Lectura 6:00 min
La Cultura de la Paz, Narcocultura
“No se dejen robar la alegría, no pierdan la esperanza.” Papa Francisco, QEPD
Originalmente, el término cultura aludía al cultivo del alma o de la mente. No obstante, a partir del siglo XVIII, su significado se expandió, dando origen a dos acepciones principales: la primera, como espíritu folclórico distintivo de una identidad; la segunda, como el desarrollo de la espiritualidad. En la actualidad, predomina el primer significado, que abarca el comportamiento social, las instituciones y las normas presentes en los tejidos sociales.
El desarrollo individual se moldea mediante los procesos de aprendizaje de enculturación y socialización, los cuales se manifiestan en la diversidad cultural de la sociedad universal. Una norma cultural establece las conductas aceptadas o predominantes dentro de una comunidad, funcionando como guía para el comportamiento, la vestimenta, el lenguaje y las acciones en contextos específicos. Además, sirve como modelo para las expectativas dentro de un tejido social o para señalar la pertenencia al mismo.
En la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural de la UNESCO se establece que "la cultura debe ser considerada como el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias."
La dinámica del cambio cultural se define por la reconstrucción, modificación o incluso la distorsión de un concepto cultural preexistente en un tejido social. Un caso ilustrativo de este proceso es el impacto del crimen organizado, impacto que en la actualidad corresponde a los cárteles de la droga. Su influencia cultural es fuente de inspiración de la narcocultura.
La narcocultura constituye una forma de exposición del mundo del narcotráfico con raíces tanto en las actividades del crimen organizado como en las representaciones del imaginario colectivo. Su consolidación como subcultura a nivel internacional, impulsada por la globalización, ha generado un impacto considerable en el arte y en la literatura, además de tener una presencia destacada en el cine, las series de televisión y otros medios electrónicos, así como en diversas manifestaciones como la pintura, la escultura, los relatos, las novelas, la prensa, los documentales y la música popular.
La génesis de la narcocultura en México se sitúa en la década de 1970, marcada por la creciente influencia del narcotráfico en los estados del norte del país. Sin embargo, en los últimos seis años la mayor influencia y el creciente control territorial y político del narcotráfico en extensas regiones de México son el resultado de las acciones y omisiones del anterior gobierno, cuya aquiescencia facilitó la operación del narcoterrorismo. Con su política de seguridad de "abrazos no balazos" y su trato deferente hacia capos y sus familias se estimuló la narcocultura y el trato de héroes en diversas poblaciones a sicarios, así como los llamados narcocorridos, género musical que se consolida y goza de una creciente aceptación.
El estilo de vida opulento, extravagante y vulgar del que disfrutan integrantes del crimen organizado, financiado con los cuantiosos recursos de origen ilícito, provenientes de actos de violencia como asaltos, despojos, muertes, desapariciones, desplazamientos forzados de comunidades y cobro de derecho de piso, entre otras calamidades, que les permiten la posesión de bienes de lujo, de grandes ranchos, minas, y la presencia intimidante de grupos armados en vehículos de alto valor, tristemente ejerce una fascinación entre amplios sectores de la población y facilita el reclutamiento de jóvenes a las filas delincuenciales.
La mentalidad criminal del narcotráfico promueve una imagen de poder e impunidad que ha logrado infiltrarse en la política, tal y como lo ha observado el mandatario norteamericano al declarar que México está dirigido por los cárteles. El crimen organizado ha aumentado su dominio geográfico en los procesos electorales, También se percibe su influencia en la reforma judicial. Así mismo, altera temas de fe al establecer figuras propias de veneración, destacando el caso de un conocido narcotraficante elevado al estatus de "El Santo de los Narcos", a quien dirigen sus plegarias en busca de protección. Se fusionan sus ritos con devociones populares arraigadas en el mundo del crimen en México como la Santa Muerte, el Angelito Negro y San Nazario, por mencionar algunas.
En la anterior administración de la “transformación” el expresidente facilitó, mediante su aquiescencia, la expansión de las actividades del crimen organizado hasta convertirlas en terrorismo, lo que resultó en una realidad mexicana marcada por un grave deterioro de la cultura de la paz y de la vida en armonía con un caleidoscopio de delitos.
Ahora, en un movimiento que resulta contradictorio, se busca aplicar restricciones a las expresiones culturales que se inspiran precisamente en esta lamentable realidad, dando inicio a una preocupante corriente de censura.
Ante la notable popularidad de los narcocorridos, diversas instancias gubernamentales han anunciado la aplicación de políticas de censura y castigo con la supuesta finalidad de combatir la influencia del narcotráfico y proteger al “pueblo bueno y sabio” de la ideología inherente a este género musical. Censura que pretende ampliarse a otras expresiones culturales que exalten la violencia, promuevan a grupos y figuras de la delincuencia organizada o la apología del delito, como si las expresiones de la narcocultura fueran la causa de las acciones ilícitas y destructivas de la delincuencia organizada.
Parece ignorarse que en la historia nacional los corridos, los boleros y otros géneros de música popular han sido la crónica no oficial de la realidad imperante en el tejido social, sus crisis y de personajes destacados de cada época, como políticos, caudillos, guerrilleros y bandoleros, algunos de ellos enaltecidos o idealizados. Ahora se pretende que las canciones tengan otros contenidos, sin violencia, que impulsen la paz y luchen contra las adicciones.
Evidentemente lo deseable es reducir y eliminar la causa, no el efecto, es decir el narcotráfico y la aquiescencia gubernamental a las actividades y la existencia de los cárteles y del terrorismo mexicano, no las expresiones culturales.
Urge el rescate de la cultura de la paz y del tejido social.
*El autor es abogado, negociador y mediador.
X: @Phmergoldd