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Nearshoring, ¿la oportunidad perdida para México?
En las cosas que realmente importan (no aquellas por las que se enoja López Obrador en sus deprimentes mañaneras) parece que el futuro le sonríe a México. Parece que, a pesar de la inseguridad y el caos administrativo nacional, la guerra comercial de Estados Unidos con China y la guerra de Ucrania podrían estar modificando el interés de los inversionistas para modificar las cadenas globales de valor (CGV) a favor de México. El T-MEC, la citada guerra comercial con China y nuevas condiciones logísticas del país podrían estar haciendo la diferencia.
El comercio exterior de México supone aproximadamente cerca del 80% de su PIB, con cifras de exportaciones cercanas o superiores al medio billón de dólares. De éste, también un 80% se concentra en exportaciones e importaciones a y desde nuestro vecino país del Norte. México posee más de 300 mil millones de dólares invertidos por extranjeros en la nación y 2022 podría alcanzar la suma de más de 50 mil millones de dólares en inversión extranjera directa, un monto nada desdeñable. Los inversionistas buscan con interés a las empresas de parques industriales para instalar fábricas en México. El futuro podría estarle echando ojitos a México.
Sin embargo, estas inversiones no vendrán solas. El mundo se pelea por la inversión extranjera. México tiene que poner de su parte, y AMLO parece tener otros temas en su agenda: el comercio y la inversión contradicen sus visiones estatistas centradas en los setentas. México tiene que dar saltos agigantados en su lucha contra la inseguridad; debe mejorar sustancialmente su Estado de Derecho; conviene agilizar los procesos aduanales ahora en manos de los militares. La inversión viene cuando está acompañada de buena logística e infraestructura, rubros en los que quedamos semirreprobados.
La ventaja es que en esta ocasión los problemas no son exclusivamente de naturaleza federal. Los estados que desde la entrada en vigor del TLCAN hicieron su trabajo para atraer capital extranjero, como la región del Bajío y los estados fronterizos, deben seguir en la misma línea, pero no se trata de músicas que desconozcan. De acuerdo al Banco Interamericano de Desarrollo, nuestro país podría incrementar en 35 mil millones de dólares anuales nuestras exportaciones. Algunas agencias opinan que el nearshoring podría incrementarlas hasta en 80 mil millones de billetes verdes. Sea la cantidad que sea, se trata de mucho dinero.
Ahora bien, los problemas nacionales no se resuelven sólo con inversión extranjera. Para mejorar su competitividad, nuestra nación debe mejorar sustancialmente la calidad de su capital humano. A pesar de los retrocesos en la materia por culpa de la 4T, parte de la enseñanza es a nivel estatal, por lo que se podrían lograr esquemas duales (de instrucción escuela-empresa) similares a los de Alemania si las entidades federativas se ponen las pilas. No estamos hablando de imposibles. Los estados que mejoren en dichos rubros podrán aumentar la productividad y su competitividad, que es en última instancia lo que mejora el nivel de vida de la población, de acuerdo a Michael Porter, en su clásico La ventaja competitiva de las naciones.
Nuevos vientos soplan en el horizonte. El nearshoring es uno de ellos, y esta vez depende de todos -autoridades federales, estatales y municipales, empresarios, centros de capacitación y universidades- captar su ventisca. ¿Estaremos preparados para aprovecharla?
Xavier Ginebra Serrabou es máster y doctor en derecho de la competencia, profesor investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana y socio del área de competencia y consumidores del despacho Jalife Caballero.