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La necesidad urgente de una ley contra la violencia digital
La digitalización ha modificado, cambiado y transformado todos los aspectos de nuestras vidas: desde las interacciones en el trabajo, pasando por los procesos de aprendizaje hasta la forma en que nos comunicamos en nuestro entorno. Y en esta evolución, ha surgido un fenomemo que se encuentra presente en nuestra sociedad y que poco se ha señalado: la violencia digital. El uso de las diversas redes sociales, la participación en foros y en múltiples plataformas en línea ha hecho que el abuso, el acoso y la difamación se conviertan en problemas comunes. La violencia digital, ha llegado a incluir la difusión de información personal sin consentimiento, por señalar un ejemplo: el ciberacoso y la manipulación de la imagen de las personas, es una forma de agresión que debe ser regulada para proteger a los ciudadanos de sus efectos dañinos.
Octavio Paz, en su ensayo El laberinto de la soledad, nos dice que: “La soledad es el fondo último de la condición humana. El hombre es el único ser que se siente solo y el único que es búsqueda de otro.” Esta idea refleja la dualidad de nuestras interacciones digitales. Por una parte, las redes sociales buscan conectar a las personas; pero por otra, paradójicamente a menudo las aíslan. Cuando un ser humano es víctima de violencia digital, la publicidad, la conexión o la difusión que una vez fue una esperanza de ser visible ante la sociedad, se convierte en una herramienta de aislamiento y dolor. Al no existir regulaciones específicas, el daño social y psicológico de la violencia digital se acrecienta, aumentando el abismo entre los ciudadanos.
En palabras de la Mtra. Nazly Borrero, una de las principales investigadores en materia de Ciberseguridad en América Latina: “la violencia digital representa un desafío significativo para la protección de los derechos humanos en el entorno en línea. Para mitigar este problema, se deben implementar herramientas tecnológicas (como SafeCity y CyberTipline que permiten denunciar casos de acoso y ciberacoso) y legislativas que busquen proteger a las víctimas y sancionar a los responsables”.
Asimismo, un aspecto verdaderamente alarmante de la violencia digital es su velocidad y alcance. Un video inapropiado, un comentario ofensivo o una imagen manipulada pueden difundirse instantáneamente, alcanzando a miles de personas en cuestión de minutos. Jaime Sabines, decía: “Quiero sacar de ti tu mejor tú, el que no se ve y sólo se siente.” Pero en el contexto de la violencia digital, lo que debería ser una herramienta para mostrar nuestro mejor ser, se convierte en una instrumento para humillar, exponer y avergonzar. Esta serie de hechos en la realidad mexicana muestran la urgencia de crear una legislación que regule el abuso de los medios digitales y establezca sanciones para aquellos que infringen los derechos de quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Ramón López Velarde, en su lengendario Suave Patria, expresa con nostalgia: “Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario.” Recordandonos que en el espejo de nuestra sociedad digital, debemos aspirar a una convivencia respetuosa, farterna y leal. En cambio, la violencia digital rompe esta armonía, generando un espacio de temor e incertidumbre. Sin una Ley que regule estos comportamientos, estamos dejando a un lado esa “clave de dicha” que López Velarde anhelaba, sacrificando la dignidad de nuestras interacciones en línea.
La violencia digital también afecta el bienestar social y la reputación de las víctimas, en muchas ocasiones de manera irreversible. El impacto emocional es abrumante para muchos, es común que las personas afectadas tengan miedo de hablar sobre lo que han vivido, lo que las condena a un silencio doloroso que se acumula. Octavio Paz nos recuerda que “en el silencio de su alma, los hombres se confiesan que la vida es una locura.” Esta locura digital, caracterizada por la falta de límites y la inmediatez de la comunicación, nos obliga a reconsiderar nuestras normas y valores en este nuevo espacio de convivencia social.
El dicho: “cría fama y échate a dormir”, adquiere un nuevo significado en la era digital, donde una mala reputación o un ataque en redes puede perseguir a una persona para siempre, impidiendo que esta recupere su paz o su privacidad. El acoso en redes, la difusión de contenido íntimo sin consentimiento y el cyberbullying no deben ser vistos como simples “cosas de internet”, sino como conductas que afectan profundamente a los seres humanos y que deben ser reguladas con firmeza.
La implementación de una Ley sobre Violencia Digital ayudaría a establecer protocolos de actuación, ofrecería mecanismos de denuncia y protección, y otorgaría a las víctimas un respaldo legal para afrontar el daño sufrido. La educación sobre el uso responsable de los medios digitales, junto con una legislación clara y justa, es crucial para evitar que las plataformas digitales se conviertan en espacios de abuso y miedo.
Necesitamos una legislación que no sólo sancione, sino que promueva el respeto y la empatía en el entorno digital. Tal como Jaime Sabines anhelaba: “un poco de fe en las cosas,” necesitamos fe en que la Ley puede protegernos y en que la tecnología puede ser una fuerza positiva en nuestras vidas si se utiliza de manera correcta. Y así, recordar que “del tamaño del amor, es el tamaño del enemigo,” para que nunca dejemos que el odio supere la bondad en el vasto y complejo universo digital.