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Política

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“Somos iguales en nuestra necesidadde ser distintos”: Luis Muñoz Oliveira

Utilizando historias de la realidad mundial actual, como insumos para la reflexión, el escritor, ensayista y profesor de ética en la UNAM, Luis Muñoz Oliveira ofrece una revisión del concepto de igualdad.

Foto: Especial

Foto: Especial

Utilizando historias de la realidad mundial actual, como insumos para la reflexión, el escritor, ensayista y profesor de ética en la UNAM, Luis Muñoz Oliveira ofrece una revisión del concepto de igualdad.

En su libro “No puedo respirar. Un ensayo sobre la igualdad”, editado por Taurus y que comenzó a circular en librerías del país, el también articulista en El Economista, repasa qué entendemos por igualdad moral (a la que se refiere como la igualdad básica) y cómo se justifica. 

Convida una serie de reflexiones que permite responder a preguntas como ¿queremos igualdad o equidad?, ¿qué relación tiene la igualdad con la justicia” y “¿cómo conciliamos la tensión entre individualidad e igualdad? Entre varias otras. 

En entrevista, señala que somos iguales en nuestra necesidad de ser distintos y expone sus argumentos de por qué le va muy mal a la moral en la conversación pública y por qué es importante enseñar ética en las aulas, pero con toda la fuerza de la sociedad.

¿Qué ofrece a sus lectores en este libro?

Ofrezco una revisión sobre el concepto de igualdad, las consecuencias que tiene en la sociedad no respetar o no llevar a cabo lo que nos dicta ese este principio de igualdad. Lo hago utilizando historias de la actualidad mundial.

Es un ensayo filosófico.

¿De dónde debemos partir, para hablar de igualdad?

El concepto de igualdad esta muy manoseado, como muchos otros, y lo es porque es un concepto central para la democracia.

Lo primero que tenemos que hacer es tratar de distinguir a qué nos referimos cuando hablamos de igualdad, porque de esa igualdad que es de la que yo hablo en el libro, que es la igualdad básica, la moral, que es la primera de todas, la sustantiva, la que está en el fundamento de la construcción de las instituciones y de la democracia como la conocemos, esa igualdad lo que dice es que todas las personas tenemos la capacidad de planear la vida que queremos y el deseo o el interés de realizar esa vida que planeamos. 

Entonces, tener esa capacidad nos lleva a reconocer la igual capacidad de todos y que construyamos sistemas donde todos podamos desarrollar nuestras ideas de vida. 

La igualdad, luego se confunde, porque, a partir de esa igualdad que es la sustantiva,  se habla de muchas igualdades:  la igualdad económica, al acceso a la salud, la igualdad en el trato frente, etcétera, etcétera.

Si no tuviéramos esa idea básica de igualdad, sería muy difícil justificar, por ejemplo, por qué necesitamos tener igualdad de oportunidades. 

La igualdad de oportunidades es importante porque nos permite alcanzar esa igualdad más básica que es una meta que nos hemos propuesto. 

Hay que entender que la igualdad básica es prospectiva, es decir, es algo que queremos que se realice, no es que exista ni que la hayamos visto nunca en ningún lugar. 

En estos momentos y en un país como este, donde hay una elevada polarización. ¿por qué es importante reflexionar sobre igualdad?

El problema es que, cuando se obvia, y no se trata de defender la igualdad básica, luego se pueden defender otro tipo de igualdades, que tienen como resultado la desigualdad básica. 

Eso es muy importante entenderlo. Hay veces, y de hecho la equidad, de eso se trata, de darle un trato específico a cada quien, para que logremos la igualdad básica. La equidad es un instrumento de la igualdad. 

La idea, que se ha estado discutiendo en los últimos días sobre si en la Constitución mexicana está establecido que somos una democracia deliberativa, pues es fundamental. 

Si de verdad camináramos hacia cancelar la idea de la deliberación y todo se va a votar, y decidir por el principio de mayoría, pues entonces vamos a estar en graves problemas, porque las mayorías muchas veces son muy injustas.

Yo estoy seguro que en este país, la mayoría está en contra del aborto, en contra del matrimonio entre parejas del mismo sexo y, no sé si mayoría, pero una gran parte de la población, no cree que las mujeres merecen el mismo salario que los hombres, etcétera.

Si nosotros le dejamos a las mayorías los derechos de las personas, en lo que vamos a terminar, y eso ya lo decía este John Stuart Mill hace 200 años, es en la dictadura de la mayoría. 

¿Cómo se lleva la equidad con la igualdad?

La igualdad básica es dos cosas:  Un principio que nos dice cómo debemos organizar la sociedad y nuestra conducta y, dos, un derecho humano, mientras que la equidad es un instrumento de la sociedad para alcanzar la igualdad. 

Es un error pensar que, simplemente hacer la pregunta de si queremos igualdad o equidad.  

No sé si has visto ese dibujito que es muy famoso para distinguir igualdad y equidad que ponen en unos banquitos, para que la gente vea de atrás de una barda un partido o algo así del otro lado de la barda.

