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Reeducar la mirada para acabar con la corrupción
La corrupción es un asunto cultural y se autorreproduce hasta convertirse en la “normalidad”. Por ello, la solución debe ser también cultural.
¿Ya tocamos fondo? México está ahora en el lugar 135 del ranking de Transparencia Internacional, en lo que se refiere a percepción de la corrupción. El año pasado estábamos en el sitio 123 y hace dos años, en el número 95. Este ranking se construye con base en entrevistas. Así nos ven, así nos vemos. Parece que vamos retrocediendo.
La corrupción es un asunto cultural y se autorreproduce hasta convertirse en la “normalidad”. Por ello, la solución debe ser también cultural: luchar contra una normalidad aberrante y convencernos de que sí se puede. En este proceso es clave reeducar la mirada, como dice Enrique Provencio, para ver las cosas de manera diferente. Curarnos de la miopía autoinducida y recuperar la capacidad de ver las cosas como son, sin autoengañarnos: Con frecuencia, la corrupción es más glamorosa y atractiva que la honradez. Muchas veces los corruptos se presentan como los ganadores... y los honrados llevan la etiqueta de losers. ¿Podremos reeducar nuestra mirada para ver a los ratas como simples ratas, aunque lleven relojes millonarios?
La corrupción nos cuesta muy cara, pero no podemos quitárnosla de encima, entre otras cosas porque no lo intentamos con la energía necesaria. Somos el país de América Latina donde se pagan más dádivas. Seis de cada 10 mexicanos reconocen que pagan mordida al menos una vez al año. La responsabilidad es ponderada, algunas veces el que ofrece la mordida es víctima y, otras, es el corruptor.
“El problema con la corrupción es que casi nadie aguanta un cañonazo y mucho menos un close up”, me decía un viejo periodista. Quizá exageraba, lo cierto es que la corrupción nos cuesta el equivalente a 10% del PIB, según el CEESP, pero esta cifra podría ser mucho más alta si se incorporan algunos intangibles: ¿Cuánto cuesta la pérdida de autoestima que implica aceptar definirse como un país de corruptos? ¿Qué precio tiene el desgaste que la corrupción produce en nuestras instituciones: policías, Poder Judicial, Congreso, medios de comunicación?
Transparencia Mexicana y Transparencia Internacional recomiendan la implementación de una fiscalía general independiente. También lo hicieron el año pasado. En este asunto no ha pasado nada en estos meses, pero también ha pasado mucho. Entre las minorías informadas y más activas políticamente, ha ido ganando fuerza y apoyo la idea de la fiscalía independiente, que no dependa del partido que se encuentre en el poder ni sea rehén de los intereses privados.
Crear una fiscalía autónoma es clave, pero hay que tener cuidado con suspirar por un caudillo. El reto es contar con un sistema de procuración de justicia que no se parezca al que ahora tenemos. México tiene cuatro jueces por cada 100,000 habitantes. El promedio en América Latina es de ocho por cada 100,000. En seguridad y procuración de justicia, México invierte alrededor de 1% del PIB; los países de la OCDE en ese rubro están cerca de 4% del PIB.
Uruguay y Chile tienen fiscalías independientes, con capacidades reales de investigación y persecución del delito. Éstos son los únicos dos países de América Latina que tienen más de 60 en calificación, en el informe de Transparencia. Ellos están 100 lugares arriba de México, que tiene 29 puntos de calificación, en una escala de 0 a 100.
¿Cómo acabar con la impunidad? El proceso es largo y complejo. Podemos empezar por reeducar la mirada.