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Grupos de autodefensa terminan como criminales
El error más grande de un Estado nación es no controlar y permitir que las armas estén en manos de ciudadanos, alertó la exasesora de seguridad en Colombia durante la administración del expresidente Álvaro Uribe, Paola Holguín.
El error más grande de un Estado nación es no controlar y permitir que las armas estén en manos de ciudadanos, alertó la exasesora de seguridad en Colombia durante la administración del expresidente Álvaro Uribe, Paola Holguín.
Sin pronunciarse directamente respecto del fenómeno de grupos de autodefensa presentado en entidades mexicanas como Guerrero, la especialista en temas de crimen organizado y seguridad dijo que civiles armados para hacer justicia por cuenta propia resultan un peligro inminente para la sociedad que requiere de atención urgente, ya que el tiempo juega en contra del Estado y sus ciudadanos.
Uno no puede permitir que el ciudadano se arme y que ejerza justicia a mano propia , alertó la experta, y argumentó que las organizaciones de autodefensa, cuando se forman y no están controladas, terminan convirtiéndose en un nuevo tipo de organización criminal.
El poder de las armas es el único poder al que el Estado no puede renunciar y, a veces, cuando uno permite que los ciudadanos tomen justicia por mano propia y se encarguen de ejercer las funciones de la fuerza pública, lo único que termina creando es un mal peor .
La especialista en temas de seguridad recordó que en los 80, en Colombia, ante la desprotección por parte del Estado, grupos de civiles organizados, como ganaderos y personas del campo, se armaron para combatir a la guerrilla, así nacieron los denominados paramilitares.
Si bien estas organizaciones de autodefensa nacieron como respuesta a lo que sucedía en el país con el creciente fortalecimiento de los grupos guerrilleros y la debilidad del Estado para garantizar seguridad ciudadana, sumado a la penetración del narcotráfico, estos movimientos terminaron desfigurándose.
A decir de la especialista, se convirtieron en organizaciones similares a las guerrilleras, cometiendo crímenes tales como reclutar menores, sembrar minas, secuestrar o extorsionar.
En cualquier Estado de Derecho, a decir de Holguín, es muy normal llamar a la colaboración ciudadana por la seguridad, pero el ciudadano se debe convertir en cooperante, no en sustituto de la fuerza pública.
El gran peligro que vivió Colombia en esa época es que en muchas regiones del país o dominaba la guerrilla o dominaban los paramilitares. Estas organizaciones criminales se convirtieron en sustitutas del Estado porque eran ellas las que ejercían la coerción. Estas organizaciones se volvieron tan peligrosas que en algún momento la supervivencia del Estado mismo se vio amenazada , alertó.
La exasesora aclaró que el Estado colombiano nunca tuvo como política proteger a las organizaciones paramilitares, pero no fue lo suficientemente fuerte para combatirlas sino hasta el 2012, cuando comenzó a implementarse un programa especial para ello.
Para que un gobierno retome el control y se comience a construir una nación pacífica se requiere de una estrategia integral. En Colombia, la táctica tuvo tres elementos: la desarticulación de los grupos criminales, prevención del delito y rehabilitación.
ana.langner@eleconomista.mx