Si los banquitos los ponen todos iguales, el más chaparrito no va a ver y el más alto sí va a ver. Entonces lo que hacen es distribuir, de manera desigual, los bancos para que todos puedan ver, según la necesidad de cubos que tienen. ¿Cuál es el resultado de esa distribución equitativa de los cubos? La igual capacidad de ver detrás de la barda. 

¿Cómo se lleva la igualdad con la pluralidad y la diversidad? ¿Son excluyentes?

No, para nada. 

En realidad, somos iguales para poder ser distintos.

Para ponerlo más claro, todavía, somos iguales en nuestra necesidad de ser distintos.

Lo que sucede es que, a veces nos vamos por lo evidente. 

Es decir, cuando yo salgo a la calle, pues veo que toda la gente es distinta a mí, porque todos somos distintos los unos a los otros.

Y luego, además, si hablo con la gente, me doy cuenta que también somos distintos en cómo pensamos, en qué queremos, en qué creemos, etcétera, etcétera.

Pero tanto, la desigualdad física o evidente como la desigualdad mental y de intereses, tienen en común algo: que todos nosotros tenemos nuestros intereses.

Y entonces por tenemos que luchar para ser iguales es que cada quien pueda llevar a cabo sus planes de vida, sus intereses fundamentales.

Entonces, la igualdad y la pluralidad no están peleados para nada. Pero ojo, esto es hablando de la igualdad básica.

Luego, claro, si haces de políticas públicas para igualar, yo qué sé, igualar las ideas religiosas. Pues bueno, entonces ahí sí estarás igualando la pluralidad y estarás atentando contra ella, contra la diversidad.

¿Por qué se produce la tensión entre igualdad e individualidad?

Otra vez, tiene que ver con los niveles de igualdad.

Ya te decía yo, si tratamos de igualar las diferencias al nivel palpable, esa igualación atenta contra la diversidad. 

Imagínate que yo dijera yo le voy a Los Pumas y llego al poder y digo todos le tienen que ir a los Pumas. Y el que no le vaya a Los Pumas se va a la cárcel. 

Eso, eso es igualar la diversidad. Y está equivocado, eso es autoritarismo.

En la conversación pública, pareciera que hay algunas palabras como que se están desgastando hasta cambiarles el sentido original. Por ejemplo, pienso cuando el presidente, Andrés Manuel López Obrador habla de que la gente que lo critica son personas que están moralmente derrotados. ¿Cómo le va a la moral en la conversación pública? 

Muy mal.

Pero le está yendo muy mal a lo moral en lo público, no solo por culpa de estos sexenios, sino porque llevamos mucho tiempo sin enseñar ética y civismo en las escuelas. 

Obviamente están en algún sentido en los programas.

Este gobierno intentó llevar a las escuelas tanto su vía ética como la Cartilla Moral de Alfonso Reyes; sin embargo, lo que hace falta es un programa sustantivo con toda la fuerza del Estado y de la sociedad, para enseñar ética, para que las personas entiendan cuáles son los fundamentos de la vida democrática.

Como no los conocemos y como cada vez nos estamos volviendo más facciosos, o estás conmigo o estás contra mí, lo que está sucediendo es que todo lo que hace el contrario está mal, todo lo que hago yo está bien, para los contrarios será al revés, por supuesto.

Estamos terminando con la posibilidad de dialogar los unos con los otros. La consecuencia de eso es clara y es terrible: vamos a tener un país donde unos van a querer suprimir a los otros y en entonces, en lugar de que nazca, florezca, desarrolle la pluralidad, lo que vamos a tener es una lucha de diferentes, en lugar del abrazo de los distintos.

¿Alcanzar la igualdad genera costos de oportunidad?

Sí, por supuesto,  En pos de la igualdad fundamental, todos tenemos que ceder. 

Pero por supuesto que el trabajo democrático implica el esfuerzo de todas las personas.

Lo que pasa es que tenemos una concepción muy limitada de lo que es la vida democrática. 

Yo creo que la gente le dedica muy poco a la construcción de civilidad. Hacemos nuestra vida y vivimos cada vez más aislados y mirándonos el ombligo y eso a lo que nos conduce es a una sociedad dividida, una sociedad donde las personas no se reconocen como habitantes del mismo territorio y por lo tanto genera pugnas, genera más confrontación que concordia.

Somos en realidad muy intransigentes. La transigencia, que no es tranzar, sino que es estar dispuesto a aceptar las propuestas del otro y que el otro acepte las tuyas. Es llegar a un acuerdo básico. Eso es transigir. 

Entonces, para decirlo en pocas palabras, creo que tendríamos que dejar de ser tan intransigentes para volvernos mucho más transigentes.

Periodista mexicano, originario de Amealco, Hidalgo. Editor del suplemento Los Políticos de El Economista. Estudié Sociología Política en la Universidad Autónoma Metropolitana. En tres ocasiones he ganado el Premio Nacional de Periodismo La Pluma de Plata que entrega el gobierno federal. También fui reconocido con el Premio Canadá a Voces que otorga la Comisión Canadiense de Turismo, así como otros que otorgan los gobiernos de Estados Unidos y Perú.

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