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¿Qué hacen los empleados de comunicación social de Relaciones Exteriores?
Google y el ChatGPT son más eficientes que el área de Comunicación Social de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
¿México firmó la Declaración de Bletchley sobre el alcance de Inteligencia Artificial?
La pregunta se la formuló el pasado miércoles la reportera Perla Pineda al funcionario de nombre Vladimir Alejandro Castillo Ledón Tomás quien, de acuerdo a la página web de Relaciones Exteriores, se desempeña como Director de Información Internacional. Lo hizo a través de WhatsApp. Ayer por la tarde, el funcionario de comunicación social ni siquiera había leído la pregunta (no tenía las flechas en color azul).
El jueves por la mañana Google me resolvió la duda. México no firmó la Declaración de Bletchley.
En diversos medios británicos lo que preocupa a los países que la firmaron son varios temas: la desinformación, la discriminación, la seguridad y la privacidad.
Paradójicamente la desinformación y la discriminación son variables que han atravesado al área de Comunicación Social de Relaciones Exteriores durante los casi ya cinco años de la presente administración.
Tal parece que el objetivo de la comunicación social es desvirtuar la realidad para proteger a funcionarios.
El único caso excepcional más allá de las filtraciones a periodistas-amigos o esclavos-periodistas, ocurre cuando los hechos reales benefician a funcionarios a los que hay que proteger. Es decir, tal escenario casi nunca ocurre.
Lo de menos son los nombres. Roberto Velasco, Daniel Millán y Hugo Corzo (hay un cuarto elemento que ni recuerdo su nombre), han ocupado la dirección general de Comunicación Social de Relaciones Exteriores, y todos le han dado su espalda al periódico El Economista. Eso sí, le envían mensajes vía WhatsApp al director del periódico como intentando quedar bien con quien se debe quedar bien: rasgo clásico en la cultura de la burocracia mexicana.
Tres años atrás pregunté a Daniel Millán sobre el estatus de la negociación del Acuerdo Global de la Unión Europea, pero la última vez que supe de su existencia fue hace unos tres o cuatro meses: una fotografía de él en Twitter lo ubicaba en una lancha haciendo campaña para su jefe Marcelo Ebrard.
Por fortuna, dos amigos de la maestría que trabajan en Bruselas en la Comisión Europea me proporcionaron de manera inmediata una fotografía del proceso de desaseo y manoseo que ha tenido el Acuerdo Global. Uno de ellos ocurrió cuando Ebrard prefirió dejarlo bajo llave en un cajón antes de que Tatiana Clouthier le diera el visto bueno.
Son muchas preguntas que Relaciones Exteriores no quiere responder:
¿Cómo va la mesa de diálogo en México entre el dictador Nicolás Maduro y la oposición? ¿Por qué trasladaron la mesa a Barbados?
¿Habrá oportunidad para embajadores jubilados en retomar actividades como lo hará la embajadora Carmen Moreno Toscano en Países Bajos?
¿Cuántos pasaportes han sido falsificados?
¿La embajada de México en Ucrania ya fue oficialmente cerrada?
¿Cómo va la extradición de Andrés Roemer? ¿La guerra retrasará el proceso?
En su encuentro con el dictador Maduro en el Palacio de Miraflores, la secretaria Alicia Bárcena le pidió apoyo para que interfiera con sus amigos terroristas de Hamás para que liberen a dos rehenes mexicanos?
Han sido cinco años sin respuesta a El Economista.
¿Qué hacen los funcionarios que laboran en el área de Comunicación Social? ¿Cobran su quincena incumpliendo su trabajo?
El Economista no recibe el mismo trato que La Jornada o Milenio. ¿Cuál es la razón?
Desinformar y discriminar, sus objetivos.
@faustopretelin