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Opinión

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Recuperando el largo-plazo

Nos hemos acostumbrado a la mediocridad. El desafío del crecimiento en el largo plazo es, precisamente, recuperar el largo-plazo.

Uno de los efectos menos comentados, pero más dolorosos, de la crisis financiera del 2008 y de los choques que sufrió la economía mexicana en el 2009, fue la pérdida de una visión de largo-plazo. Ahora, en pleno proceso de rebote , apenas empezamos a recuperar los beneficios de este factor, fundamental para el crecimiento, la inversión y el ahorro interno.

La transición a un clima de estabilidad había generado una expectativa positiva de largo-plazo, donde las variaciones en inflación o tipo de cambio eran predecibles, donde los agentes ya podían calcular tasas internas de retorno confiables, o hacer una valuación con descuentos a valor presente neto, en forma predecible, que coincidiera con las expectativas de los agentes económicos.

Una forma de caracterizar el comportamiento de la economía mexicana a lo largo de las últimas tres décadas es por medio del concepto de mediocridad : por diversas razones, tanto cíclicas como estructurales, la ausencia de crecimiento, junto con la inestabilidad, habían generado un ambiente de mediocridad permanente. Hay varios denominadores en común: las crisis sexenales, el presidencialismo, el centralismo económico, la corrupción, la ausencia de derechos de propiedad, entre otros.

En el pasado la falta de oportunidades se explicaba apelando a factores externos: no es nuestra culpa, son factores fuera de nuestro control, los saca-dólares , la alta volatilidad financiera, los desastres naturales, el embargo atunero o los petroprecios. El villano favorito, ahora, es el sistema bancario internacional. Empero, esta última crisis dejó en evidencia un nuevo factor: la ausencia de flexibilidad en las instituciones económicas, es decir, la poca habilidad de poder adaptarse a un cambio inesperado e importante en la trayectoria económica.

Por ello, el descalabro económico ha sido más doloroso, al no contar con la morfina inflacionaria para artificialmente neutralizar el dolor. No es la ausencia de morfina, por supuesto, la que explica la caída. Es la ausencia de cambios en las estructuras como las leyes laborales o el sistema impositivo, que requiere el cuerpo de la economía mexicana, no tan sólo para levantarse, sino para emprender una carrera acelerada hacia el alto crecimiento sostenido.

Nos hemos acostumbrado a la mediocridad. Sin duda, podríamos estar peor; por otro lado, si tuviésemos esa flexibilidad, podríamos estar mucho mejor. El desafío del crecimiento en el largo plazo es, precisamente, recuperar el largo-plazo.

rsalinas@eleconomista.com.mx

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