Que Claudia viaje

Poco antes de asumir la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum realizó un viaje por Europa en el que visitó Barcelona, Madrid y París, ciudades gobernadas en ese entonces por mujeres —Ada Colao, Manuela Carmena y Anne Hidalgo, respectivamente. Este recorrido le permitió conocer la experiencia de otras mujeres gobernantes, al tiempo que buscaba aprender sobre las buenas prácticas de estas urbes en temas como seguridad, sustentabilidad, y cultura. Algunas de estas prácticas, como el festival cultural de la “Noche de primavera”, las replicó y adaptó durante su mandato en la CDMX con la convicción de convertirla en una ciudad de derechos. 

Es un hecho que la hoy presidenta electa es un tanto más cosmopolita que su antecesor. Sheinbaum no sólo estudió en el extranjero, además habla inglés (algo que no podemos dar por sentado cuando se trata de los mandatarios de este país) y su visita a Europa es, a mi juicio, testimonio de un interés por el mundo. A pesar de que ha habido pocas señales de voluntad por distinguirse de Andrés Manuel, es altamente deseable que Claudia viaje. Con esto me refiero a que, en su calidad de jefa del Estado mexicano, participe en foros internacionales y se reúna con sus homólogos de distintas partes del mundo. 

El presidente López Obrador no lo hizo. No participó en las reuniones internacionales a la que México estuvo invitado y sus visitas al extranjero fueron contadas. Como no quedaba de otra, visitó Estados Unidos en pocas ocasiones y más bien privilegió el acercamiento y las visitas de trabajo a países afines ideológicamente como Cuba. Esto le permitió afianzar aún más el respaldo de los círculos de izquierda del país, pues con Cuba en particular México siempre ha mantenido una relación especial. 

La semana pasada Sheinbaum dijo que aún valora si asistirá a la Cumbre del G20 que se celebrará el 18 y 19 de noviembre en Brasil —por cierto, un país ideológicamente afín a la 4T. Dijo que las fechas son muy cercanas a su toma de posesión y a la conmemoración del aniversario de la Revolución Mexicana. Más que un tema de agenda, la participación de Sheinbaum en este foro es un asunto de interés y voluntad política. Ojalá no deje esta responsabilidad en manos de uno de sus secretarios de estado. 

El G20 no sólo reúne a las economías más importantes del mundo —entre las que todavía está México—, también constituye un espacio representativo del equilibrio del poder internacional en el que conviven gobiernos de izquierda y derecha, y en el que se toman decisiones que, créanlo o no, nos afectan a todos. Cito un ejemplo: el llamado del G20 fue decisivo en la creación, en 2020, de la iniciativa conocida como “Acelerador ACT”, que sirvió para acelerar la producción y el acceso a pruebas, tratamientos y vacunas contra el Covid-19 para así detener la pandemia. 

La política exterior de Andrés Manuel fue deliberadamente provinciana y errática. Como en tantos otros rubros, empezando por la ansiada y dañina reforma judicial, tocará a Claudia recoger los platos rotos. El G20 constituye una primera ventana de oportunidad para empezar a recomponer la deteriorada imagen de México en el mundo y establecer las prioridades internacionales del “nuevo régimen”. 

Cuando Claudia afirma que su responsabilidad como gobernante está aquí, en México, tiene razón. Sin embargo, México no es una isla. El país está inevitablemente vinculado al exterior y la vida cotidiana de los mexicanos, desde el más pobre hasta el más rico, también. Esto va mucho más allá del terreno económico y el intercambio comercial con Estados Unidos o Canadá. Basta reconocer que acaso el desafío más complejo y apremiante para el mundo contemporáneo es el cambio climático. Un asunto en el que la presidenta electa se identifica como experta y cuya solución no depende únicamente de un país, sino del concurso y la cooperación de todos. Sólo por esto, que Claudia viaje.