestra la maduración y la separación musical que experimentan los seres humanos al crecer y dejar atrás el pasado. 

Para cuando Let It Be se estrenó en las salas cinematográficas en mayo de 1970, la banda ya se había disuelto y el romanticismo del sueño beatle había terminado. 

Let It Be es mitad cinema verité, mitad reality show, un concepto que aún no se inventaba y que a la distancia se ha vuelto un cliché de toda pieza audiovisual sobre un artista contemporáneo. Décadas antes de que los Osbournes, Gene Simmons o Jessica Simpson publicaran versiones ficcionadas sobre sus vidas, The Beatles construyó una imagen casi idílica sobre una banda de rock. Con Let It Be todo era diferente: aquí los veíamos por primera vez teniendo discusiones creativas y musicales. Y los emplazamientos de cámara también nos ofrecen pistas sobre lo que la banda quería mostrar y ocultar de la luz pública. 

Inconscientemente, Let It Be refuerza el mito de que una banda de rock es esa familia disfuncional que eligen sus integrantes. Es ese choque de personalidades y egos, con sus propias concepciones sobre cómo hacer música.   

La lente de Michael Lindsay-Hogg captura a la banda mientras trabajan como si fueran oficinistas de 9 a 5, primero en los estudios Twickenham y luego en Abbey Road. Además de ver los ensayos con las canciones que conformarán Let It Be y Abbey Road, Lindsay-Hogg nos invita, como una mosca en la pared, a presenciar los primeros bocetos de algunas de las canciones que acompañarán los discos solistas de Lennon, McCartney y Harrison en los años posteriores. 

También nos da un recorrido por las eclécticas influencias musicales que permearon en la música de The Beatles, desde Elvis Presley, Little Richard, Smokey Robinson & The Miracles, los musicales y hasta Consuelo Velázquez. La idea de Paul McCartney para el proyecto siempre fue regresar a las raíces de la banda, cuando The Beatles hacía sets maratónicos en los antros de mala muerte de Hamburgo. 

Let It Be ayudó a sentar las bases para que los videos musicales y los videos de los artistas en el estudio sean un elemento fundamental en cómo se empaqueta y se presenta a un artista pop. 

Sin el precedente de Let It Be no habría un The Last Waltz de The Band, The Great Rock & Roll Swindle de los Sex Pistols, el Eras Tour de Taylor Swift, Renaissance de Beyonce, Some Kind of Monster de Metallica, Rattle & Hum de U2 o hasta las parodias All You Need Is Cash de The Rutles y This Is Spinal Tap.   

La primera vez que vi Let It Be tenía seis años y tuve que rogarle al vendedor de boletos que me dejara entrar pues pensaba que me pasaría la película entera en llanto como usualmente hacen los niños. Yo estaba verdaderamente emocionado por ver a mis ídolos musicales. Fui a aplaudirle a la pantalla así como generaciones anteriores lo hicieron con las películas de Elvis y The Beatles. Quizá mi obsesión por escribir sobre música comenzó ahí y eso es lo que me ha llevado a continuar escribiendo sobre The Beatles medio siglo después del final de la banda. 

Al volverla a ver, Let It Be sigue dejando ese final agridulce con la última tocada del cuarteto en la azotea de los estudios Abbey Road, mientras Lennon pregunta, en broma, si pasaron la audición. 

antonio.becerril@eleconomista.mx

X: @tonebecerril

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Coordinador de Operaciones Online. Periodista. Desde el 2019 escribe la columna semanal sobre música “Mixtape” en El Economista. Ha sido reportero de tecnología y negocios, startups, cultura pop, y coeditor del suplemento de The Washington Post y RIPE.

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