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Opinión

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Pagando los platos

Usar la privatización para pagar los platos rotos es un grave error que genera el espejismo de que se puede sostener el mismo nivel de gasto. No es una panacea.

Las gigantescas deudas acumuladas en economías desarrolladas será un tema recurrente en los próximos años y, con ello, las posibles medidas que se puedan tomar para neutralizar estas bombas en potencia. Estamos regresando al pasado, cuando economías emergentes, incluyendo la nuestra, tuvieron que implementar políticas públicas basadas en la reducción de financiamiento deficitario y control de deuda pública. La ruta del impuesto inflacionario o una estrategia de moratoria no son opciones viables.

La sabiduría convencional se inclina por una combinación de reforma tributaria (o sea, más impuestos) en combinación con una política de reducción de deuda basada en recortes presupuestales. La típica (y para mercados emergentes, bien conocida) receta de austeridad fiscal. Pero, ¿será suficiente?

Otras voces contemplan lo que se convirtió en la realidad económica durante la primera ola de reforma estructural: la privatización de activos que pertenecen al gobierno para generar ingresos que puedan liquidar la deuda. El argumento es: en regiones como la economía estadounidense donde ya existe una tradición de libertad económica, la privatización de activos estatales podría hacer una gran diferencia en la posición fiscal de la tesorería federal.

El principal obstáculo, según esta lógica, es la ausencia de voluntad política. El argumento proprivatización es razonable. Una empresa ahogada en deudas suele recurrir a la venta de activos para equilibrar su posición financiera. Una familia con deuda hace lo mismo. ¿Por qué no un país? Después de todo, según esta idea, varios países en todo el mundo ya han participado en una ola de privatizaciones de cientos de miles de entidades estatales, desde empresas pequeñas hasta corporaciones multinacionales.

Sin duda hay una vasta cantidad de activos que se pueden vender, transferir o concesionar al sector privado. El gobierno de EU es propietario de alrededor de 700,000 millones de dólares de propiedad inmobiliaria y de casi 300,000 millones en otros proyectos especiales, sobre todo infraestructura.

Es un argumento tentador, pero también tramposo. Una de las grandes lecciones del proceso en mercados emergentes es que usar la privatización con fines fiscales (vender las joyas para pagar deudas) es un error que genera incentivos perversos, capitalismo de cuates y otros desequilibrios en potencia (por ejemplo, el espejismo de que se puede sostener el mismo nivel de gasto). No es ni será, la varita mágica que resuelva el problema fiscal. Al final del día habrá que apretarse el cinturón.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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