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Opinión

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Petroprecios tramposos

El aumento de los petroprecios ni nos afecta ni nos beneficia, sino todo lo contrario. México es más consumidor que productor de combustibles.

Las apuestas sobre el futuro de los precios del petróleo están en grande y es necesario revaluar las expectativas de recuperación que se manifestaban para este año.

Los factores geopolíticos no se pueden determinar, ello implica convivir con un alto grado de incertidumbre. En la medida en que crece la cadena de crisis en el norte africano y el Medio Oriente aumenta la posibilidad de un efecto dominó, que en el peor de los casos ya maneja el mercado internacional, que podría impulsar el precio del petróleo en alrededor de 150 a 175 dólares por barril.

Éste puede ser el factor que detone un proceso inflacionario en potencia, alimentado por los tremendos aumentos de liquidez por parte de bancos centrales alrededor del mundo, sobre todo el programa monetario en la economía estadounidense.

Por otro lado, un choque petrolero negativo implica ajustar el comportamiento de la demanda ante la necesidad de desembolsar mayor gasto empresarial o familiar en productos basados en petróleo. Ello generaría un ajuste en las expectativas de crecimiento.

Algunos políticos mexicanos han cacareado la falacia de que a mayor precio del petróleo hay mayor oportunidad de maximizar ingresos fiscales, reflejo de ese fetiche particular de querer administrar la abundancia, pero reflejo también de la complacencia fiscal de depender de la factura petrolera para financiar el gasto federal.

A pesar de este beneficio superficial en las arcas fiscales, realmente efímero, retrasar de nueva cuenta la necesidad de hacer frente a las lagunas estructurales en nuestro sistema fiscal tiene también efectos negativos visibles. El más obvio es que ante un aumento de petroprecios suben los productos derivados del petróleo como gasolina, por ejemplo, la cual ya debemos importar en su mayoría.

En las palabras de un prominente observador: La economía mexicana es más consumidora que productora de combustibles, aunque esto es algo que la mayoría de los mexicanos no entiende . Pues sí, es un espejismo tramposo y peligroso.

Sin embargo, el problema más grave para la economía mexicana es que el choque petrolero se traduzca en un episodio de fuerte desaceleración económica en la región de América del Norte, lo que podría poner en entredicho la inercia de recuperación de venía creciendo en nuestra economía. Es decir, podría darse un escenario de otra pulmonía, aunque no fuese tan fulminante como la del 2009.

Tal como concluye The Economist: ahora que la recuperación parecía firme, pasa esto. No debemos subestimar su impacto.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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