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La ausente Claudia

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OpiniónEl Economista

El punto de partida de Claudia Sheinbaum es AMLO. 

A diferencia de todos los presidentes entrantes que tratan de desmarcarse de sus predecesores, Claudia Sheinbaum Pardo (CSP) se plantea a sí misma como más de lo mismo, con solo algunas diferencias que el tiempo nos dirá si son significativas o no.

Reitero lo que dije hace varios artículos: no sé cómo será CS como presidenta. Creo que nadie lo sabe bien a bien. Pero al menos en estos pocos días de su gobierno no la veo, está ausente. Se comporta como si fuera una secretaria de Estado a la que le encargaron por un rato la chamba del presidente López.

Una cosa se agradece, el que hasta ahora ha sido menos confrontativa y lapidaria. Menos discursiva, con ese discurso evasivo y vacío que veíamos todas las mañaneras. Da respuestas más precisas y cortas, otra cosa positiva. Sin embargo, no echaría las campanas al vuelo todavía. Tengo la impresión de que, a medida que las críticas aparezcan, surgirá una tendencia a subir de tono su narrativa, regresando a la confrontación y a la descalificación. Ojalá me equivoque.

Me detengo en su discurso inaugural, el de los 100 puntos. Al respecto, resumo en cuatro puntos:

1.- No presentó un diagnóstico de cómo encuentra al país. Lo entiendo, haberlo hecho significaba resaltar todos los errores, omisiones, mentiras y corruptelas que deja López Obrador. Sin embargo, carecer de diagnóstico implica que no se tienen las prioridades identificadas. De un buen diagnóstico se derivan estrategias. En los 100 puntos todo parece pesar lo mismo.

2.- Fue un discurso nacionalista. México todo lo puede, en alimentación, energía, cultura, ciencia y tecnología. Por supuesto, en nuestro país hay mucho talento y potencial, pero no se puede excluir al mundo. Los intercambios de todo tipo, en equidad, enriquecen. No hay un solo país que se baste a sí mismo.

3.- Fue un discurso estatista. El Estado todo lo puede, construirá nuevas líneas de ferrocarril, carreteras, universidades, preparatorias, farmacias del bienestar, apoyará la autosuficiencia alimentaria y de gasolinas, seguirá con su hegemonía en la generación de electricidad. En estos dos últimos puntos se resume el regreso a un México aislado, libre de la “contaminación” de corrientes e ideas “extranjerizantes”. Todo esto lo podrían firmar López Mateos y Díaz Ordaz.

4.- Fue un discurso excluyente: para este nuevo gobierno no existe la oposición ni sus contribuciones a la democracia; los medios de comunicación tampoco, en todo caso son instrumentos a los que hay que vigilar; las víctimas del crimen organizado y los familiares de los desaparecidos tampoco estuvieron presentes. Esa parte de México no fue tomada en cuenta. Los casos graves, Chiapas, Guerrero, Michoacán, Sinaloa o Guanajuato, agobiados por el crimen organizado, no existieron en la narrativa del primer día. Ni una mención.

Los gritos finales de sus discursos en la Cámara de Diputados y en la Plaza de la Constitución, “viva la cuarta transformación”, son un remate excluyente, todo un mensaje en sí mismo. Podía haber optado por el clásico “Viva México”, como un llamado incluyente, pero no, los que no estamos con la 4T estamos fuera. No fue el remate de una estadista, sino de una jefa de partido.

Claudia Sheinbaum es la primera persona en ocupar el cargo emanada de la izquierda. Nunca pasó por el PRI o el PAN. Esto es una ventaja y una desventaja. La izquierda universitaria, en la que milité, tiene una gran inclinación al autoritarismo y el culto a la personalidad, pero también una concepción de país que puede resolver problemas graves. Luces y sombras de nuestro pasado

En sus primeras mañaneras, se agradece que le haya bajado dos rayitas a la agresión y la descalificación contra los que no piensan como ella. No se ha lanzado contra los “conservadores” o los “fifís”.

Su recuerdo del 2 de octubre, con todo y disculpa del Estado, también se agradece. No exculpó al Ejército, como su predecesor, dijo que el tristemente famoso batallón Olimpia era parte de él. Culpó a quien tenía que culpar: Díaz Ordaz y las fuerzas armadas. Personalmente, hubiera agregado al PRI.

Sin embargo, la reconstrucción del pasado continúa como lo inició AMLO: en 2006 hubo fraude, igual que en 2012. No hay nada que reconocer a los gobiernos “neoliberales”. Lo peor fue su afirmación de que la 4T es heredera del 2 de octubre. Es una apropiación indebida, exagerada y falsa.

Los hijos del 2 de octubre de 1968 son las reformas electorales para dar voz a los excluidos, el IFE-INE, el INAI, la COFECE, todos esos organismos que ahora quiere desaparecer. Los herederos del 2 de octubre son grupos de priistas, panistas, intelectuales, periodistas, académicos y gente de izquierda que se pusieron de acuerdo en alcanzar un país más democrático.

El 2 de octubre quería diálogo, democracia y futuro; la 4T quiere imposición, cerrazón y regreso al pasado.

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